martes, 18 de febrero de 2014

Atrapado


¿Cuánto tiempo llevo aquí metido? La verdad, no lo sé. Este lugar está muy tranquilo, no hay ruido, no hay gente, no hay nada. Podría intentar describirlo pero no lo veo y, por desgracia, tampoco lo siento. No puedo moverme porque estoy paralizado y me temo, eso es lo que me está preocupando cada vez más, que no puedo respirar: mi abdomen no se mueve, ni mi pecho tampoco. Todo está en silencio, la última vez que escuché una voz fue hace tanto tiempo que ahora no sé con exactitud si eso sucedió en realidad. Bueno, han aparecido otras voces pero son, cómo las llamaría, ah, sí, virtuales. Yo no entiendo muy bien eso pero un día tuve un sueño en el que una voz me decía - “estás en un sueño virtual”- luego me daba unas instrucciones y consejos que no entendí para desaparecer seguidamente.
Sueño mucho, sobre todo estos últimos días. Creo que más bien, todo el tiempo estoy soñando y cuando creo que estoy dormido, estoy despierto en realidad. Cuando despabilé y abrí los ojos, es decir cuando asimilé que estaba inmóvil y atrapado en este lugar, creí que estaba en estado de coma. Sin embargo, el coma es un estado vegetativo en el que una persona vive gracias al funcionamiento de su  sistema nervioso  central, yo en cambio sé que podría mover mis piernas y brazos si estuviera en un espacio más amplio. Además, está la actividad mental, tengo la creencia de que una persona que ha caído en ese estado de pérdida de la conciencia, no puede pensar. Yo en cambio llevo aquí unos días y he ido recordando poco a poco mi identidad. Sé perfectamente que soy un hombre importante y famoso, que soy rico y que fui el gobernante de una gran nación, que hice un negocio que me dejaba un montón de dinero, incluso en mi casa tenía un parque de diversiones y un zoológico.  ¿A qué me dedicaba exactamente? Ya lo descubriré con los días.
Ayer, me pregunté si esto no sería la muerte pero descarté la idea de inmediato, es que si estuviera muerto, ya habría tenido una entrevista con San Pedro, que con mucho gusto me habría guiado al reino del Señor. Tampoco estoy en el infierno porque este lugar es friísimo, estoy completamente congelado, en el infierno ya habría tenido un encuentro con algún diablo y aquí no hay absolutamente nada.
Si no estoy muerto, no estoy en coma y no estoy dormido, qué condición tengo, ¿alguien me lo podría explicar?
Hace poco me he visto a mi mismo comiendo en un restaurante de lujo. Primero, pido una gran ensalada, luego carne magra y bien asada, la comida es muy rica y hay un montón de gente a mí alrededor, al parecer son mis sirvientes porque me tratan con una gentileza excesiva y me dicen patrón, amo, jefe, etc.
 Una joven mulata muy guapa y de proporciones suculentas se acerca a mi mesa y me trae una botella de vino espumoso en una cubeta llena de hielo. Se sienta a mi lado y permanece así largo tiempo. De vez en vez se gira un poco restregándose contra mí mientras yo veo como se transforman en globos enormes sus senos reflejados en el sudoroso metal grisáceo del balde que tengo enfrente con una  botella negra que saca una nubecita de vapor. Le pregunto que si me puede traer otra botella, ella me contesta que no es la camarera y que su trabajo es otro. Me mira con sensualidad y me muestra más sus prominentes curvaturas. En fin, media hora después descubro que en realidad estaba muy lejos de ser del grupo de mayordomos o servidumbre de la casa porque se conduce casi como la dueña. Lo que me dice me deja perplejo. Me comenta que el juicio, en mi contra, se abrirá de nuevo y que mi abogado está listo para llevar mi defensa. ¿Mi defensa? ¿Pero cuál es el crimen?  Ella me mira cariñosamente y dice:
“Es esta semana, mi amor”. - No entiendo nada. ¿A qué semana se refiere? ¿a esta que corre en el tiempo real, o la semana en el tiempo del sueño?
