sábado, 10 de noviembre de 2018

El museo de dobles


Steve Goldman estaba un poco nervioso, sabía que de su poder de convencimiento dependería el éxito de la negociación que estaba a su cargo. Tenía un desayuno de negocios con el empresario más poderoso del país. Le habían dado un dossier con toda la información de las negociaciones truncadas en el pasado por especialistas de su empresa. Leyó la lista de errores cometidos por otros promotores de su organización y se aprendió a la perfección los consejos que le sugerían para convencer a Richard Miles, quien se había preocupado por desarrollarse individualmente en el arte de los negocios, incluso había hecho publicaciones que eran la base teórica de los acuerdos empresariales. El chofer lo dejó a la puerta del restaurante, un empleado lo recibió y le hizo las mejores sugerencias para desayunar. Steve pidió que le asignaran una mesa en un espacio tranquilo, alejado de los demás clientes. Se sentó en una zona reservada y comenzó la inspección, miró el sitio de las cámaras de seguridad. Le envió una nota al encargado de la vigilancia para que desconectara los micrófonos. La orden era categórica y estaba autorizada por el dueño del local. Steve sabía que Miles era un hombre muy precavido y que conocía la legislación de los derechos a la privacidad, por lo que era fundamental mantener en secreto lo que se trataría en su mesa. Se acercó el camarero y le ofreció el menú, Steve le dijo que ya conocía los desayunos y que estaba esperando a una persona importante por lo que era recomendable no interrumpirlo hasta que llegara su socio. El camarero se retiró con aspecto flemático y se paró en un sitio desde el cual vería la aparición del influyente invitado. Richard Miles llegó a la hora exacta. Entró sin prisa, como si tuviera el dominio completo del universo. Era un dios para los que lo conocían y una persona impresionante para los mirones o curiosos. Preguntó por Steve y le señalaron la mesa. Caminó con una gran sonrisa y cuando se encontraba a dos pasos de la mesa de su anfitrión, saludó con aspavientos. Luego, le extendió la mano a Steve y se dieron un fuerte estrechón. Intercambiaron algunas formalidades y Miles se sentó.
—Me da mucho gusto que hayas aceptado nuestra invitación, estimado Richard.
—Sí, Steve, la verdad es que como nos lo han planteado suena muy bien. Me gustaría que me explicaras con detalle el plan.
—Claro, Miles, para eso estamos aquí, pero antes permíteme recomendarte algo para desayunar.
—Bueno, seguro que ya sabes que me gusta el buen café y los blanquillos fritos con tocino, ¿no?
—Por supuesto, le dedicas todo un capítulo de tu libro “El arte de negociar por las mañanas”.
—Ah, no te creas todo lo que está allí plasmado. Un escritor de nuestra estirpe no siempre es una persona que sigue los principios que predica. En mi caso trato de hacerlo, pero la vida no siempre me lo permite.
—Bueno, espero que en eso de…empieza bien el día y…
—Sí, sí, claro que los tomaré y, mientras, comienzas a plantearme el asunto.
—Bueno, entremos en materia. Lo primero es lo que ya sabes. Queremos proponerte hacer una especie de museo de dobles de los famosos, algo así como el museo de Madame Tussauds, nosotros contrataríamos al personal, es decir, los dobles de los artistas famosos y lo mantendríamos en una gran plaza en la que pudieran convivir con la gente. Habría todo tipo de personajes, tanto de la historia como de la actualidad y de todos los ámbitos de la actividad humana. Tenemos un ejército de personas listas para trabajar. No sólo son muy parecidas a las personas que representan, sino que hablan como ellos y tienen unos conocimientos similares. Si alguien se encontrara con el doble de Walt Disney, se sorprendería mucho al saber que sabe dibujar, conoce toda la biografía del genio de los dibujos animados y físicamente es casi igual. Te aclaro que una vez empezado el proyecto nos pondremos en contacto con la organización de los Rielanes que están dispuestos a proporcionarnos un grupo de personas clonadas que serán idénticas al original y, gracias a las modificaciones genéticas que les harán, resultarán muy económicos en el sentido de la alimentación y el descanso. Además, serán muy rentables y superarán en creces la capacidad intelectual de sus modelos originales.
—Sí, estoy al tanto de esa organización, pero ¿crees tú que eso sea seguro? ¿qué pasará cuando la opinión pública manifieste su oposición a dicho negocio?
—Bueno, no deberías preocuparse tanto porque una parte de la legislación está en manos de tus abogados y con un poco de astucia podríamos ingeniárnoslas para hacer una ley que permita el uso y contratación de ese tipo de humanos.
