Exit
Elery miró con atención a Eduard Redmyne y le preguntó si se confesaba
culpable.
—Por supuesto, inspector, está de más confesarlo porque usted ya sabe toda
la verdad.
—Así es, mi querido amigo, pero hay algo que todavía no ha dicho y…
—¿Se refiere a lo de la puerta?
—Digamos que sí, creo que fue una forma de acelerar las cosas, ¿por qué
tenía tanta prisa de que le encontrara?
—Le parece banal, ¿no? Pero ha de saber que fue un chispazo de buen humor,
una broma del destino que me llegó que ni pintada. Me pareció gracioso dejarle
esa pista en el párpado. ¿Sabe? Era absurdo que esa pegatina se encontrara
allí: en el lugar y momento precisos. La cogí y se la pegué en el ojo, y me
dije, que busque en esa jodida mente retorcida, que…
—Bueno, eso es divertido, pero lo que realmente me gustaría saber es
¿cuánto tuvo que esperar para perpetrar su venganza?
—Mire, siempre he sido una persona con principios. Cuando empezaba con mi
grupo, la competencia era enorme. Cada vez que hacíamos una canción, de esas
que enganchan, empezábamos a buscar a alguien que nos la promoviera en una
disquera, pero no nos aceptaban nada. Decían que era buen rock y que eran
originales, pero no del gusto de la gente. ¡Jodidos cabrones! ¡Hubieran probado
al menos! Pero a ningún estúpido se le ocurrió.
—Sin embargo, al final, lo logró, ¿no?
—Sí, sí, claro. Era un día mágico, ¿sabe? Lo sentíamos en el aíre. John el
baterista levantó el teléfono y se quedó así— Eduard se quedó inmóvil con los
ojos saltones y la boca abierta—. Luego se giró y nos dijo: “!Chicos, chicos!
Nos aceptan Big Word. Estábamos eufóricos, locos de alegría. Ahora pienso que
teníamos que haber recapacitado, pero éramos jóvenes, teníamos hambre y
queríamos triunfar costara lo que costara y ese maldito ladrón se aprovechó.
—¿Pero, ¿qué tuvo que ver el gordo Dan en esto? ¿Se merecía que le hiciera
eso?
—¡Ah! ¡Ese puto Dan era una mierda! —Eduard hizo un gesto de hastío y luego
de su cara salió una nube verde de hiel. Se le desfiguró la cara y apretó los
dientes—. ¿Sabe que cuando hicimos la audición nos aduló hasta hacernos sentir
como en el puto paraíso? Van a ganar un pastón, van a ser tan famosos como los
Beatles, prepárense para vivir a toda máquina, muchachitos.
—Pero ganaron bastante con él, ¿no? Por cierto, me encantan tus canciones,
Eduard, tu voz es privilegiada.
—Es un don, pero a cambio Dios me quitó un trozo de cerebro. ¡Joder! ¡Si
solo le hubiera echado un vistazo al contrato, lo habría entendido todo y no
habría perdido veinte años a lo estúpido!!No habría tenido que andar mendigando
lo que me pertenecía!
—¡Ah! ¿Te refieres a los derechos de autor?
—Sí, exactamente. Resultó que el maldito gordo se aprovechó de nuestra
euforia para tramar su plan. ¡Que bien sabía lo que le había caído del cielo!!Maldito
cabrón!!Ojalá y se esté pudriendo en el infierno!
La camarera que los había estado evitando, se acercó temiendo que Eduard
fuera a empezar un escándalo y les preguntó si deseaban pedir algo más. Elery
pidió un café y Eduard una cerveza. La camarera miró con una mirada temerosa a
Elery, pero este asintió con un movimiento de cabeza.
—Eduard, pero tus relaciones fueron muy buenas con él, ¿verdad?
—¿Está bien del coco, inspector? Ese cerdo nos estuvo mareando, nos daba
las ganancias de los conciertos, pero lo que dejaban las ventas de los discos
se lo quedaba casi completo. Un día saqué el contrato y le dije que cambiara
esa cláusula de los derechos de autoría. Lo amenacé con dejar de grabar, pero
me restregó el maldito papel en la cara y me gritó:
“!Mira, estúpido cabeza hueca. !Aquí dice que todo lo que hagas me
pertenece, ¿lo ves? ¡Me pertenece!¡Si los quieres de nuevo, cómpramelos!”
Inspector, estaba atrapado. Juré que un día lo mataría. Al principio solo
era odio, pero la idea fue cuajando. Se fue engendrando un pequeño monstruo que
al final se liberó de sus cadenas y salió a cometer el asesinato. Incluso,
ahora mismo, siento como si hubiera sido ese extraño ser el ejecutor de la
masacre, pero sé que fui yo mismo, estaba poseído por ese ser maléfico y cruel
que se encubó durante largos años.
—Te ensañaste, Eduard, no era necesario que hicieras aquello, tantas
puñaladas... Con un buen golpe de cuchillo al corazón y, quién sabe, tal vez
con la pura amenaza, ese gordo embaucador se habría muerto de miedo y…el
remordimiento, claro, habría sido decisivo. Todo mundo sabía que estaba
aterrado por la idea de que lo liquidarás. ¿sabes? Su ayudante Jimmy y su
secretaria, la señora Judy, nos lo contaron. El desgraciado Dan se escondía
cada vez que alguien llegaba a su despacho y los últimos años ni siquiera iba a
la oficina. ¿Cómo lograste que te recibiera en su despacho?
—¡Ah!!Eso! Pues, fue cómo engañar a un niño con un dulce. Le dije que
estaba buscando una disquera para un joven talentoso que prometía. Le puse la
grabación de un ensayo que me había dado un amigo al cual ayudo siempre que
necesita sabios consejos, inspiración y entender la música del pasado. Se la
mandé y alucinó. Me cito para el domingo por la mañana, pero qué le voy a
contar, si ya sabe todo.
—Bueno, Edy, no sé qué hacer, ¿sabes? La ley me exige que te arreste y te
lleve a prisión, pero el sentido común me dice que tu condena ya ha sido
cumplida—Hizo una larga pausa, miró el aspecto aliviado de Eduard y le dijo: “Te
interesaría una vía de escape? Tengo una
coartada…”
No hay comentarios:
Publicar un comentario