martes, 18 de febrero de 2014

Atrapado


¿Cuánto tiempo llevo aquí metido? La verdad, no lo sé. Este lugar está muy tranquilo, no hay ruido, no hay gente, no hay nada. Podría intentar describirlo pero no lo veo y, por desgracia, tampoco lo siento. No puedo moverme porque estoy paralizado y me temo, eso es lo que me está preocupando cada vez más, que no puedo respirar: mi abdomen no se mueve, ni mi pecho tampoco. Todo está en silencio, la última vez que escuché una voz fue hace tanto tiempo que ahora no sé con exactitud si eso sucedió en realidad. Bueno, han aparecido otras voces pero son, cómo las llamaría, ah, sí, virtuales. Yo no entiendo muy bien eso pero un día tuve un sueño en el que una voz me decía - “estás en un sueño virtual”- luego me daba unas instrucciones y consejos que no entendí para desaparecer seguidamente.
Sueño mucho, sobre todo estos últimos días. Creo que más bien, todo el tiempo estoy soñando y cuando creo que estoy dormido, estoy despierto en realidad. Cuando despabilé y abrí los ojos, es decir cuando asimilé que estaba inmóvil y atrapado en este lugar, creí que estaba en estado de coma. Sin embargo, el coma es un estado vegetativo en el que una persona vive gracias al funcionamiento de su  sistema nervioso  central, yo en cambio sé que podría mover mis piernas y brazos si estuviera en un espacio más amplio. Además, está la actividad mental, tengo la creencia de que una persona que ha caído en ese estado de pérdida de la conciencia, no puede pensar. Yo en cambio llevo aquí unos días y he ido recordando poco a poco mi identidad. Sé perfectamente que soy un hombre importante y famoso, que soy rico y que fui el gobernante de una gran nación, que hice un negocio que me dejaba un montón de dinero, incluso en mi casa tenía un parque de diversiones y un zoológico.  ¿A qué me dedicaba exactamente? Ya lo descubriré con los días.
Ayer, me pregunté si esto no sería la muerte pero descarté la idea de inmediato, es que si estuviera muerto, ya habría tenido una entrevista con San Pedro, que con mucho gusto me habría guiado al reino del Señor. Tampoco estoy en el infierno porque este lugar es friísimo, estoy completamente congelado, en el infierno ya habría tenido un encuentro con algún diablo y aquí no hay absolutamente nada.
Si no estoy muerto, no estoy en coma y no estoy dormido, qué condición tengo, ¿alguien me lo podría explicar?
Hace poco me he visto a mi mismo comiendo en un restaurante de lujo. Primero, pido una gran ensalada, luego carne magra y bien asada, la comida es muy rica y hay un montón de gente a mí alrededor, al parecer son mis sirvientes porque me tratan con una gentileza excesiva y me dicen patrón, amo, jefe, etc.
 Una joven mulata muy guapa y de proporciones suculentas se acerca a mi mesa y me trae una botella de vino espumoso en una cubeta llena de hielo. Se sienta a mi lado y permanece así largo tiempo. De vez en vez se gira un poco restregándose contra mí mientras yo veo como se transforman en globos enormes sus senos reflejados en el sudoroso metal grisáceo del balde que tengo enfrente con una  botella negra que saca una nubecita de vapor. Le pregunto que si me puede traer otra botella, ella me contesta que no es la camarera y que su trabajo es otro. Me mira con sensualidad y me muestra más sus prominentes curvaturas. En fin, media hora después descubro que en realidad estaba muy lejos de ser del grupo de mayordomos o servidumbre de la casa porque se conduce casi como la dueña. Lo que me dice me deja perplejo. Me comenta que el juicio, en mi contra, se abrirá de nuevo y que mi abogado está listo para llevar mi defensa. ¿Mi defensa? ¿Pero cuál es el crimen?  Ella me mira cariñosamente y dice:
“Es esta semana, mi amor”. - No entiendo nada. ¿A qué semana se refiere? ¿a esta que corre en el tiempo real, o la semana en el tiempo del sueño?
Anoche vi de nuevo mi casa, a mi familia, a todos mis amigos. Fue, a pesar de todo, un buen sueño, aunque había un asesinato, no, no era ahí mismo, más bien  yo daba la orden de que se ejecutara a alguien. Una hora después me decían que la ejecución se había cumplido como siempre. ¿Cómo siempre? ¿Eso quería decir que el asesinato era algo habitual en mi vida? Se lo pregunté al General que se encontraba frente a mí y me miró con gran desconcierto. Incluso me preguntó que si me sentía bien, o que si había dormido la noche anterior. Para no meter las cuatro patas hasta el fondo, le  dije que estaba bien, que no pasaba nada; un descuido nada más. Sin embargo, necesitaba aclarar toda la verdad de la forma más rápida posible porque, como se me había anunciado, me quedaba una maldita semana para declarar ante el juez. A partir de ese momento comenzaron a surgir de una manera vertiginosa todos los recuerdos. Pude ver todo como en una presentación de diapositivas, incluyendo el sonidito ese del clic, toda mi vida se fue rehaciendo en pequeños cuadritos de colores. Ante mis ojos pasaron las fotografías de mi infancia, mi adolescencia, mi juventud, mi madurez, mi vejez y, una cosa que no entendí, mi muerte. Según las imágenes, yo había vivido más de noventa años, son muchos chuchos, la verdad. Me había acompañado en mi sepelio una marea de gente, todos con pancartas y gritando cosas obscenas acompañadas de cánticos que no podía reconocer o entender. Recuerdo que podía leer las pancartas pero el mensaje estaba tan borroso que era imposible deducir lo que decían. Lo que si me quedó muy claro es que las personas tenían expresiones violentas; unos gritaban, otros hacían señas con el dedo medio de la mano otros levantaban el puño de forma amenazante. No comprendí nada.
Apareció de nuevo la morenaza. Al principio me excitó su presencia y quise tocarla pero no habló y desapareció rápidamente, me dejo la impresión de que se había desvanecido como un fantasma, lo que interpreté como mal agüero. Un poquito después vino un hombre con bata blanca. No lo reconocí porque no lo había visto jamás, aunque su voz me sonó muy familiar puesto que tenía el mismo tono y acento de la otra voz que me había informado que yo estaba en un sueño imaginario. Me habló y al hacerlo se tornó muy real, era como si hubiéramos cambiado de una dimensión biplana a una espacial tridimensional.