El camarero se acercó y pidió autorización para dejar los platos con los huevos, las tostadas y el café. Después se retiró en silencio y Steve y Richard siguieron hablando de la negociación. Media hora más tarde, Miles salió sonriente con la imagen de los futuros centros culturales y recreativos en los que se pondrían dobles de los famosos de todo el mundo. Se imaginó a Oseki Ki el gran luchador de sumo haciendo demostraciones de fortaleza y alimentado por una cantidad mínima de arroz. Incluso pensó que podría acordar con sus socios de la industria farmacéutica que le inventaran unos nutrientes de bajo precio para personas tan voluminosas y pesadas como el campeón japonés de sumo.
Steve también quedó satisfecho, sabía que su futuro sería glorioso y estaba asegurado. Se estiró todo lo que pudo, como un gato al despertar de un sueño largo y profundo, y se acomodó las manos detrás de la nuca. Estuvo soñando con la dulce imagen de su puesto, su fama y su riqueza. Se vio firmando autógrafos, recibiendo periodistas y dando conferencias. Decidió celebrar con su esposa el acontecimiento. La llamó y le dijo que se comprara un vestido nuevo, él llevaría los adornos y, por supuesto, las flores. Charlotte recibió la pasión de su esposo con avidez. Hacía tiempo que no pasaban momentos tan ardientes juntos. A las tres de la madrugada se quedaron exhaustos y se durmieron como niños. Las semanas siguientes fueron muy activas, Steve contrató los servicios de empresas relacionadas con la moda, contactó a los mejores sastres para diseñar el vestuario de sus personajes, llamó la atención de las perfumeras para hacer publicidad en masa. La inauguración del centro cultural para el encuentro con los dobles quedó fijada, sería el cuatro de julio, el mismo día de la independencia. Se anunció un espectáculo en el que hombres como Washington y Franklin darían sendos discursos para transportar a los visitantes a los tiempos memoriales de los grandes cambios en el continente americano. Miles y Steve se volvieron a encontrar en vísperas del gran acontecimiento y tuvieron una interesante conversación.
—Me da mucho gusto que todo haya salido como lo planeamos.
—Sí, Steve, la verdad es que como nos lo han montado será maravilloso. Me gustaría que me explicaras con detalle el programa.
—Claro, Miles, para eso te he traído estos folletos, pero antes permíteme recordarte que tenemos que desayunar bien.
—Bueno, seguro que ya sabes que he reducido mis porciones de café. Los blanquillos fritos con tocino siguen siendo mi debilidad.
—En  “El arte de negociar por las mañanas” también hablas de la flexibilidad, Richard, veo que con el tiempo te empiezas a cuidar más.
—Ah, no te creas que todo lo hago por vanidad. Un escritor de mi estirpe no siempre es una persona que sigue los principios de las estrellas de cine o del Jet Set. En mi caso trato de ser lo más sensato posible conmigo mismo, pero la vida no siempre lo permite.
—Bueno, espero que en eso de…”Da lo mejor de ti, para recibir lo que mereces…”
—Sí, sí, claro que no me equivoco, ya lo comprobarás mañana.
—Bueno, entremos en materia. Lo primero es lo que ya sabes. Queremos proponerle a los visitantes hacerse selfis y vídeos de todo lo que encuentren en el museo de dobles, como si estuvieran en el museo de Madame Tussauds, nosotros contratamos un servicio sofisticado de Internet que distribuirá todo ese material en las redes sociales. Los dobles de los artistas famosos coparán la red y convivirán con la gente. Habrá todo tipo de celebridades transmitiendo los buenos principios, el amor y la comprensión. Tenemos un ejército de personas listas para enviar mensajes de buena voluntad. No sólo le desearán a la gente felicidad y éxito, sino también que sean parte de la historia. Se encontrarán con el doble de Walt Disney, les sorprenderá mucho saber que puede dibujar tan bien como el genio de los dibujos animados. Los representantes de la organización de los Rielanes nos han proporcionado a todos sus clones y serán parte de nuestra nueva unión comercial.
—Sí, estoy al tanto de eso, pero ¿crees que eso sea seguro? ¿qué pasará cuando la opinión pública manifieste su oposición a dicho negocio?
—Bueno, no deberías preocuparte tanto porque la legislación está en manos de nuestros abogados y con un poco de astucia podremos ingeniárnoslas para hacer más reformas a la ley y nos permitan el uso y contratación de ese tipo de humanos de segunda categoría.