Anoche vi de nuevo mi casa, a mi familia, a todos mis amigos. Fue, a pesar de todo, un buen sueño, aunque había un asesinato, no, no era ahí mismo, más bien  yo daba la orden de que se ejecutara a alguien. Una hora después me decían que la ejecución se había cumplido como siempre. ¿Cómo siempre? ¿Eso quería decir que el asesinato era algo habitual en mi vida? Se lo pregunté al General que se encontraba frente a mí y me miró con gran desconcierto. Incluso me preguntó que si me sentía bien, o que si había dormido la noche anterior. Para no meter las cuatro patas hasta el fondo, le  dije que estaba bien, que no pasaba nada; un descuido nada más. Sin embargo, necesitaba aclarar toda la verdad de la forma más rápida posible porque, como se me había anunciado, me quedaba una maldita semana para declarar ante el juez. A partir de ese momento comenzaron a surgir de una manera vertiginosa todos los recuerdos. Pude ver todo como en una presentación de diapositivas, incluyendo el sonidito ese del clic, toda mi vida se fue rehaciendo en pequeños cuadritos de colores. Ante mis ojos pasaron las fotografías de mi infancia, mi adolescencia, mi juventud, mi madurez, mi vejez y, una cosa que no entendí, mi muerte. Según las imágenes, yo había vivido más de noventa años, son muchos chuchos, la verdad. Me había acompañado en mi sepelio una marea de gente, todos con pancartas y gritando cosas obscenas acompañadas de cánticos que no podía reconocer o entender. Recuerdo que podía leer las pancartas pero el mensaje estaba tan borroso que era imposible deducir lo que decían. Lo que si me quedó muy claro es que las personas tenían expresiones violentas; unos gritaban, otros hacían señas con el dedo medio de la mano otros levantaban el puño de forma amenazante. No comprendí nada.
Apareció de nuevo la morenaza. Al principio me excitó su presencia y quise tocarla pero no habló y desapareció rápidamente, me dejo la impresión de que se había desvanecido como un fantasma, lo que interpreté como mal agüero. Un poquito después vino un hombre con bata blanca. No lo reconocí porque no lo había visto jamás, aunque su voz me sonó muy familiar puesto que tenía el mismo tono y acento de la otra voz que me había informado que yo estaba en un sueño imaginario. Me habló y al hacerlo se tornó muy real, era como si hubiéramos cambiado de una dimensión biplana a una espacial tridimensional.
Era moreno, no muy alto, iba bien peinado y perfumado, más parecía un juez que un galeno.
-Seguro, ya lo sabe, ¿no?- dijo con mucha seguridad.
-¿Qué? ¿Qué cosa?- grité angustiado y silenciosamente porque el alarido salió en forma de pensamiento, era muy raro porque solo yo oía mi voz.
- El juicio, qué otra cosa. Será esta semana. Lo único que tiene que hacer es ver todo lo que se le muestre en las sesiones de cine como la que tuvo hace unos días y recordar, recordar los detalles con exactitud. Su abogado le hará muchas preguntas, así que ponga mucha atención y sea cuidadoso.
No me dejó responder y se fue, mejor dicho se esfumó.
Después de esa desagradable y cortísima conversación con el mequetrefe de la bata he visto cosas horribles. Demasiada sangre, mucha tortura y castigo, violencia física, acoso sexual y psicológico, sadismo, lujuria y demencia. Dios, todo ordenado o ejecutado por mí mismo. He visto el poder de mi mano regia y cruel. No he tenido misericordia de nadie y he castigado cualquier contradicción a mis órdenes e ideas. Y pensar que solo hace un mes tuve la inocente convicción de que podría acercarme a San Pedro. Después de lo que se me ha revelado, creo que ese hombre de blanco es el mismo demonio que viene a por mí. He pensado al principio que este sitio es el infierno pero no lo es, me lo dijeron ayer. Vino otra vez ese imbécil y me dijo que ya faltaba poco, que solo estaban pendientes las formalidades médicas y que todo estaba dispuesto para empezar el proceso legal.
Llegaron por la mañana y me despertaron. Lo que vi me desorientó mucho porque esta vez si había gente y yo podía discernir. Los colores eran reales, mi cuerpo también. Al principio me costó mucho trabajo moverme porque mi cuerpo está decrépito, débil, arrugado y muy flácido. Me han sentado en una silla de ruedas y unas enfermeras me han puesto un uniforme militar. Las medallas que tengo colgadas al pecho dan la impresión de que soy un perro de esos de las exposiciones caninas y que tengo mucho pedigrí.  Cuando he pasado por el pasillo del hospital he visto aparatos rarísimos, el personal médico es extraño. Lo peor ha sido salir del hospital, si es que a esa masa de hormigón y cristal de forma rarísima se le puede llamar hospital. Estoy en un aparato muy cómodo y me han dicho que en unos cuantos segundos estaremos en la sede de la ONU en Nueva York. Yo no les digo que conozco ese lugar y que cuando fue construido yo tendría unos veintitantos años. Hemos llegado. ¿Cómo es posible que todo sea tan diferente? Este edificio o lo que sea, no es la sede que yo había visto tantas veces. Me dicen que vamos hacia la sala donde tendremos el juicio. Me presentan a mi abogado.
-Buenos, días Sr. – me dice con una sonrisa enorme mi abogado negro.
-Buenos para Ud.- le contesto con disgusto. No me ha llamado por mi nombre.
