domingo, 13 de marzo de 2016

Micro-fábulas.

Fábulas


Gato confiado.


Al volver de su campaña, el gato rey se encontró con la noticia de que la reina lo engañaba. De inmediato ordenó que ejecutaran al insolente amante de su esposa y para que ella escarmentara, metió la cabeza en formol y la puso en una repisa enfrente de la cama nupcial. Todas las noches, antes de dormirse, el soberano le recordaba a su cónyuge las consecuencias funestas de la infidelidad. Sucedió que un buen día el gato volvió de una importante visita a sus homólogos, se dirigió a su alcoba y al abrir la puerta vio que había una cantidad enorme de cabezas de gatos dentro de tarros de alcohol. Muy indignado mandó llamar a su mujer para exigirle una explicación. Ella le dijo que había aprendido la lección, que la infidelidad traía graves consecuencias y que sus amantes tenían que sufrirlas.


Moraleja: Cerciórate de que se te ha entendido correctamente, pues una mala interpretación de tus palabras puede acarrearte problemas desagradables.




El lince traductor.

Un día el águila fue a hablar con los conejos para someterlos. Como se podían comunicar sólo a través de un traductor, llamaron al lince que dominaba las dos lenguas. En el encuentro el ave rapaz, que era un pájaro inmisericorde y se disponía, en breve, a invadir y esclavizar a sus vecinos, resumió su discurso en diez puntos que fueron los siguientes:

1.Las montañas están tan sólo a unos kilómetros de aquí, pero para llegar a este sitio hemos tenido que evitar todos los árboles que habéis puesto para que no podamos encontraros. Os pedimos que los derribéis.

El lince tradujo: Las montañas están a unos kilómetros de aquí, por eso no representan ningún peligro, os pedimos que tiréis los árboles y gocéis de la luz del sol.

2.He venido aquí para informaros de que debéis someteros o comenzará la guerra.

El lince tradujo: He venido aquí con el fin de deciros que no os someteré con la guerra.

3.En muchos sentidos hemos compartido la misma sangre, por eso tenéis que sacrificaros.

El lince tradujo: Compartiremos la misma sangre porque en muchos sentidos somos como hermanos.

4.Nuestros pueblos son adversarios, pero si os reproducís con más frecuencia y nos abastecéis de alimento, podréis andar por cualquier sitio con plena libertad.

El lince tradujo: Tendréis mucha libertad y podréis andar donde queráis, reproduciros y creced.

5.Lo que estábamos haciendo era erróneo, así nos condenábamos a la muerte, por eso queremos advertirles de nuestra implacable estrategia.

El lince tradujo: Lo que estábamos haciendo era erróneo, así nos condenábamos todos, por eso queremos compartirles nuestra nueva estrategia.

 6.Siempre he creído en la urgencia feroz, debéis entenderlo.

El lince tradujo: Nunca he creído en la urgencia feroz, debéis entenderlo.

7.Tengo esperanza porque sois innovadores y encontraréis la forma de satisfacernos.

El lince tradujo: Sois innovadores y encontraréis la forma de satisfaceros.

8.Desde las montañas hemos visto cómo, en momentos de crisis os habéis fortificado, pero ya no es necesario. Os someteréis, eso está claro.

El lince tradujo: Desde las montañas hemos visto cómo, en momentos de crisis os habéis fortificado, pero ya no es necesario. No os someteréis, eso está claro.

9.Desde hace mucho nos hemos enfrentado a enemigos invisibles, conozco la historia, pero me niego a verme atrapado en ella.
El lince tradujo: Desde hace mucho nos hemos enfrentado juntos a enemigos invisibles, conozco la historia, pero la niego para no vernos atrapados en ella.

10.He dejado claro que las águilas tenemos la capacidad y la intención de imponer los cambios, lo que no cambie se atañerá a vuestro pueblo.

El lince tradujo: He dejado claro que las águilas no tenemos la capacidad ni la intención de imponer los cambios. Lo que cambie dependerá de vuestro pueblo.

Terminada la participación del mandatario, se firmaron todos los acuerdos y un mes después entre linces y águilas se repartieron el botín. Los conejos tuvieron que reproducirse sin descanso para satisfacer la avaricia de los astutos felinos y las rapaces aves.


Moraleja: Si vas a realizar acuerdos, cerciórate de que quién te los comunique sea la persona adecuada y esté capacitada para hacerlo porque los errores serían fatales y los malos entendidos también.


El cánido indiscreto.