Era moreno, no muy alto, iba bien peinado y perfumado, más parecía un juez que un galeno.
-Seguro, ya lo sabe, ¿no?- dijo con mucha seguridad.
-¿Qué? ¿Qué cosa?- grité angustiado y silenciosamente porque el alarido salió en forma de pensamiento, era muy raro porque solo yo oía mi voz.
- El juicio, qué otra cosa. Será esta semana. Lo único que tiene que hacer es ver todo lo que se le muestre en las sesiones de cine como la que tuvo hace unos días y recordar, recordar los detalles con exactitud. Su abogado le hará muchas preguntas, así que ponga mucha atención y sea cuidadoso.
No me dejó responder y se fue, mejor dicho se esfumó.
Después de esa desagradable y cortísima conversación con el mequetrefe de la bata he visto cosas horribles. Demasiada sangre, mucha tortura y castigo, violencia física, acoso sexual y psicológico, sadismo, lujuria y demencia. Dios, todo ordenado o ejecutado por mí mismo. He visto el poder de mi mano regia y cruel. No he tenido misericordia de nadie y he castigado cualquier contradicción a mis órdenes e ideas. Y pensar que solo hace un mes tuve la inocente convicción de que podría acercarme a San Pedro. Después de lo que se me ha revelado, creo que ese hombre de blanco es el mismo demonio que viene a por mí. He pensado al principio que este sitio es el infierno pero no lo es, me lo dijeron ayer. Vino otra vez ese imbécil y me dijo que ya faltaba poco, que solo estaban pendientes las formalidades médicas y que todo estaba dispuesto para empezar el proceso legal.
Llegaron por la mañana y me despertaron. Lo que vi me desorientó mucho porque esta vez si había gente y yo podía discernir. Los colores eran reales, mi cuerpo también. Al principio me costó mucho trabajo moverme porque mi cuerpo está decrépito, débil, arrugado y muy flácido. Me han sentado en una silla de ruedas y unas enfermeras me han puesto un uniforme militar. Las medallas que tengo colgadas al pecho dan la impresión de que soy un perro de esos de las exposiciones caninas y que tengo mucho pedigrí.  Cuando he pasado por el pasillo del hospital he visto aparatos rarísimos, el personal médico es extraño. Lo peor ha sido salir del hospital, si es que a esa masa de hormigón y cristal de forma rarísima se le puede llamar hospital. Estoy en un aparato muy cómodo y me han dicho que en unos cuantos segundos estaremos en la sede de la ONU en Nueva York. Yo no les digo que conozco ese lugar y que cuando fue construido yo tendría unos veintitantos años. Hemos llegado. ¿Cómo es posible que todo sea tan diferente? Este edificio o lo que sea, no es la sede que yo había visto tantas veces. Me dicen que vamos hacia la sala donde tendremos el juicio. Me presentan a mi abogado.
-Buenos, días Sr. – me dice con una sonrisa enorme mi abogado negro.
-Buenos para Ud.- le contesto con disgusto. No me ha llamado por mi nombre.
-En unos momentos más entraremos a la sala, es una formalidad.
-¿Y qué sabe Ud. de mí?
-Todo, Sr. No se preocupe. Llevaremos el juicio a feliz resultado. Además, he visto toda la secuencia de su vida proyectada esta semana. Hay que tener mucho valor para hacer todo lo que Ud. hizo, ¿no creé?
-¿Hacer qué?
-No me salga con eso Sr. Ud., sabe perfectamente a qué me refiero – se ríe burlonamente y continua- Los asesinatos, la tortura, la estafa, la usurpación del poder, todo eso.
-lo miro con odio y me callo.
En la sala del juicio hay bastante gente, todos me miran con aberración. No hay ningún rostro conocido y la decoración parece en exceso moderna, incluso podría decir que así vivirá la gente en el siglo XXI.
El juez abre la sesión y empiezan las acusaciones contra mí, me imputan golpes de estado, matanzas, usurpaciones, narcotráfico. La lista de delitos es enorme, se han tardado horas explicando con detalle cada crimen. Yo he dejado de escucharles, lo he hecho desde el momento en que me di cuenta de que mi abogado no tiene la menor intención de contra argumentar todos los delitos que la acusación me ha colgado.
El juez me mira y me pregunta que si puedo responder a su interrogatorio. Le digo que sí, por el tono de voz reconozco al hombre del sueño virtual.
Sí, Sr Juez, pregúnteme lo que quiera.
-Mire,- me dice con parsimonia-, el jurado, antes de dictar su veredicto e imponer la sentencia, ha pedido que se le pregunte a Ud. si se considera culpable de todos los crímenes cometidos contra la humanidad. Todos estamos conscientes de que una persona como Ud. tenía un papel, que debía tener mano dura y ser rígido con el orden. Desde la masacre que se llevó a cabo en la exterminación de judíos en la Segunda Guerra Mundial, nadie había matado tanta gente como Ud. Sr. Por eso me permito preguntarle de nuevo.
¿Se confiesa culpable?
-Necesito un poco de tiempo, Excelencia. Trato de concentrarme pero no lo logro.
-Me permito- dice el Juez con mucha calma- recordarle que está semana ha tenido tiempo suficiente para recapacitar. Además, es posible que por la prontitud del caso Ud. no se imagine lo que sucede. Se lo voy a explicar lo mejor que pueda, ¿de acuerdo?
