martes, 11 de marzo de 2014

La Indiscreción se paga


Decía Maupassant que la curiosidad es uno de los sentimientos que menos puede controlar el hombre, en el caso de las mujeres-decía- si esta reúne una inquietud agitada natural, astucia para encubrir sus actos con un halo de buena fe y un encanto de sinvergüencería, entonces el deseo de indagación la llevará a cometer locuras o imprudencias audaces que la destruirán por completo o la arrastrarán a situaciones impensables con el riesgo de perderlo todo o perecer.De acuerdo a lo anterior, ninguna persona sea hombre o mujer tiene la suficiente fuerza de voluntad para detener sus pesquisas en el momento en que la lógica demuestra el resultado. Cuántas cosas podríamos conservar si en el momento de retirar la cortina de la duda que nos ha atosigado por mucho tiempo, pudiéramos detenernos y conformarnos con la respuesta que nos da la lógica. Por desgracia, aunque sepamos con anticipación la respuesta a nuestra pregunta, la curiosidad nos obligará a recorrer el camino hasta el final para solo confirmar lo que tanto temíamos o nos amedrentaba. De haber sabido esto, tal vez Afrasinia no se habría divorciado de Valery y no es que tuvieran problemas o muchos conflictos, más bien era al contrario. Se habían conocido en la Universidad cuando Valery estaba por terminar el último año y ella era una estudiante de nuevo ingresó. Chocaron cuando Frosia entraba a la biblioteca y él, impedido por la pila de libros que llevaba en los brazos, no se dio cuenta de que ella pasaba en ese momento y dejó revolotear los pájaros de encuadernación dura que cayeron con gran fuerza en el piso. Se puso rojísimo y se disculpó sin poder ocultar el nerviosismo del que fue presa al ver a la hermosa jovencita que lo miraba con ojos de demonio. Recogió sus libros y se fue rápidamente para desaparecer del campo visual de la pequeña diablita que estaba dispuesta a matarlo. Al alejarse se dio cuenta de que sus pies eran más ligeros y sentía por dentro un ánimo que nunca había sentido, por la noche se le aparecía la imagen de unos ojos verdes muy grandes y una boquita carnosa con forma de fresa apachurrada. Comenzó a pensar en ella y siempre que decidía buscarla ella desaparecía, así que trató de olvidarla y dedicarse por completo a sus estudios, escondía la nariz dentro de los libros y se esforzaba en no escuchar los sonidos que tañían o resonaban a su alrededor. Un día que estaba a punto de terminar un libro muy ameno de Chejov sintió una respiración tibia que le acarició el cuello, se trató de sumergir lo más hondo posible en las pequeñas letritas del rancio libro y cuando estuvo a punto de lograrlo oyó una voz acuosa que le preguntó su nombre. Él contestó con presteza y se alejó unos pasos previendo que la chica que tenía enfrente le acometiera con un par de tortazos, pero ella solo le preguntó si conocía a un tal Victor Shklovski y si le podía recomendar algo de ese critico, entonces en contra de su voluntad, Valera, comenzó a explicarle la teoría del alejamiento de los objetos en el arte y literatura, luego le explicó la polifonía de Bajtín y terminó con algunas ideas de Lotman. La joven estaba impresionada y confirmó los rumores que corrían entre los estudiantes de que este joven atractivo pero desaliñado era un genio que encantaba a cualquiera con su forma de hablar. Unos meses después del afortunado encuentro se casaron y empezaron a gozar de la fortuna que proporciona una vida estable en el aspecto económico y anegada de pasión, deseo y amor. Valery llegó a ser el redactor en jefe de una revista muy reconocida y su posición social se vio compensada con un círculo de personas famosas que lo estimaban con franqueza. Asistía a las reuniones con su mujer y nunca les faltaban  los cumplidos y buenos deseos. Se podía decir que eran la pareja ideal.
Un día Afrasinia descubrió un trozo de papel con unos garabatos que semejaban números. Había un nombre que era casi ininteligible pero ella lo pudo descifrar, el nombre era Adelia. El cacho de papel lo había sacado de una agenda de Valera y al buscar un poco de información relacionada con esa mujer descubrió un estado de cuenta en el que se veía que Valery le había hecho pagos de algunos cientos de dólares a dicha mujer. Afrasinia sintió un fuerte escalofrió y un mal presentimiento le golpeo la cabeza como una campanada, estaba inquieta sin saber qué pensar y al hacer un recuento de los clientes y conocidos de su marido no encontró a ninguna persona con el nombre de Adelia. Decidió no abordar el tema con su marido de forma directa, más bien empezó a tratar de descubrir indicios de lo que le había ocasionado que se le pusiera la piel de gallina y era la idea de que su adorado y pulcro cónyuge le fuera infiel. Comenzó anotando las actividades de su marido, cronometrando todas las salidas de la oficina, las comidas en los restaurantes, las reuniones con el director de la revista y todo lo que le pudiera ayudar a encontrar los días y la hora en que Valery se encontraba con Adelina. Se rindió pronto porque no había ningún hueco que indicara algo en las ausencias de Valera. Aplicó otra técnica interesándose por los clientes del marido, indagaba con escrupulosidad y preguntaba todos los nombres de los que tenían alguna relación comercial con él, sin embargo él seguía limpio y, en cierto grado, eso comenzaba a preocuparle más que tranquilizarla. En algunas ocasiones se despertaba por la noche y miraba fijamente la cara inconsciente de su esposo, como tratando de arrancarle alguna confesión pero sabía que era inútil, Valera jamás había hablado dormido y su sueño era pesadísimo. Un ovillo de ideas espinosas comenzó a incomodarla y lastimarle el alma, se sentía peor cuando los pensamientos le daban vueltas, era necesario que algo le despertara una sospecha o se asociara con la infidelidad para que perdiera el control. Serio y responsable, Valery siempre había sido moderado en cuestiones del amor, antes de casarse había salido con una chica pero por la dedicación a sus estudios, Valera, ocasionó que la relación terminara pronto. Hay hombres que buscan alguna confirmación de su energía varonil y se acuestan con muchas mujeres, otros por un exceso de testosterona buscan refugio en los brazos de todo tipo de damiselas, otros son completamente impotentes y se deforman con algún vicio secreto. Valery no era de ninguno de estos tipos, más bien era un hombre con un concepto muy alto del compromiso sentimental y hacía todo lo posible para que su matrimonio fuera lo más cercano a lo ideal. Le importaba mucho su trabajo y el saber que su vida llevaba un ritmo estable le proporcionaba la motivación para seguir adelante y birlar todo tipo de dificultades. Poco a poco se fue acentuando la desesperación de Afrasinia que alteraba, por consecuencia, el uniforme ritmo de vida de Valera. Cuando ya no pudo soportar la duda le preguntó sin rodeos.
-¿Quién es Adelia?- Él, que nunca se habría imaginado que algún día le hicieran esa pregunta y, mucho menos su mujer, abrió tanto los ojos que estuvieron a punto de saltársele de las cuencas. Con una expresión de asombro respondió con otra pregunta.
-¿De dónde sabes eso?- Ella sin darle oportunidad a recuperarse del golpe, atacó.- ¿Es tu amante, verdad?
–Pero, cómo puedes imaginarte esas cosas, tú sabes que yo solo vivo para ti, eres todo lo que siempre he soñado.
-Si me quieres tanto, entonces por qué mantienes a esa desvergonzada, no trates de mentir porque sé que le mandas dinero cada mes, ¿puedes explicármelo?
El hizo una pausa y exhalo el aire como tratando de librarse de un mal olor y luego le contó la siguiente historia.