A su regreso del país vecino le preguntaron al chacal qué pensaba del oso, a lo que respondió que le parecía asombroso que en el encuentro que habían tenido, el importante plantígrado fuera precedido de los asesinos de su abuelo, seguido por los asesinos de su padre y rodeado por sus enemigos que pronto lo traicionarían. Por fortuna, estas palabras llegaron a los oídos del oso e impidieron que lo mataran, sin embargo, el chacal murió asesinado un mes después de su retorno porque si bien conocía la historia del país vecino, desconocía la propia e ignoraba que junto con él estaban los zorros y lobos que habían matado a su abuelo y padre, y que, además, al oír sus declaraciones optaron por liquidarlo, antes de que comprendiera quiénes eran sus allegados.


Moraleja: Cuando abras la boca fíjate bien ante quien hablas y cuida tus palabras, no sea que le despiertes malos pensamientos a tus interlocutores.



El rinoceronte presumido.

Había una vez un rinoceronte que estaba descontento con los búfagos que tenía que llevar a cuestas, aunque no eran pesados, le molestaban porque las hembras a las que quería conquistar en lugar de ponerle atención a él, le elogiaban todo el tiempo a sus pájaros. En una ocasión el paquidermo se hartó del insaciable apetito de las aves que, además, lo hostigaban chupándole la sangre de sus heridas cuando las tenía. Dispuesto a librarse de ellas las echó a todas y les dijo que ya no las necesitaba. Pasó el tiempo y el pobre animal se llenó de garrapatas, escarabajos y demás bichos que se daban la gran vida con la piel desprotegida del pobre cuadrúpedo. Recapacitó y fue en busca de sus colaboradoras, pero éstas ya no quisieron volver y se tuvo que resignar a llevar una existencia paupérrima y degradante. Murió pronto porque contrajo infecciones muy fuertes y ni siquiera los chacales o los buitres tuvieron el valor de acercarse a su cadáver.


Moraleja: No desprecies el cuidado que te brindan tus allegados y perdona las faltas que puedan tener, pues tal vez tu condición no sería la misma si ellos te faltaran.


La rémora asceta.

Un día un tiburón cazó un gran pez y se lo regaló a su sirviente, éste sorprendido por el regalo le dijo a su amo que no podía aceptarlo porque era demasiado para él y no se lo podría comer. Entonces el escualo le preguntó a su lastre que si no tenía amigos. ¡Por supuesto que los tengo! —respondió la pequeña y fiel rémora. Entonces, ¿por qué no compartes con ellos lo que te he dado? Yo comparto con mis amigos lo que tengo, por eso me quieren y respetan en cambio tú sólo vives a mis costillas. Apenada se fue la rémora a repartir lo que le habían regalado.

Moraleja: Por más modesto, servil y fiel que seas, no olvides que tienes relaciones con seres más ambicioso y emprendedores que podrían recriminar tu conducta, aunque esta sea buena.


León desconfiado.

Se encontraba el león en su campaña contra los lobos cuando cayó enfermo. Su médico de cabecera había probado por todos los medios curarlo lo más pronto posible, sin embargo, su consejo era que el rey de la selva permaneciera en reposo unos días mientras pasaba lo más grave de la enfermedad. Como el gran felino quería ponerse en pie y comenzar su ataque, mandó pedir otro doctor. Llegó un zorro que había presentado sus credenciales como el mejor especialista de la región y le dio de tomar un jarabe que según decía la astuta alimaña, era milagroso. Una vez que el león probó el mejunje se durmió y no volvió a despertar. Sin su mando el ejército perdió las batallas y al final de la guerra, se tuvo que pagar una enorme compensación a los enemigos. El doctor personal del león se lamentaba porque sabía que si se le hubiera hecho caso, las cosas habrían ido en otra dirección.


Moraleja: No desconfíes de los consejos de los que te son fieles y desean lo mejor para ti. Cuando desees hacer algo importante cuídate de quien te ofrezca una mejor solución que la de tus amigos de confianza.


La elección errónea.

 Un día, se presentaron al puesto de dirigentes el lobo y la hiena. El primero, fue crudo y realista, desde el principio dijo que era probable que se tuvieran que sacrificar las ovejas y llevar una vida austera para poder sobrevivir bajo las difíciles condiciones que les acaecían. Ante el temor de que fueran más agredidos de lo que se esperaba, los ovinos apoyaron a la hiena, quien durante la campaña había hecho bromas y muchas promesas, además su conducta había sido más la de un payaso que la de un futuro líder; así la amarillenta carroñera obtuvo el triunfo. En cuanto tomó el cargo, empezó a sacrificar carneros y realizó negocios clandestinos vendiéndoles carne y lana a los enemigos de sus opositores. Con el paso del tiempo se implantó una dictadura y jamás hubo nuevas elecciones.