-Mire, Ud. aprovechó la situación política de su país para reunir fuerzas militares en contra de los partidos democráticos e incluso en contra del Gobierno vigente entonces. Asesinó al presidente y ocupó su lugar. Para mantener el orden en la sociedad la condicionó  a no protestar, luego se dedicó a sofocar con el asesinato cualquier intento de protesta. Mató a miles de persona, cambió la estructura de la economía de su país para que el hambre azotara a la gente y no tuvieran fuerzas para levantarse. Privatizó todos los recursos materiales e intelectuales de su patria y se los confirió a Ud. mismo o a algún miembro de su familia. Hizo muchas cosas más, como sobornar a los Gobiernos de los países vecinos, coaccionó a la sociedad para que los narcotraficantes pudieran enriquecerse. Hay muchas cosas más pero por tratarse de delitos hechos contra personas de su misma calaña, preferimos omitirlos en este proceso. Y bien, Ud. murió en el siglo XX, en vísperas  de su fallecimiento, la gente del pueblo pidió que se hiciera una donación para que con la suma reunida se pagara la conservación de su cuerpo criogenizado, es decir que todo mundo colaboró para que Ud. no fuera enterrado. Se reunió una suma muy grande, ya que cada persona tenía un motivo para odiarle a Ud. , de tal forma que se buscó una empresa que pudiera hacerse cargo de su cuerpo hasta que se pudieran dar las condiciones de su rehabilitación o resurrección, como quiera Ud. llamarlo, para que se pudiera procesarle honestamente. Permítame recordarle que como Ud. había escapado de varios juicios por delitos contra la humanidad, una organización de su país pidió crear un documento en el que se indicaran las condiciones del juicio futuro contra Ud.
-Entre otros puntos, se pidió que antes del juicio se le hiciera un interrogatorio efectuado bajo la asistencia de un perito en derecho y un psicoanalista muy calificado. Eso no lo recuerda Ud. porque lo hemos borrado de sus recuerdos.
-¿Qué dice? ¿Se imagina que mi mente es un cubo de basura donde se puede vaciar y poner cualquier porquería?
-No. No, Sr. De ninguna manera, lo que pasa es que en el test sicológico Ud. ya dio todas las respuestas y el caso es que…, Bueno, ya va a contestar o ¿no?
-Inocente- contesto con gran determinación y golpeo la mesa con la poca fuerza que tengo.
-Eso es imposible- dice el juez con una mirada muy seria- Ud. ha sido analizado, un grupo de doctores especialistas ha determinado que su estado mental y espiritual está en perfectas condiciones, si es que se puede decir eso con respecto a su conciencia, y físicamente se han restablecido sus tejidos, se han fortalecido sus huesos, se le ha dado un tratamiento especial para gozar de la salud de un joven de 25 años, el efecto lo sentirá en cuanto se confiese culpable.
-¿Sabe? Una de las clausulas del llamado “Juicio por la humanidad” exige que sea Ud. ejecutado a través de una inyección letal las veces que sea necesario para pagar por las victimas que Ud. mató. Es decir, que lo condenaremos, lo ejecutaremos y lo volveremos a rehabilitar para volverlo a sentenciar y ejecutar hasta que los recursos económicos con los que contamos, se terminen. Esta misma clausula aclara que en caso de que su organismo se acostumbre a estas condiciones de morir y resucitar, se aplicará la clausula inmediata siguiente, que se refiere a la congelación eterna o hasta que se terminen los recursos económicos de su mantenimiento en un contenedor de hidrogeno.
-¿Están locos? ¿De qué me habla?- le digo.
-¡Conteste a la pregunta! ¿Se considera culpable o inocente?
-Inocente. – Grito con todas mis fuerzas.
-Le aclaro que otra clausula del documento dice que hay un número limitado de declaraciones, por su parte, de inocencia. Por supuesto no le voy a decir cuántas son para que no haga trampas. Así que responda a la pregunta ¿Culpable o inocente?
-En ese caso me niego a seguir respondiendo a esa pregunta.- me río y miro satisfecho a los presentes que me ven con un odio mortal. Miro hacia el estrado donde está el juez y veo que me llama.
-Mire, Sr. Siento mucho decepcionarle  pero el número de intentos eran sólo dos. Así que el jurado dictamina que Ud. es culpable y la condena se aplicara de la siguiente forma…
-Oiga, ¿A que estamos jugando?- Ya no soporto más esta burla, necesito salir de aquí. No puedo más-
-¡Cállese!, Como le decía antes, Ud. será condenado por cada una de las muertes que ordenó o ejecutó por su propia mano. Para eso vamos a conectarle unos cables en el cuerpo, los cuales van a aun aparato especial que mostrara en una pantalla grande los efectos que ira ocasionando la sustancia mortal en cada parte de su cuerpo, también se le estimularan algunas partes del cerebro para que sienta la angustia que sintieron las personas que usted victimó. Le advierto que le dolerá mucho. Si llega a acostumbrarse al dolor y por un momento deja de sentir entonces tendremos que aplicar el apartado CEC 12534 que se refiere a la congelación eterna o abandono por falta de medios de sustento.
-Esto es una estupidez, déjenme ir, me niego a seguir con esta pantomima y remedo de juicio. Son todos unos mentirosos.
No sé cuánto tiempo ha pasado, estoy recostado en una cama y mis pies y brazos se encuentran sujetos por brazaletes de un metal gris rojizo. En la cabeza tengo una especie de casco, me han colocado un circuito, ellos le dicen microchip, llevo puestas unas gafas y frente a mi hay una enorme pantalla. Me veo reflejado en un espejo convexo y, aunque la imagen esta distorsionada, veo que estoy rejuvenecido, tengo la apariencia de un hombre muy joven. Se acerca un doctor y me dice que me va aplicar la primera dosis.
Primero siento solo el piquete, pero luego la sensación de dolor me invade los músculos, es como si me hubieran vertido metal liquido, ah, es muy doloroso, veo en la pantalla como se me revientan los tejidos, hay derrames. Lo peor de todo es el pavor, no, no, no quiero morir, ¡no!
Me ha dicho la enfermera que perdí rápidamente la vida y que se me ha matado tres veces, que mi organismo no es lo suficientemente resistente para completar un ciclo de diez muertes, que se me trasladará de nuevo a la lata, es decir, al contenedor.
Ahora estoy de nuevo como al principio, la única diferencia es que sé que me han dejado aquí abandonado, al parecer estoy consciente y me han activado las neuronas para que piense, ¿A dónde me llevará todo esto? ¿Qué pasará si me dejan así un año o diez? ¿No creen que es injusto? Por más cruel que se haya sido en vida, nadie se merece un infierno como este. Están violando mis derechos, esto es un crimen. Me voy a volver loco, pónganme algo, ! lo que sea! ¡Denme un sueño, por favor! ¡Háblenme! ¡No, no me dejen aquí! ¡Respondan! !Respondan! ¡Respondan!

