martes, 4 de febrero de 2014

El eterno Don Juan


En realidad ya no recordaba de dónde había sacado su genial idea. Tal vez de uno de los cuentos de Allan Poe, de Robert Louis Stevenson, de Oscar Wilde o de un desconocido escritor de misterio que había dejado un cuento escalofriante sobre un hombre que había logrado conservarse joven evitando relacionarse con sus conocidos de la infancia y con las personas que envejecían a su alrededor. La cuestión era muy sencilla, lo único que tenía que hacer era ir borrando todo lo que le recordara el paso del tiempo. También, había visto una película con el titulo de “Pide al tiempo que vuelva” protagonizada por el guapísimo artista Christopher Reeve quien después por un accidente se había quedado en silla de ruedas.
Él había aprendido bien la lección: “No dejar ningún rastro que le permitiera recordar el pasado”.          En un pequeño cuadernillo tenía unas formulas matemáticas y unos dibujos en los que se veía una red horizontal de líneas de bolígrafo en la que descansaba una esfera creando una hendidura, más adelante había anotaciones de la relación matemática entre las líneas del tiempo, que eran las rayas telaraña de la red, y el espacio, que era la esfera. Había, además, algunas citas de personajes famosos y unos dibujos trazados rápidamente pero con una gran concepción de la forma y el espacio. Por aquel entonces decidió permanecer joven tanto física como mentalmente.

Primero, elaboró una dieta balanceada y unos hábitos para mantenerse en forma, después, excluyó de su vida los excesos y estableció un horario para realizar sus comidas, por último, cambió su vocabulario descartando  el uso de palabras que se refirieran a los días, meses, fechas, al apresuramiento y todas las que le produjeran estrés. Hubo algunas cosas que le comenzaron a estorbar, una de ellas era el trabajo que lo desgastaba y mermaba con devastaciones irreversibles, por eso renunció  en cuanto reunió una modesta suma para meterla en el banco y vivir de los intereses. Acto seguido, decidió cambiar de lugar de residencia cada año para no ver las consecuencias del paso del tiempo en los vecinos y personas allegadas. Se deshizo de todas sus fotografías, diarios y pertenencias de la infancia y juventud, rompió relaciones con todas las personas que le despertaran la más mínima duda de su éxito en la empresa que se había propuesto. Empezó a evitar los espejos y los cristales que le permitieran verse reflejado en ellos, se ponía mascarillas y cremas para conservar la consistencia tersa y joven de la piel. Bebía con puntualidad sus porciones de agua y no se exponía demasiado al sol para que la piel no se le degenerara. Usaba todo tipo de ungüentos y compraba colágeno y sustancias rejuvenecedoras. Por su constante movilidad no tenía amigos y las personas con las que se relacionaba lo olvidaban después de que por vez consecutiva cambiara de residencia. En alguna ocasión le sorprendió saber que algunos de sus amigos habían muerto o se encontraban en una situación paupérrima por la vejez, pero él seguía con sus estrictas reglas para que el tiempo se detuviera y no le afectara. Las personas que lo veían le seguían el juego diciéndole que tenía muy buena apariencia y que no se le notaba la edad, que estaba hecho un jovenzuelo, que era un buen partido para cualquier jovencita veinteañera, y cuando se marchaba a sus espaldas decían: Pobre anciano, habrá perdido la razón. Qué lástima que no tenga a nadie que se pueda ocupar de él.

JCEH




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