-En unos momentos más entraremos a la sala, es una formalidad.
-¿Y qué sabe Ud. de mí?
-Todo, Sr. No se preocupe. Llevaremos el juicio a feliz resultado. Además, he visto toda la secuencia de su vida proyectada esta semana. Hay que tener mucho valor para hacer todo lo que Ud. hizo, ¿no creé?
-¿Hacer qué?
-No me salga con eso Sr. Ud., sabe perfectamente a qué me refiero – se ríe burlonamente y continua- Los asesinatos, la tortura, la estafa, la usurpación del poder, todo eso.
-lo miro con odio y me callo.
En la sala del juicio hay bastante gente, todos me miran con aberración. No hay ningún rostro conocido y la decoración parece en exceso moderna, incluso podría decir que así vivirá la gente en el siglo XXI.
El juez abre la sesión y empiezan las acusaciones contra mí, me imputan golpes de estado, matanzas, usurpaciones, narcotráfico. La lista de delitos es enorme, se han tardado horas explicando con detalle cada crimen. Yo he dejado de escucharles, lo he hecho desde el momento en que me di cuenta de que mi abogado no tiene la menor intención de contra argumentar todos los delitos que la acusación me ha colgado.
El juez me mira y me pregunta que si puedo responder a su interrogatorio. Le digo que sí, por el tono de voz reconozco al hombre del sueño virtual.
Sí, Sr Juez, pregúnteme lo que quiera.
-Mire,- me dice con parsimonia-, el jurado, antes de dictar su veredicto e imponer la sentencia, ha pedido que se le pregunte a Ud. si se considera culpable de todos los crímenes cometidos contra la humanidad. Todos estamos conscientes de que una persona como Ud. tenía un papel, que debía tener mano dura y ser rígido con el orden. Desde la masacre que se llevó a cabo en la exterminación de judíos en la Segunda Guerra Mundial, nadie había matado tanta gente como Ud. Sr. Por eso me permito preguntarle de nuevo.
¿Se confiesa culpable?
-Necesito un poco de tiempo, Excelencia. Trato de concentrarme pero no lo logro.
-Me permito- dice el Juez con mucha calma- recordarle que está semana ha tenido tiempo suficiente para recapacitar. Además, es posible que por la prontitud del caso Ud. no se imagine lo que sucede. Se lo voy a explicar lo mejor que pueda, ¿de acuerdo?
-Mire, Ud. aprovechó la situación política de su país para reunir fuerzas militares en contra de los partidos democráticos e incluso en contra del Gobierno vigente entonces. Asesinó al presidente y ocupó su lugar. Para mantener el orden en la sociedad la condicionó  a no protestar, luego se dedicó a sofocar con el asesinato cualquier intento de protesta. Mató a miles de persona, cambió la estructura de la economía de su país para que el hambre azotara a la gente y no tuvieran fuerzas para levantarse. Privatizó todos los recursos materiales e intelectuales de su patria y se los confirió a Ud. mismo o a algún miembro de su familia. Hizo muchas cosas más, como sobornar a los Gobiernos de los países vecinos, coaccionó a la sociedad para que los narcotraficantes pudieran enriquecerse. Hay muchas cosas más pero por tratarse de delitos hechos contra personas de su misma calaña, preferimos omitirlos en este proceso. Y bien, Ud. murió en el siglo XX, en vísperas  de su fallecimiento, la gente del pueblo pidió que se hiciera una donación para que con la suma reunida se pagara la conservación de su cuerpo criogenizado, es decir que todo mundo colaboró para que Ud. no fuera enterrado. Se reunió una suma muy grande, ya que cada persona tenía un motivo para odiarle a Ud. , de tal forma que se buscó una empresa que pudiera hacerse cargo de su cuerpo hasta que se pudieran dar las condiciones de su rehabilitación o resurrección, como quiera Ud. llamarlo, para que se pudiera procesarle honestamente. Permítame recordarle que como Ud. había escapado de varios juicios por delitos contra la humanidad, una organización de su país pidió crear un documento en el que se indicaran las condiciones del juicio futuro contra Ud.
-Entre otros puntos, se pidió que antes del juicio se le hiciera un interrogatorio efectuado bajo la asistencia de un perito en derecho y un psicoanalista muy calificado. Eso no lo recuerda Ud. porque lo hemos borrado de sus recuerdos.
-¿Qué dice? ¿Se imagina que mi mente es un cubo de basura donde se puede vaciar y poner cualquier porquería?
-No. No, Sr. De ninguna manera, lo que pasa es que en el test sicológico Ud. ya dio todas las respuestas y el caso es que…, Bueno, ya va a contestar o ¿no?
-Inocente- contesto con gran determinación y golpeo la mesa con la poca fuerza que tengo.