Juan Cristobal Espinosa Hudtler






domingo, 16 de febrero de 2014

El nuevo Dios tecnología




Nací el siglo pasado, eran tiempos revolucionarios, la gente sentía el cambio y los jóvenes abogaban por el amor y la paz, había pasado la guerra de Vietnam, la historia había impartido su lección y la humanidad necesitaba solo amor, al menos eso pregonaban los Beatles con su canción. Nos sentíamos con empuje y energía para transformarlo todo. Se veía a la gente con su peinado afro y sus camisas estampadas y vestidos sicodélicos, las plataformas de los zapatos dejaban mudos a los viejos y cojos a los descuidados. Los tocadiscos y los acetatos singles y LP  se vendían como pan caliente y por la tele muchos cantábamos con Michel Jackson la canción de Ben (la rata asesina) y  llorábamos de nostalgia y alegría al recordar los pasajes del film. Los sábados mi padre nos llevaba a mi hermano  y a mí a un mercadillo y siempre nos anegaban la inquietud y la ilusión de poder chacharear en los puestos de cosas usadas donde adquiríamos, a veces violando la prohibición de nuestro padre, discos y libros usados muy baratos. Éramos realmente felices y teníamos muchísimo tiempo para comunicarnos con nuestros  amigos, pasábamos horas y horas con nuestros primos hablando de los cómics, los programas de la televisión y de las cosas de la escuela. Después, en la adolescencia, discutíamos sobre la filosofía moderna, y de Freud, y de Erich Fromm, y de otros pensadores importantes. Cuando apareció la tele de colores mi padre se quedó impresionado, puesto que había leído un libro de Alvin Toffler sobre el shock que podría tener la gente en el futuro, creía que la tele era el principio de esa catástrofe, intuía  que ese escritor futurista era una especie de mesías o Nostradamus  que nos prevenía con su sermón de lo que ocurriría después. Según ese vidente predictor, el hombre sufriría un fuerte impacto al adaptarse al devenir pero lo que todos ignorábamos  entonces, era que se estaba gestando un nuevo universo o que estábamos atravesando hacía una nueva dimensión desconocida, el temor al no adaptarse al futuro era minúsculo en comparación con lo que nos deparaba. Surgió así, de pronto, como el Big Bang pero teológico en dónde el Dios antiguo que se comunicaba con nosotros por medios rutinarios y su información llegaba cada milenio o con escritos como la Biblia o la Divina Comedia u otros, se transformó y creó una cosa llamada adelanto tecnológico, una nueva tierra con Adanes y Evas conectados a aparatos electrónicos, que fueron primero alámbricos, después inalámbricos y, por último, heliográficos. El primer hereje que surgió fue un carpintero que hacía ventanas virtuales y luego un falso Mesías vendedor de manzanas del árbol del pecado que envolvió a todos con la belleza de sus frutos. Ahora el Dios T podía controlar mejor a su creación, era suficiente darles una nueva forma de esparcimiento y lograba controlar a media humanidad. Había solo un problema, el de la maldad, el de los demonios. Surgió uno, no tan peligroso pero muy amenazador que  abrió su libro virtual de confesiones al que se hizo todo mundo adicto con un perfil y un espacio público o privado para revelar y compartir su vida. Cambiaron los diez mandamientos, el concepto de pecado, el del matrimonio, la familia, la moral, la justicia y el mismo paraíso se hizo posible en la tierra. La vida real se acortó pero la virtual se eternizó, ya nadie se preocupaba por descubrir el espíritu humano, para qué si nuestro nuevo Dios T nos había embelesado con el amor virtual, el sexo virtual, la resurrección es posible a través de la virtualidad. Lo realmente pecaminoso e insoportable de la vida era no poseer los medios para comunicarse con el Dios T, sino el no poder gozar a tiempo del último modelo virtual para conectarse al paraíso.

Juan Cristóbal Espinosa Hudtler






sábado, 15 de febrero de 2014

Cuentos I

Queridos amigos,
si les han gustado los cuentos del mes de febrero de este modesto blog, les propongo que los descarguen pinchando en el enlace que aparece más adelante.
Les agradecería mucho su opinión, critica y apoyo para seguir soñando con la fantasía de la creación literaria.
Gracias.


Cuento I.rar

http://booktype-demo.sourcefabric.org/narraciones-cortas/_draft/_v/1.0/static/Narraciones%20cortas_1.pdf