Esto no se lo he contado a nadie porque siempre lo consideré algo muy personal, pero veo que no queda más que confiártelo a ti. Resulta que un día fui a un mercado de artículos electrónicos que se encontraba casi en las afueras de la ciudad, era un poco tarde y el camino por el que iba no estaba bien iluminado, de pronto unos maleantes me salieron al paso y me quitaron lo que llevaba, luego me golpearon y perdí por un rato la orientación. Unos minutos más tarde no sabía dónde me encontraba, tenía sangre en la cabeza y me dolía todo el cuerpo. Cuando pude ponerme de pie vi a una mujer a unos metros, estaba tirada con las piernas abiertas, le habían desgarrado toda la ropa, sangraba por la entrepierna y gritaba muy fuerte. Me acerqué para ayudarla, estaba en muy malas condiciones, por desgracia no había nadie ahí cerca y me fui a buscar un taxi o algun conductor que pudiera llevársela al hospital. Conseguí que me ayudara un hombre que pasaba a unos cien metros de donde estábamos nosotros. Hospitalizaron a la mujer y me quedé con la duda de su estado, fue por eso que antes de irme le pedí su teléfono. Al volver a la residencia estudiantil donde vivía en aquellos tiempos recordé que esa mujer joven había pasado a mi lado cuando me estaban atracando, lo más probable era que la hubieran confundido pensando que era mi mujer y la torturaron los maleantes para que no hablara. Por curiosidad y, tal vez por agradecimiento, le llamé un día para saber que había sido de ella. Me contó que había hecho la denuncia pero que al no haber testigos no se había tomado la declaración como cierta y los policías la habían tomado por una mujer de cascos ligeros. Un poco después, su marido la había dejado después de saber que habían perdido su feto engestación de cuatro meses. Al parecer su vida se fue a pique a raíz de ese encuentro circunstancial, pues ella no solo había perdido a su marido y al niño, sino también el empleo y su casa. Luego sentí remordimientos y le pregunté si estaría de acuerdo en aceptar un poco de ayuda económica para compensar la desgracia que yo le había acarreado.