Steve salió sonriente con la convicción de que los futuros centros culturales y recreativos serían el mejor negocio del siglo. Se imaginó a Gisele Bundchen caminando por una pasarela con bañador y pensó que podría, tal vez, relacionarse con ella e invitarla a salir a algún restaurante de lujo. Estaba desbordante de felicidad cuando una idea terrible cruzó por su mente. El mal pensamiento estaba relacionado con la fama de los empresarios traicioneros. Recordó que Miles no había sido siempre un hombre honesto y que su gran fortuna se había ido acumulando por una serie de decisiones importantes que le abrieron las puertas de la riqueza, por supuesto no habían sido resoluciones apegadas a la moral y todas carentes de ética. Un escalofrío le recorrió la espalda cuando pensó que tal vez el astuto Miles se quedaría con las ganancias de las salas de los dobles. “No seas tonto—se dijo con coraje—inventa una trampa para despojar a Miles de su dinero. Te lo agradecería mucha gente, créemelo, además tú te mereces más que él la gloria”. Steve no se pudo tranquilizar y en su casa estuvo muy inquieto. No le ayudó la valeriana y en el corto período de sueño, que pudo conciliar, su cerebro encontró una solución. Se levantó tarde y lo primero que hizo fue hablar con los encargados de la sala en la que se llevaría a cabo la conferencia de apertura. Pidió que crearan, para ese día, a una celebridad en el campo de la psicología y dio las instrucciones de lo que tendría que hacer.
A la hora de la inauguración había muchos invitados, miles de curiosos, periodistas y artistas famosos. La expectación era enorme. Llegó Miles en una limusina, iba de frac y se veía muy alegre. Se tomó muchas fotos con las modelos más guapas del mundo y se acercaron a él las copias de los políticos más populares del momento. Hubo un espectáculo impresionante de los atletas más admirados. Corredores de velocidad, nadadores, basquetbolistas, futbolistas, boxeadores y beisbolistas dejaron con la boca abierta a la gente.  Los visitantes pagaban con gusto el importe por las fotografías y las colgaban de inmediato en las redes sociales. Cuando sus “me gusta” llegaban a mil, en un gran tablero instalado en el centro de la enorme sala de exposiciones aparecía un corazón con el nombre de la persona afortunada. Los niños se acercaban a Walt Disney y éste les dibujaba a Micky Mouse o a Pluto. Había estrellas de cine de todos los géneros, protagonistas de las mejores películas de terror, de acción, de aventura y porno. El aíre estaba lleno de un perfume magnético que mantenía a la gente cerca de sus ídolos. Richard Miles no dejaba de firmar libros y los empresarios que lo veían no tardaban en acercársele para hacerle propuestas de sociedad. Para que no lo acosaran con negocios turbios se fue a buscar a Steve y lo encontró bebiendo un vino espumoso blanco con lonchas de jamón. Intercambiaron un saludo de complicidad y se acercaron para librarse de sus acompañantes.
—Me da mucho gusto que podamos apartarnos un momento, ¿dónde podemos escondernos?
—Sí, Richard, la verdad es que esto ha rebasado nuestras expectativas. Me gustaría que conocieras a alguien, es la copia de un personaje admirable.
—Claro, Steve, para eso he venido, pero antes permíteme recordarte que debemos celebrarlo a lo grande tú y yo solos.
—Bueno, seguro que ya tienes elegido el sitio, ¿no?
—En  “El arte de festejar los grandes acontecimientos…Ya sabes que el mejor…”.
—Ah, no te creo que todo lo hagas por altruismo. Un empresario de tu estirpe no siempre es una persona que aboga por la buena voluntad. En tu caso tratas de ser lo más sensato y modesto posible, pero la globalización no siempre te lo permite.
—Bueno, espero que en eso de… “No muestres lo mejor de ti, para que la gente se quede intrigada”…
—Sí, sí, claro que lo entiendo, ya se comprobará mañana.
—Bueno, entremos en materia. Lo primero es lo que ya sabes. Quiero que te encuentres en el museo de dobles como en tu casa, como si estuvieras en el museo de Madame Tussauds, nosotros hemos contratado un servicio sofisticado de Internet que distribuye todo ese material en las redes sociales, pero hay personas que tienen asegurada su privacidad. Los dobles de los artistas famosos que se fotografíen contigo, por ejemplo, aparecerán en la red con otra persona. Habrá todo tipo de retratos que saldrán en lugar de tu rostro, por eso no debe preocuparte salir con tías malas o personas de reputación dudosa. Tenemos un ejército de personas listas para cambiar tu cara o la de tu acompañante. No sólo te protegerán de la gente, sino también de los chismes y los falsos juicios.