viernes, 14 de febrero de 2014

El Rudo Mc Pérez


Marco Antonio Pérez era un chicano descendiente de una familia de hacendados en la ciudad de San Diego en el estado de California. Como todo macho de origen mexicano tenía un carácter fuerte y la sangre le hervía con facilidad, por eso desde pequeño llamó mucho la atención por sus riñas y broncas. Era suficiente que alguien le llamara “Fucking Pocho” para que sus puños se tornaran en rocas y, a la menor oportunidad, tumbara al imprudente que pronunciara esas palabras de un impacto sordo y seco. Tenía tanto carácter que los niños de tres o cuatro años mayores que él, le tenían pavor. Es que golpeaba con los puños bien apretados, además tenía  una puntería y rapidez para acertar en la nariz, el mentón o el hígado que  los contrincantes que se le ponían “al tiro” se le derrumbaban en un dos por tres. Lo peor de todo era que ni siquiera se daban cuenta del momento en que recibían el golpe. Otra de las cualidades que tenía Marquito, que era como le llamaban en su casa, salió a relucir un día que uno de los chamacos más traviesos del barrio lo cogió desprevenido y le propinó una golpiza que no hubiera soportado ni un hombre ya hecho. El chaval alevoso se llamaba Mauricio y era tres años mayor que el pequeñito Marco Antonio. Para derribarlo, el malilla, le asestó por la espalda un tremendo puñetazo directo a la nuca, Marco cayó al piso y se levantó como si fuera un resorte, se puso en guardia y, un poco atontado y desconcertado, recibió un recto a la nariz, un uppercut  en la barbilla  y un swing en la cabeza, pero no se inmutó ni se rindió. Sangrando a chisguetes por las fosas nasales y la boca, miraba fijamente a su agresor que lo superaba en alcance y estatura por unos 15 centímetros. Así, el Rudito Mc Pérez, como comenzaron a llamarle desde aquel fatídico día, se fue acercando al “Mañoso”, que era el apodo de Mauricio, y le tiro con todas sus fuerzas un golpe en el mentón que casi lo derriba.  Luego, por arte de magia, disparó el puño  izquierdo al estómago del que ya no era un contrincante sino un costal de arena flácido, sin guardia y con las piernas tambaleantes como fideos. Se oyó un fuerte resoplido, primero, y luego un impacto contra la tierra de la placita donde se habían reunido los partidarios de Mauricio para celebrar el triunfo que les había prometido el cabecilla. Mas, los que al principio habían vitoreado a su púgil, ahora permanecían  en silencio con los ojos desorbitados e incrédulos. Al ver que Mauricio tardaría algún tiempo en recuperarse, Marquito le escupió en la cara y se marcho vociferando y limpiándose la sangre con el dorso de la mano. Después de ese percance todos sabían que el diminuto Mc Pérez no solo pegaba como patada de mula, sino que resistía los ataques como un toro.
Pasó el tiempo y por los gimnasios del barrio, y luego los de todo el estado de California, corrió la sangre en riachuelos los gimnasios y arenas por donde pasaba el joven Pérez que a los dieciocho años se había convertido en un atleta carnicero e inmisericorde. En pocos años ya tenía en su cuenta los campeonatos del ayuntamiento donde había nacido, el campeonato de pesos ligeros del estado de  California y el primer lugar de las eliminatorias para participar en los Juegos Olímpicos.
Cuando derrotó al Pelirrojo Floyd Moore, que era el boxeador más prometedor de todos los EEUU para representar la categoría de los pesos wélter en las próximas olimpiadas, todos los entrenadores y promotores del boxeo pusieron el ojo en el correoso e invencible Rudo Mc Pérez. La participación que tuvo El Rudito en las Olimpiadas fue devastadora. Derrotó a todos sus contrincantes por nocaut  en el primero o segundo round. El medallista de oro volvió  envuelto por la gloriosa aureola que le había dado su excelente participación deportiva. Daba entrevistas en inglés y renegaba contra el país vecino cuando le preguntaban por el origen de su apellido. Su familia estaba feliz y orgullosa de él. Su padre, que se dedicaba a la venta de pollos rostizados, decidió ampliar su comercio pidiendo un préstamo al banco. El día de la inauguración de la nueva sala del restaurante familiar se develó una placa de bronce con el nombre de Marco Antonio Pérez García “El Rudito Mc Pérez”- Campeón de Boxeo. La decoración del local contenía una colección muy buena de las fotos del exitoso púgil, y haciendo un recorrido desde la puerta de entrada hasta el amplio salón de fiestas, que era el lugar más amplio y lujoso del establecimiento, se podía ver toda la trayectoria boxística de Marco Antonio. Su padre decía que el puro nombre que le habían puesto al hijo menor de una familia numerosa ya olía a fama, que Marquito había traído al nacer la fortuna debajo del brazo. El lugar estaba a reventar y todos los presentes se morían de ganas por celebrar y comer a costillas del nuevo rico, pero tuvieron que esperar a que se descubriera el mural que se había pintado en honor del campeón olímpico. Un artista callejero de gran talento había cogido una foto del periódico, donde aparecía el Rudito, y le propuso al pollero plasmar en un muro el momento de la gloria de su hijo recibiendo su medalla olímpica dorada. El resultado fue un fresco al estilo callejero pero con sorprendente equilibrio y gusto, incluso alguien se atrevió a decir que habían copiado la geometría de un mural de David Alfaro Siqueiros, lo cual hizo que se marcara una gran sonrisa de satisfacción en la cara de Fernando Pérez  Aguilar y su esposa Laurita dueños del local y progenitores del campeón.
Pasaron los meses y los triunfos vinieron uno tras otro, no había boxeador extranjero o americano que pudiera impedir el imponente paso que llevaba el Rudo Mc Pe, como empezaron a llamarlo lo promotores, hacia el campeonato mundial de los pesos wélter. El nuevo entrenador de Marco Antonio, Ángel Dantés, estaba empeñado en que dejara de ser un matarife estático capaz de matar un buey a golpes, para transformarse en un esgrimista-bailarín de la clase de Sugar Ray Leonard o el mismísimo Cassius Clay. Al principio Mc Pe se negó rotundamente a bailar y desplazarse sobre las puntillas de los pies. Las primeras veces interpretaba los saltitos y alternancia de las piernas como una cosa ridícula y lo interpretaba como una mariconada, pero poco a poco se fue desentumiendo, sus piernas y cadera adquirieron más soltura y agilidad. Un día sintió de pronto la aceptación del público que ahora no esperaba que le destrozaran la cara antes de que derribara a sus rivales, sino la demostración del boxeo defensivo y el ataque, además de los potentes impactos que hacían desplomarse como tablas a los contrincantes. Se comenzaron a publicar artículos sobre el nuevo representante del boxeo americano, se le nominó para boxeador de la década y para eso se incluyó en una famosa revista de boxeo toda su trayectoria pugilística.
Una ocasión, saliendo de su casa de dio de narices con una vecinita que el siempre había recordado por su sonrisa de ángel. Se llamaba Jane Díaz y tendría, según su cálculo, unos diecisiete años. Antonio era un hombre de pocas palabras y nunca había tratado con mujeres, por eso se estremeció cuando vio a tan solo un metro de distancia a una joven rubia de ojos verdes, con  un cuerpo tan atractivo que hubiera dejado impávido al más atrevido de los hombres. Bajó la mirada y quiso pasar de largo pero ella lo detuvo y le preguntó que si él era El Rudo Mc Pérez, el contestó que sí, ella le dijo que lo admiraba mucho y que pensaba que pronto sería el campeón de todas las asociaciones de boxeo. Él se sonrojó y sacó fuerzas de lo más hondo de su ser para decirle tartamudeando que sería campeón del mundo, sólo si ella, aceptaba casarse con él. Ella lo besó.
Un mes después se celebró la boda con aspaviento y lujo en uno de los más caros restaurantes de San Diego. Asistieron grandes personalidades del mundo de la farándula y el deporte. Se echó la casa por la ventana y todos los periódicos publicaron en la primera plana de la sección de sociales el gran acontecimiento. En las fotografías aparecía la pareja sonriente y feliz.
Para cumplir la promesa que le había hecho a su esposa, pues era un hombre de palabra, Marco se puso a entrenar como nunca y le pidió a su promotor que formalizara lo que ya era inevitable: el encuentro con el Súper Monarca de todos los cinturones de todas las organizaciones de boxeo habidas y por haber.
Cuando llegó el día de la pelea, Marco Antonio salió de los vestidores hacia el ring, pero antes de subirse al cuadrilátero, fue a darle un beso a su amada esposa y le dijo murmurando -“El cinturón me lo pones tú”-, y fue verdad, porque no pasó ni un cuarto de hora de riña cuando fue necesario llevarse al ex campeón al hospital y declarar al Rudo Mc Pe soberano invencible y dueño de todos los fajines del peso wélter. Jane, haciendo lujo de su gran atractivo y de una hermosa sonrisa de felicidad, le puso el cinturón a su cónyuge tal y como se lo había pedido.
En un pueblito mexicano de las montañas de la Sierra Madre Occidental de nombre Aguaje, como la fruta que crece en regiones tropicales y húmedas,  había también un boxeador que pronto se cruzaría en el camino de Marco Antonio. Mientras el monarca disfrutaba de la fama, la admiración y el cariño de los americanos, Chava Valdés, que era como se le conocía al gladiador mexicano, corría por las cuestas y pendientes de las montañas para luego dedicarse más de dos horas a cortar leños y transportar cargas pesadas sobre su espalda.
Salvador Valdés Chávez entrenaba en un pequeño gimnasio de su pequeño pueblo chihuahueño y un día se lo llevaron para disputar el campeonato nacional y lo ganó. Luego, se fue a disputar el puesto de retador oficial del campeón de la Asociación Mundial de Boxeo (WAB) y de la Asociación Internacional de Boxeo (IFB). Tuvo que enfrentarse al invencible, hasta ese momento, Steve Cazamayó originario de Puerto Rico. En un encarnizado combate, Salva  ganó por decisión dividida de los jueces con la mínima diferencia de un punto y se convirtió de la noche a la mañana en el aspirante oficial al título mundial supremo.
El encuentro entre  Rudo Mc Pe y Cara de Piedra Valdés se fijó para el 16 de septiembre, y fue tal vez un error o tal vez un presagio, porque Salvita Valdés iría preparado como nunca y con hambrienta sed de victoria. Triunfo o muerte, era su consigna.
Llegó el momento tan esperado y decisivo, en el Madison Square Garden había dieciocho mil almas expectantes esperando el inicio de la riña. Tocaron el himno nacional mexicano interpretado por un grupo de mariachis y un charro adorado en todo el Mundo, que se había ofrecido para cantar gratis porque sabía que si él iba a decirle a “Cara de Piedra” que todo México estaba con él, entonces el ídolo mexicano ganaría por puro orgullo patriótico.  Luego, se ejecutó magistralmente el insigne y celebre himno de EE.UU que cantó una de las estrellas de color  más distinguidas de América del Norte.
El réferi llamó a los peleadores al centro del cuadrilátero para darles las instrucciones habituales, Marco no miró directamente hacía la cara de su retador, pero tampoco bajo la mirada, bien sabía que nunca se debe ver de frente al retador antes de comenzar la riña porque eso puede desorientar, engañar o crear falsos juicios, incluso lástima. Lo que vale es que le vas a dar una tunda al osado que se ha atrevido a medirse contigo, -se decía Mc pe a sí mismo-, eso lo sabían todos.

