martes, 28 de junio de 2016

Noticia inesperada.


“Se va usted a estudiar al extranjero”. Esa frase fue pronunciada con admiración, de forma interrogativa, con envidia, con aprecio, con respeto e indiferencia; por todas las personas que la pronunciaron. Para Carolina era sólo una frase que le incumbía, aunque se la habían dicho primero a su madre y la última en entrarse había sido ella. “Te vas becada, hija, te me vas a Moscú”— con esas palabras la señora Elenita la recibió en cuanto Caro llegó. 
No supo cómo explicarse por qué había deseado con toda el alma, durante casi un año, que le dieran esa noticia, pero no esperaba que su reacción fuera diferente a la que pensaba que tendría porque, en lugar de satisfacción, sintió un escalofrío por todos los botones del vestido que la retorció como culebra. Su madre la abrazó y le dio mil besos mientras decía:

“Te lo dije mija, que te ibas a sacar esa beca por estudiosa”— Caro no quiso hacerle segunda y con actitud seca se sentó a la mesa para comer—. “¿Te pasa algo, Caro? Me sorprende mucho que después de que me hayas hecho pasar tantas noches en vela hablándome de tus proyectos, ahora no digas ni pío”. —No es nada mamá— le dijo como si sintiera un hueco en el corazón—, lo que pasa es que he tenido mucho trabajo hoy y quiero descansar.

Cuando estuvo a solas cobró conciencia de la cantidad de cosas que tendría que hacer antes de irse. Lo primero era dejarle un medio de sustento a su madre porque lo único que sabía hacer era lavar ajeno, servir en una casa como sirvienta o vender chácharas, después debía renunciar a su empleo y darse de baja en la universidad, luego decirle a Andrei que se iba por tiempo indefinido y que tendrían que cortar su relación por el bien de los dos. También, estaba el futuro, ese espacio indeterminado que nos prepara decepciones y sorpresas que nunca podemos adivinar. Sin embargo, está vez Carolina sí sintió el porvenir, pero éste fue tan contundente que ella no entendió su mensaje. Aplicó la intuición, pero las actividades inmediatas le impidieron descubrir algo.
Pasaron los días y llegó el momento de la partida. Se despidió de su madre y le pidió que se mantuviera en contacto con ella para cualquier cosa que surgiera. “No te apures mija, todo estará bien. Sólo me gustaría que supieras una cosa…”

Lo que le dijo su madre derrumbó todas las imágenes del pasado y había que reconstruir y reparar, de forma urgente, la vida desde otra perspectiva. “El ingeniero López a quien conoces como tu padre y que después del divorcio no se ha hecho cargo de ti, en realidad no es tu padre. Tu papá es un joven obrero que me embarazó hace muchos años, luego emigró al extranjero. No sé si sea coincidencia o una burla del destino, pero él está en Rusia, se llama Adalberto Godínez, búscalo”. La noticia la dejó desconcertada, frustrada y con un remordimiento enorme.

Hizo el interminable trayecto del viaje con una escala en Frankfurt y una espera de tres horas para poder salir del aeropuerto moscovita. Llegó a la residencia de la universidad y le dijeron que estaría en cuarentena mientras les hacían los exámenes médicos y los de conocimientos generales. Por las noches tenía sueños que no la dejaban descansar. Se había dado cuenta que detrás de los viajes está el lugar de destino, al que uno se dirige, pero además existen muchas circunstancias y características que hacen de ese trayecto algo único en la vida. Es por eso que recordamos todos nuestros viajes y les ponemos un denominativo. Para Carolina este viaje era de estudios y no se parecía a ningún otro por situación emocional en la que se encontraba. Su viaje era hacía su pasado, el pasado de su madre y el pasado de su verdadero padre, por el cual, comenzó a preguntar desde que llegó a la universidad. Un coterráneo le dio la noticia. “Sí, estudió aquí. Era de la facultad de agronomía. Terminó en el 90 y debe estar trabajando para alguna empresa mixta, en una multinacional”.

Caro quiso encontrarse con él en cuanto saliera a la ciudad, pero no sabía el idioma. Sus compañeros decidieron ayudarla, por eso, cuando se terminó la cuarentena salió, la llevaron a visitar la ciudad y luego le mostraron las oficinas de la empresa en la que se suponía debía estar el ingeniero Godínez. Cuando por fin se decidió a preguntar por su padre, le comunicaron que había renunciado hacías unos años y que nadie tenía referencias de él. Perdido el rastro, esperó a que las cosas se acomodaran solas y siguió su búsqueda un poco después.

El estudio de la lengua, los nuevos amigos y las visitas a la ciudad fueron formando un capitulo nuevo que, esta vez, se proveía de vivencias reales y no de las imágenes de las guías de turistas ni los medios de propaganda socialista. Veía a la gente, convivía con ella, probaba su comida y trataba de comprender su carácter y sus tradiciones. Pasaron tres meses y ya se sentía adaptada a su nueva situación. Llegó a su habitación el 23 de noviembre de 2003 y decidió que ya tendría tiempo de buscar a su verdadero padre, le escribiría miles de cartas a su madre y que estudiaría para ser una doctora de provecho. Se acostó y se durmió en seguida. Entrada la madrugada ya nadie la pudo despertar porque estaba calcinada. En la misma planta a un lado de su habitación hubo un incendio. Fallecieron muchos estudiantes porque no pudieron salvarse. Carolina no lo supo, murió asfixiada por el humo mientras imaginaba que su madre la recibía en compañía de su padre en el aeropuerto internacional de la ciudad de México y se quedaban juntos para siempre.


Dedicado a las víctimas del incendio en la R.U.D.N el 24 de noviembre de 2003. 

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