—Sí, estoy al tanto de eso, pero ¿crees que eso sea justo para los clientes? ¿qué pasará cuando busquen su foto conmigo y no la vean?
—Bueno, no deberías preocuparte tanto porque les aplicamos una especie de bloqueo mental con unas ondas distractoras que hacen que se olviden pronto de lo que buscaban.
—Bueno y ¿dónde podemos ocultarnos de este gentío?
—Hay una sala especial que te quiero mostrar, Richard, ven por aquí.
Tardaron bastante en llegar a un anfiteatro en el que se encontraban conversando los más grandes pensadores de todos los tiempos. Miles no lo podía creer. Era como viajar a las épocas más trascendentales de la historia de la humanidad. Quiso en un principio acercarse a Sócrates, Platón y Epicuro, pero vio a Spinoza, Nietzsche y Maquiavelo, también a Tesla y Einstein, y, al final, a Steve Jobs y Gates. Se quedó pensando con quién sería mejor conversar, le asaltaron las dudas que no había podido resolver por muchos años y cuando se decidió a ir al encuentro de Simmel George para preguntarle sus grandes secretos sobre el dinero, lo detuvo en seco Sigmund Freud. Miles se quedó de piedra y, aunque sabía a la perfección que se trataba de un clon, se arriesgó a preguntarle sobre las dolencias y debilidades del alma humana. Antes de hacerlo, alcanzó a ver a su propio doble y arrollado por la incertidumbre le hizo señas a Steve para que se acercara con la magnifica copia, sin embargo, el gran psicoanalista no le permitió lograr su objetivo.
—Me da mucho gusto conocerle señor Richard Miles, ¿puedo hacerle unas preguntas?
—Sí, respetable Sigmund, la verdad es que esto ha rebasado mis expectativas. Me gustaría que me revelara algunos de sus grandes secretos, antes de comenzar con sus cuestionamientos.
—Claro, Miles, para eso he venido, pero antes permítame recordarle que debemos celebrarlo a lo grande usted y yo solos.
—Bueno, sería un gran placer, dígame ¿qué sitio elegiría?
—Ah, en “El arte de desmembrar el alma humana…Ya sabemos quién es el mejor…”.
—Ah, no se crea que todo lo que le he pirateado es para ganar dinero. Un empresario de mi estirpe no siempre es una persona genial y debe apoyarse en celebridades como usted. En mi caso trato de ser lo más sensato posible interpretando sus obras sobre la líbido y los sueños, pero ya sabe que la globalización tiene sus exigencias.
—Bueno, espero que en eso de… “No muestres lo mejor de tu alma, para que la gente se quede intrigada”…
—Sí, sí, claro que lo entiendo, ya se lo compensará la historia y yo, por supuesto.
—Bueno, entremos en materia. Lo primero es lo que ya sabe. Quiero que se encuentre en el museo de dobles como en su casa, como si estuviera en el museo de Madame Tussauds,  hemos contratado un servicio sofisticado de psicoanalistas que distribuirán material subversivo en las redes sociales, habrá personas que verán tan excitada su naturaleza animal que correrán a satisfacer sus placeres aquí con los artistas famosos. Habrá todo tipo de relaciones por dinero. Tenemos un ejército de mujeres como Marilyn Monroe, Sofía Loren y Mónica Bellucci listas para complacer a los clientes.  No sólo les proporcionarán satisfacción, sino también tratamiento psicológico ¡Imagínese!
—Sí, no estaba al tanto de eso, pero ¿cree que eso sea justo para los clientes? ¿qué pasará cuando lo sepan sus esposas y los vean en fotos colgadas en internet?
—Bueno, no debería preocuparse tanto porque a ellas las invitaremos a conocer a verdaderos Adonis con los cuales…Bueno, ya sabe, ¿no?
—Bien, muy bien y ¿dónde podría encontrarme con una de esas mujeres?
—Hay una sala especial que le quiero mostrar, Richard, venga por aquí.

Pasaron los días y el éxito del museo de los dobles fue rotundo. Nadie notó la ausencia de Richard Miles en el mundo de los negocios y se decidió que para atender los asuntos más delicados del gran magnate acudiera su doble. Steve escribió en el reglamento interno de la empresa Rielanes que estaba prohibido hacer una copia suya. Así, con el apoyo de sus clientes, socios y amigos comenzó a darle consejos de inversión a su estimado e inseparable amigo Richard Miles.

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