Salva estaba tranquilo e inmutable, su cara de guerrero azteca lo hacía parecer una estatua de bronce, además tenía una expresión del rostro férrea  e inexpresiva, quizá milenaria y oxidada por el viento de las montañas. Tenía  una cicatriz en el pómulo izquierdo que parecía una grieta, era la marca que le habían dejado unos enemigos después de haberle atacado con un machete cuando transportaba una carga de leña.
Sonó la campana y comenzó el primer asalto. El campeón salió disparado y dispuesto a terminar con su adversario, el cual comenzó a dar vueltas como cangrejo. Marco Antonio giraba, revoloteaba, recorría cientos de veces los rincones de la lona, y al mismo tiempo, iba soltando sus mortales golpes rectos, ganchos, jabs, uppercauts y volados, pero Chava no daba muestras de dolor, parecía que ni siquiera percibía los golpes que le propinaban. Al término de los primeros tres minutos Mc Pe solo recibió cuatro impactos, muy dolorosos claro, pero no era nada en comparación con lo que él le había recetado a la Piedra Valdés.
Fueron avanzando los asaltos y, poco a poco, al Rudo Marco le surgió la sensación de que tenía enfrente a un guerrero jaguar de la época del imperio Azteca, algo le dijo en el fondo que esa era también su esencia; que él había surgido de la misma tierra con las mismas cualidades de los minerales; que su carácter y su fuerza venían de los más profundo del maíz, los frijoles y el chile. De pronto tuvo miedo, sudó frío. Había comprendido que la vida le había puesto un reto que no podría superar porque mientras él cambiaba la lucha a muerte por el baile y la gimnasia, Salva había seguido luchando en la guerra. Valdés no había parado de combatir la adversidad, había seguido guerreando contra todo tipo de enemigos e invasores, en cambio el se había dormido en sus laureles. Gozaba de las comodidades y el reconocimiento que le daba la fama y una Nación de cuento de hadas que convertía a cualquier anuro en príncipe. Se reprochó el no haber parado a tiempo: el no haber despertado del paradisiaco sueño americano.
A la altura del octavo round, Cara de Piedra ya era un Jaguar armado de cuchillos de obsidiana, su cuerpo era de jade con tonos rojizos y en la cabeza llevaba un plumaje psicodélico que se balanceaba de forma hipnótica y cuando disparaba los golpes se oía el sonido de un cascabel. Marco Antonio se desmoronó en el noveno. Cayó y no se pudo levantar a la cuenta de diez, sus ojos estaban perdidos y veían como en una pesadilla que sobre el volaba la sombra de un águila que se disponía a devorarlo.

En la rosticería del señor Fernando Pérez García  imperaba el silencio, la gente se había quedado con el pollo masticado a medias en la boca, se miraban unos a otros con sorpresa, el televisor parecía haberse congelado y solo mostraba la imagen del cuerpo tendido del ex campeón. Una lágrima de plomo caliente recorrió la mejilla de la Señora Pérez, que no sabía si lamentaba más que su hijo estaba inconsciente en Las Vegas, o que habían perdido el titulo y honor de la familia. Todo mundo gritaba maldiciones contra el maldito mexicano que se había atrevido a llevarse el fajín de incrustaciones, joyas y escudos que avalaba la certificación de soberano de los pesos livianos del Mundo, a México. Entre tanto alarde, furia y lágrimas, un espalda mojada cansado y viejo, cuarteado por el trabajo de la pisca y la mala vida de brasero, sonreía con satisfacción y sus ojos mutilados por el sol de los campos miraban con ilusión un firmamento inexistente mientras sus labios repetían con un dulce y embriagante susurro “Se ha hecho justicia, se ha hecho justicia, Virgencita de Guadalupe”. 

