martes, 21 de abril de 2015

Doble

Tuve el gusto de conocerlo hace poco. Su nombre es Saturnino y no hace honor al dios hermano de Titán porque es un hombre bonachón y tranquilo con aspecto de maestro de la antigüedad. Entablamos una conversación, por casualidad, muy amena, ya que a los dos nos gusta la literatura, sin embargo noté desde el principio que el percibe la literatura desde otro punto de vista. Es como si estuviera del otro lado de la realidad, es decir desde dentro de las historias.

Mira,-me dijo,- hace poco tomé la decisión de escribir, pero me costó mucho trabajo. No es porque no tenga aptitudes, más bien es porque he tenido la impresión toda mi vida de que soy una persona diferente, es como si yo viviera las historias que lee la gente.

-No te entiendo, Saturnino, explícate mejor

- ¿Has leído la verdad de las mentiras?

-Sí, claro, es uno de mis libros preferidos y, a pesar de que no todos los libros de Vargas Llosa me gustan, este es estupendo.

- Pues, si recuerdas algo de lo que comenta sobre el Tambor de hojalata de Gunter Grass, entenderás lo que quiero decirte.

-¿Y qué es exactamente?

-Hay una parte en la novela donde el autor alemán deja entrever la idea de que Oscar es el hijo de Polonia, porque has de suponerlo, ¿no? Es solo una forma de interpretar el papel de la madre de Oscar. Pues, te confieso que yo me sentía como Oscar, así de pequeño con esa voz aguda que rompía cristales, tocando el tamborcito de hojalata como si fuera un himno bastardo que nadie reconocía, pero no era solamente eso.

-¿Qué más había? Saturnino.

–Había algo muy raro que no podrías imaginarlo y mucho menos comprenderlo. Era una sensación de ver desde dentro el exterior. Personas leyendo, viviendo en mundos raros y diferentes sociedades. Podía ver las caras de algunos lectores y escuchar su voz interior.

-¿Eso quiere decir que te sientes un personaje imaginario de los que abundan en la obras?

-Efectivamente, y puedo, si lo deseas, decirte cosas sobre los personajes de Chejov o Maupassant, Poe, Rulfo, Borges o cualquier otro.

-Es asombroso, querido amigo y, ¿Cómo escribes entonces?

 –Contando lo que veo, lo que logro discernir del pensamiento de los que cuentan historias. Trato de comprender a los personajes que están a mi mismo nivel dimensional, incluso hablo con ellos en ocasiones. Lo que si me cuesta trabajo es redactar lo que no conozco. Por ejemplo, un día normal, sin metáforas o una cara real sin desvirtuarla por las ideas de un narrador real. Hay ocasiones en que tardo horas enteras para poder decir que una mujer era convencional que tenía el pelo castaño y los ojos verdes.

-Bueno, Saturnino se me acaba el tiempo. ¿Volveré a conversar contigo?

-Búscame dentro de los cuentos, siempre hay un personaje en el que estoy reflejado, mirando desde ahí con paciencia, tanto la actitud del lector como la del autor. Hasta pronto.


 

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