 Desde entonces le envío un poco de dinero para que salga adelante ya que, parece que le quedó un trauma muy fuerte después de la violación. -Terminó de esta forma su confesión, miró a Afrasinia y, pensando que no había nada más que decir, fue prepararse un café. Frosia, sin embargo se sintió engañada y su intuición, quizá afectada ya por el torbellino de dudas e ideas que había revuelto todo en su cabeza, decidió que no quedaría en paz hasta que comprobara que era cierta la historia trágica de Adelia.

-Llámala ahora,-le dijo con mucha autoridad y medio fúrica.
-¿A quién?-Preguntó Valera.
-A quién va a ser, a esa Adelia. Toma, márcale.
Con cierta resistencia por parte de sus dedos, Valera llamó a Adelia. Cuando oyó su voz se desconcertó un poco y quedó ante los ojos de su mujer como un hipócrita que tartaba de ocultar un embuste.
-Adelina, le llamo solo para preguntarle si este mes le ha llegado el dinero.
-Sí, muchas gracias.- Contestó una voz suave y joven. Luego Valera volteó a mirar a Frosia y se dispuso a colgar, pero ella cogió el auricular y empezó a vociferar. Amenazó a Adelia, le dijo que no se ilusionara que no le cedería jamás su puesto y que si quería seguir con vida lo mejor era que se alejara lo más pronto posible de su marido, y esta palabra fue pronunciada en voz muy alta letra por letra. Después colgó y azotó el aparato. Valery estaba frustrado sentía pena, odio y compasión, no sabía qué hacer. Frosia rompió en llanto y recriminó a Valera echándole en cara que ella había sido fiel y que nunca se habría atrevido, ni con el pensamiento, a serle infiel. A partir de ese día la relación fue a menos. Frosia llamaba sin parar a Adelina y a Valera, les gritaba, luego se lamentaba en soledad llorando amargamente por ser tan desgraciada. El matrimonio se disolvió, fue trágico para Valera quien estuvo dispuesto a aceptar cualquier condición de Frosia para conservar la unión, sin embargo ella ya no podía dar un paso atrás y volver a sufrir el tormento que le propinaban sus ideas curtidas de tanto rondar por su mente viciada. Quiso el destino que el final fuera más trágico, pues pasaron algunos años y Valera pensó que de alguna manera el destino de la mujer que le había salvado la vida, entregando su propio retoño, se había cruzado en su camino por alguna razón inexplicable, así que la llamó y concertó una cita con ella. Era la primera vez que se reuniría con ella desde el trágico suceso y se sentía muy incomodo. Ella apareció, caminaba despacio para ocultar una ligera cojera que le afectaba la pierna izquierda, iba vestida modestamente pero con buen gusto y su rostro no llevaba marcadas las huellas de los castigos que había recibido su alma. A Valera le pareció simpática y hasta un poco seductora, tenía un carácter alegre y buen sentido del humor. Pasaron una hora juntos hablando de todo hasta que Valery le contó el final de su vida conyugal y su deseo de disculparse por los malos ratos que le había ocasionado su ex esposa. Ella no dijo nada y con un gesto noble le comunicó que no sentía rencor y que debían ser fuertes para afrontar la vida tal y como se les iba presentando a lo largo del trayecto de su existencia. Descubrieron algo en común que los unía y decidieron quedarse juntos. Prosperaron y adoptaron un niño pequeño que les dio las alegrías que habían dejado de esperar hacia tiempo. Muchos años más tarde, Afrasinia los vio juntos paseando por un parque y no quiso acercarseles. Sola, se quedó con un dolor en el pecho que le hizo recordar la sensación hiriente de la curiosidad que la llevó a destruir todo lo que tenía por aceptar un juicio falso en su primera premisa.

Juan Cristobal Espinosa Hudtler






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