Juan Cristóbal Espinosa Hudtler












lunes, 10 de febrero de 2014

Dibujante de almas


Le gustaba describirlos, pero de una forma especial porque para él no era suficiente trazar con unas cuantas frases el retrato o aspecto interior de sus personajes, más bien lo que le interesaba era encontrar una clave que expusiera su alma, que la reviviera tal y como se revive una imagen en una cinta de película en un laboratorio fotográfico. Por eso, permanecía horas y horas dándole vueltas a la figura de sus personajes hasta que encontraba algo especial y lleno de esa esencia que revelaría lo más intrínseco de su héroe. Como la tarea de la apreciación era tan larga, este hombre no escribía mucho y tampoco era muy comunicativo, se llamaba Vicente. Era bajito, muy enclenque, con un pelo espeso y gran copete, de aspecto limpio y cuidado. Lo conocían todos porque al saludarlo en las cafeterías o los bares, sus conocidos siempre le preguntaban sobre lo que escribía en ese momento, él respondía con voz aguda y convincente  que estaba consagrado a un tratado sobre el espíritu de los pobres. Se le tenía como un filántropo que rescataba a los desamparados para convertirlos en titanes literarios y su método era asombroso, ya que cuando encontraba  a un pordiosero  se detenía en seco y se ponía en cuclillas a unos cuantos metros del desgraciado y comenzaba la tarea de la observación y traslación osmótica. Los transeúntes que rara vez ayudaban con alguna moneda, no se daban cuenta del proceso de simbiosis espiritual que sucedía en ese momento frente a sus narices. El fenómeno que le acaecía era la levitación que actuaba solo en su alma porque su cuerpo permanecía sujeto a la acera, esa elevación era más que espiritual, era una sensación metamorfosea,  sentía que se salía de sí mismo y se trasladaba al otro cuerpo, luego penetraba en el otro armazón de carne y hueso y empezaba a percibir los acontecimientos más tristes de la vida del otro ser. Pasadas unas horas se terminaba el proceso de teletransportación y volvía en si. Cuando se filtraba de nuevo en su propio cuerpo, traía consigo una infinidad de impresiones que acomodaba en su espíritu, para analizarlas después. Poco a poco se iba incorporando tal como lo hacen las mariposas recien nacidas al salir de su dura y frágil armadura. Algunas veces se daba cuenta de que algunos distraídos le habían dejado unas monedas a sus pies, entonces las cogía y con mucho cuidado se las entregaba al ser abandonado que hacía unas horas había sido objeto de su análisis místico. Luego, Vicente se iba a su casa y no salía por varios días, incluso semanas. Trabajaba en su pequeño estudio, tenía sus cuadernitos de pasta dura acomodados por fechas en su estantería, además había todo un tratado de los sentimientos humanos elaborado por el mismo, las obras completas de Freud y la biblia. Era muy paciente y escribía con excesivo cuidado, su lentitud  no era tanto por cautela sino porque destilaba las historias de una forma sosegada y esporádica. Un día salió de nuevo a la calle urgido de una sensación especial que le permitiera escribir algo asombroso e impactante pero todos los desvalidos que encontraban en su camino no le servían para el fin que perseguía. De pronto sintió que se alejaba de su barrio y que un efecto de telequinesis lo conducía hacia algún lugar, se dejó llevar y poco a poco fue distinguiendo al ser que lo arrastraba. Era una mujer joven pero con una vida trágica, tal vez la más trágica que conocía él hasta ese momento. Voló a su encuentro, incluso comenzó su viaje astral de forma anticipada para mezclarse con el alma de la mujer antes de verla. Así fue, cuando el cuerpo de Vicente llegó hasta donde estaba la joven, él ya tomaba notas de los sufrimientos de ese espíritu maltratado y oprimido. Así permaneció sentado al lado de la mujer marchita. Pasaron las horas, luego los días, después las semanas. Tenía a sus pies, acumuladas, varias pilas de monedas acomodadas escrupulosamente, a su lado la mujer dormía un sueño profundo del que de vez en cuando salía para exhalar un hálito de alma.


Vicente parecía una de esas estatuas vivientes que abundan en los parques y plazas de las grandes metrópolis. Al pasar a su lado algunas personas lo reconocían y le dejaban de manera simbólica una moneda. Cuando alguien preocupado  preguntaba si estaba bien que el escribiente permaneciera allí tanto tiempo, la respuesta era que no había motivo de preocupación, que seguramente esta vez sí crearía un personaje de la talla de Madame Bovary pobre, o una mísera Anna Karenina, o la menesterosa Lady Chatterley, o algo aun más trascendental, quizá.  Pasó mucho tiempo y Vicente se integró al hormigón de la acera y quedó incrustado en el muro en el que se recargaba. La mujer hacía tiempo que había desaparecido.

JCEH


miércoles, 5 de febrero de 2014

Poemas eróticos II



La más bella diosa del entarimado

Vi tu pelo, borde de olas doradas
tu cuerpo, de gacela engalanada
tus senos, lunas mellizas nacaradas.
Eras flujo de pasión contenida,
sueño eterno, inalcanzable, dulce.
Tus labios desflorados, tiernos cerezos,
sonreían, se burlaban, me llamaban.
Entré en tu corazón con la ley de Dios,
salí de tu cuerpo tentado por el mal.
Redimido por la confesión, acepté
hacerme esclavo de tu vulva suave,
de tus colinas carmesí y tus valles.
Vivo enseñoreado, te poseo,
te pertenezco, camina a mi lado,
duérmete conmigo, contigo, sin mí
seamos dos, un cuadrúpedo defectuoso,
enredo de carne, ovillos de almas,
fluidos desgañitados, gritos derramados.
Tus grandes dotes sobre el escenario,
lenguas salivosas deseándote allí,
y yo, el único, gozándote aquí.

JCEH


Poemas eróticos


¿Qué es para ti poesía?

Poesía es lo que despiertas en mí ser
El torrente de palabras excitantes,
elocuentes, dulces, aterciopeladas
Es todo lo que explota dentro de mí,
 la química espiritual de la carne,
 presteza y exactitud de la lengua
y  la prisa de mis miembros por amarte
real, sustanciosa o imaginaria;  
sueños efímeros de placer eternos,
deseo contenido y goce celestial
Poesía es tu cuerpo expuesto aquí,
claro, desnudo y unido al mío.

JCEH



martes, 4 de febrero de 2014

El eterno Don Juan


En realidad ya no recordaba de dónde había sacado su genial idea. Tal vez de uno de los cuentos de Allan Poe, de Robert Louis Stevenson, de Oscar Wilde o de un desconocido escritor de misterio que había dejado un cuento escalofriante sobre un hombre que había logrado conservarse joven evitando relacionarse con sus conocidos de la infancia y con las personas que envejecían a su alrededor. La cuestión era muy sencilla, lo único que tenía que hacer era ir borrando todo lo que le recordara el paso del tiempo. También, había visto una película con el titulo de “Pide al tiempo que vuelva” protagonizada por el guapísimo artista Christopher Reeve quien después por un accidente se había quedado en silla de ruedas.
Él había aprendido bien la lección: “No dejar ningún rastro que le permitiera recordar el pasado”.          En un pequeño cuadernillo tenía unas formulas matemáticas y unos dibujos en los que se veía una red horizontal de líneas de bolígrafo en la que descansaba una esfera creando una hendidura, más adelante había anotaciones de la relación matemática entre las líneas del tiempo, que eran las rayas telaraña de la red, y el espacio, que era la esfera. Había, además, algunas citas de personajes famosos y unos dibujos trazados rápidamente pero con una gran concepción de la forma y el espacio. Por aquel entonces decidió permanecer joven tanto física como mentalmente.