-Eso es imposible- dice el juez con una mirada muy seria- Ud. ha sido analizado, un grupo de doctores especialistas ha determinado que su estado mental y espiritual está en perfectas condiciones, si es que se puede decir eso con respecto a su conciencia, y físicamente se han restablecido sus tejidos, se han fortalecido sus huesos, se le ha dado un tratamiento especial para gozar de la salud de un joven de 25 años, el efecto lo sentirá en cuanto se confiese culpable.
-¿Sabe? Una de las clausulas del llamado “Juicio por la humanidad” exige que sea Ud. ejecutado a través de una inyección letal las veces que sea necesario para pagar por las victimas que Ud. mató. Es decir, que lo condenaremos, lo ejecutaremos y lo volveremos a rehabilitar para volverlo a sentenciar y ejecutar hasta que los recursos económicos con los que contamos, se terminen. Esta misma clausula aclara que en caso de que su organismo se acostumbre a estas condiciones de morir y resucitar, se aplicará la clausula inmediata siguiente, que se refiere a la congelación eterna o hasta que se terminen los recursos económicos de su mantenimiento en un contenedor de hidrogeno.
-¿Están locos? ¿De qué me habla?- le digo.
-¡Conteste a la pregunta! ¿Se considera culpable o inocente?
-Inocente. – Grito con todas mis fuerzas.
-Le aclaro que otra clausula del documento dice que hay un número limitado de declaraciones, por su parte, de inocencia. Por supuesto no le voy a decir cuántas son para que no haga trampas. Así que responda a la pregunta ¿Culpable o inocente?
-En ese caso me niego a seguir respondiendo a esa pregunta.- me río y miro satisfecho a los presentes que me ven con un odio mortal. Miro hacia el estrado donde está el juez y veo que me llama.
-Mire, Sr. Siento mucho decepcionarle  pero el número de intentos eran sólo dos. Así que el jurado dictamina que Ud. es culpable y la condena se aplicara de la siguiente forma…
-Oiga, ¿A que estamos jugando?- Ya no soporto más esta burla, necesito salir de aquí. No puedo más-
-¡Cállese!, Como le decía antes, Ud. será condenado por cada una de las muertes que ordenó o ejecutó por su propia mano. Para eso vamos a conectarle unos cables en el cuerpo, los cuales van a aun aparato especial que mostrara en una pantalla grande los efectos que ira ocasionando la sustancia mortal en cada parte de su cuerpo, también se le estimularan algunas partes del cerebro para que sienta la angustia que sintieron las personas que usted victimó. Le advierto que le dolerá mucho. Si llega a acostumbrarse al dolor y por un momento deja de sentir entonces tendremos que aplicar el apartado CEC 12534 que se refiere a la congelación eterna o abandono por falta de medios de sustento.
-Esto es una estupidez, déjenme ir, me niego a seguir con esta pantomima y remedo de juicio. Son todos unos mentirosos.
No sé cuánto tiempo ha pasado, estoy recostado en una cama y mis pies y brazos se encuentran sujetos por brazaletes de un metal gris rojizo. En la cabeza tengo una especie de casco, me han colocado un circuito, ellos le dicen microchip, llevo puestas unas gafas y frente a mi hay una enorme pantalla. Me veo reflejado en un espejo convexo y, aunque la imagen esta distorsionada, veo que estoy rejuvenecido, tengo la apariencia de un hombre muy joven. Se acerca un doctor y me dice que me va aplicar la primera dosis.
Primero siento solo el piquete, pero luego la sensación de dolor me invade los músculos, es como si me hubieran vertido metal liquido, ah, es muy doloroso, veo en la pantalla como se me revientan los tejidos, hay derrames. Lo peor de todo es el pavor, no, no, no quiero morir, ¡no!
Me ha dicho la enfermera que perdí rápidamente la vida y que se me ha matado tres veces, que mi organismo no es lo suficientemente resistente para completar un ciclo de diez muertes, que se me trasladará de nuevo a la lata, es decir, al contenedor.
Ahora estoy de nuevo como al principio, la única diferencia es que sé que me han dejado aquí abandonado, al parecer estoy consciente y me han activado las neuronas para que piense, ¿A dónde me llevará todo esto? ¿Qué pasará si me dejan así un año o diez? ¿No creen que es injusto? Por más cruel que se haya sido en vida, nadie se merece un infierno como este. Están violando mis derechos, esto es un crimen. Me voy a volver loco, pónganme algo, ! lo que sea! ¡Denme un sueño, por favor! ¡Háblenme! ¡No, no me dejen aquí! ¡Respondan! !Respondan! ¡Respondan!

Juan Cristobal Espinosa Hudtler






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