Primero, elaboró una dieta balanceada y unos hábitos para mantenerse en forma, después, excluyó de su vida los excesos y estableció un horario para realizar sus comidas, por último, cambió su vocabulario descartando  el uso de palabras que se refirieran a los días, meses, fechas, al apresuramiento y todas las que le produjeran estrés. Hubo algunas cosas que le comenzaron a estorbar, una de ellas era el trabajo que lo desgastaba y mermaba con devastaciones irreversibles, por eso renunció  en cuanto reunió una modesta suma para meterla en el banco y vivir de los intereses. Acto seguido, decidió cambiar de lugar de residencia cada año para no ver las consecuencias del paso del tiempo en los vecinos y personas allegadas. Se deshizo de todas sus fotografías, diarios y pertenencias de la infancia y juventud, rompió relaciones con todas las personas que le despertaran la más mínima duda de su éxito en la empresa que se había propuesto. Empezó a evitar los espejos y los cristales que le permitieran verse reflejado en ellos, se ponía mascarillas y cremas para conservar la consistencia tersa y joven de la piel. Bebía con puntualidad sus porciones de agua y no se exponía demasiado al sol para que la piel no se le degenerara. Usaba todo tipo de ungüentos y compraba colágeno y sustancias rejuvenecedoras. Por su constante movilidad no tenía amigos y las personas con las que se relacionaba lo olvidaban después de que por vez consecutiva cambiara de residencia. En alguna ocasión le sorprendió saber que algunos de sus amigos habían muerto o se encontraban en una situación paupérrima por la vejez, pero él seguía con sus estrictas reglas para que el tiempo se detuviera y no le afectara. Las personas que lo veían le seguían el juego diciéndole que tenía muy buena apariencia y que no se le notaba la edad, que estaba hecho un jovenzuelo, que era un buen partido para cualquier jovencita veinteañera, y cuando se marchaba a sus espaldas decían: Pobre anciano, habrá perdido la razón. Qué lástima que no tenga a nadie que se pueda ocupar de él.

JCEH




Problemas de la vista


Se me apaga la luz

Su caso no es grave,- dijo el doctor con cara de indulgencia-, lo que pasa es que es muy extraño. Seguro que usted ha oído hablar sobre los problemas más comunes de la vista como el astigmatismo, que impide que la persona enfoque bien los objetos que mira, es un defecto de la retina, ¿sabe? También está la miopía, que es una deficiencia que hace que tengamos que llevar esos horrorosos lentes de fondo de botellón y que dan pie a una infinidad de bromas y burlas en nuestra lengua. No se olvide de que con la edad algunas personas empiezan a mostrar problemas de hipermetropía y les es imposible leer de cerca, ¿ha visto como algunas personas van alejando los libros o los diarios hasta la distancia de medio metro para poder leerlos?
Pues, como le decía, su caso es único y no sé como considerarlo porque una infección no es y un defecto de la vista, tampoco. Mire, ya le he revisado muchas veces el tamaño de la pupila, su forma de dilatarse, el iris lo tiene bien, pero pasa algo en el interior es como si sus ojos fueran una linterna y fueran perdiendo energía, es como si se estuvieran apagando. Cuando le revisamos el sistema nervioso no encontramos nada que nos diera una pauta para diagnosticar un principio de ceguera  por algún trauma o bloqueo nervioso. Por lo regular, la luz entra por los ojos y es cómo podemos ver los objetos. Lo que le pasa a usted es completamente lo contrario, sus pequeñas pupilas en lugar de recibir los rayos de luz, los emiten pero se está acabando la energía que los ilumina. Si usted fuera un robot o un coche le cambiaríamos el acumulador o el cargador, pero es usted una persona y mientras no descubramos la razón de la disminución de esos rayitos de sus ojos, no podremos hacer nada. ¿No será que le faltan ilusiones?  Cuénteme  ¿cómo era su vida cuando veía bien, tenía sueños o proyectos?
Creo que si lo razonamos  un poquito más nos daremos cuenta de que su problema es, tal vez, espiritual. ¿Por qué no? ¿Qué acaso no ha oído esa frase que dice que los ojos son el espejo del alma? Si es así, entonces usted está perdiendo las ilusiones, ¿no cree?
Tendríamos que investigar si no es un problema de alimentación, ¿Y si hay alimentos que le llenan de energía sus ojos? Pruebe con algo que le guste y que le dé satisfacción y placer, ¿un pastel? ¿No? ¿Y qué tal una carne con papas y mucho chile? ¿Ni así?  Dios mío, ¿es que no hay nada que pueda devolverle la luz? Entre más pienso me oprimen la inquietud y la zozobra. Me parece que ya sé que es lo que pasa. Usted se niega a ver, esa es la única razón. A ver, dígame si hay algo que usted no desea hacer, entender, negar, aceptar o ignorar. Debe de haber algo que le produce esta reacción.
 En realidad tiene que cambiar su forma de pensar y ser más optimista, le diría que tiene que ver la vida de otro color pero sin su colaboración pronto no distinguirá ningún color. Le voy a prohibir que ingiera alimentos desagradables, que tome alcohol o drogas y, lo más importante, encuentre una ilusión, ¿de acuerdo?

-El hombre salió sin despedirse del doctor y con el poco resplandor que tenía en los ojos y la mirada fija, se alejo pensando si hay en esta vida una forma de encontrar ilusiones cuando te has divorciado, no te alcanza el dinero para pagarle los alimentos a tu ex esposa, no te llaman de ningún lugar donde has dejado tu curriculum, comes dos veces por semana y te encuentras en los huesos y, para colmo, has tenido que rematar en un anticuario el reloj que te regaló tu abuelo (herencia que pasó de generación en generación) para pagar la consulta de un oftalmólogo que no te puede cambiar la visión de las cosas.

JCEH


lunes, 3 de febrero de 2014

El regreso




Al final llegó al mismo sitio. Había salido de ahí hacía más de treinta años y ahora estaba sentado en la misma banca de la que se levantó para subirse al tren del tiempo y recorrer un círculo en el que cada estación en que bajó  le dejó algo: una boda, un divorcio, un nacimiento y una muerte. Su trayecto fue en el sentido del reloj y, por el efecto de las leyes físicas, envejeció más rápido; fue como si se hubiera adelantando a su propio tiempo y esto le causara un envejecimiento prematuro.  Se sentía nervioso porque estaba por llegar la mujer de su vida que, por alguna distracción, tomó el tren en dirección contraria e hizo el recorrido al revés, lo que implicó que el tiempo fuera más benigno con ella y su ruta fuera más estable y sin cambios de velocidad. Pasaron algunos minutos y él se entretuvo descubriendo los muchos cambios habidos en su ausencia. Se detuvo un vagón y salió una mujer guapa y madura que lo miró. Él se supo reconocido, sin embargo, bajó la vista y dejó que ella siguiera caminando por el andén llevándose sus recuerdos y la última esperanza.

JCEH