 Moraleja: Más vale un lobo sincero, que una hiena hipócrita.



Infidelidad arriesgada.

Un día, el loro cansado de sus relaciones rutinarias con su pareja, decidió seducir a la cacatúa. Ésta aceptó y unos días después, por la falta de discreción de la emplumada gárrula, la cotorra se enteró de la infidelidad de su marido. ¡Eres un imbécil! —le gritó enfadada. No sólo has manchado mi prestigio, sino que has puesto en boca de todos, el problema de tu impotencia sexual. Ahora, ¿podrías decirme cómo me voy a quitar de encima a los vecinos que están en brama y no dejan de perseguirme?

Moraleja: Si vas a engañar a tu pareja, fíjate con quién lo haces y prevé las consecuencias, no sea que pierdas a tu pareja y tu reputación.


La amante poco comprensiva.


Un mono asaltado por la ira, decidió separarse de su esposa. En cuanto obtuvo la libertad se fue a ver a su amante para proponerle que se casara con él. A lo que la mona le contestó:

“Si piensas que soy tan estúpida para irme a vivir con un mono imbécil que habla mal de su mujer, que no respeta a sus compañeros del trabajo, que roba, engaña y, que además, es un fracaso en la cama, estás muy equivocado. Ya puedes irte a buscar otra tonta que te aguante. !Una vez a la semana está bien, pero casados sería una tortura!”.


Moraleja: Antes de dejar lo que tienes por algo más prometedor, comprueba que tu decisión es la correcta, no sea que te quedes sin nada.







Monos swinger.

Era costumbre en ese grupo de primates intercambiar a las esposas para mediar los conflictos. Cada vez que había una discusión que generaba violencia, los monos, en lugar de partirse la cara a golpes iban por su mujer y se la entregaban al contrincante. Había un macaco muy astuto que había tenido la mala suerte de casarse con una mona fea, así que buscó a un chango que tuviera una esposa muy guapa para hacer un intercambio. Lo encontró y empezó a discutir con él hasta que los humos se calentaron, entonces el audaz macaco se fue por su esposa, pero cuando llegó, el otro, que ya había visto a la fea mona que le traían, decidió hacer las paces para no darle a su guapa mujer. Pasaron los días y el mono desesperado porque no encontraba con quien discutir para acostarse con otra hembra, chocó con un cocodrilo y empezó a discutir. Cuando la discusión iba a pasar a mayores el mono le contó la tradición del intercambio de esposas en esa región. El cocodrilo estuvo de acuerdo, pero al hacer el cambalache, la hembra de cocodrilo se lo comió y a su mona se la devoró el cocodrilo.

Moraleja: Fíjate bien con quién pactas y no te dejes llevar por tu deseo porque las conductas engañosas te pueden llevar a la perdición.



Contrincante traidor.

Dos gallos intercambiaban sus gallinas cada vez que tenían alguna rencilla, de esa manera solventaban las asperezas que surgían entre ellos. Con el tiempo, esa costumbre se hizo tan habitual que ya ni siquiera hacía falta enfadarse entre ellos para gozar de las compañeras del otro, pero un día uno de los gallos enfermó y se dio cuenta de que su compañero seguía acostándose con las gallinas propias y las ajenas. Enfurecido por el abuso, cuando sanó fue a ver a su vecino y le prohibió que volviera a tocar a sus gallinas. Desde entonces los dos gallos no se hablan.


Moraleja: Nunca te olvides de los principios de urbanidad, pues al olvidarlos cuando se tiene cierta comodidad podemos provocar la ira de otros.



La falsa cocinera que aprendió a preparar.

La gallina sabía que ninguno de los animales de la granja la ayudaría a preparar las crepas, por eso iba directamente a los corrales, estanques y chiqueros y pedía ayuda, al obtener la respuesta negativa sonreía satisfecha y volvía a su gallinero para ponerse a descansar. Cuando los curiosos, después de media hora, iban a preguntarle por las crepas, ella decía que ya se las había comido. Sucedió que un día la cerdita se ofreció a ayudarle, pero cuando estaban cocinando se dio cuenta de que la gallina desconocía por completo la receta, así que se marchó, pero la gallina, entretenida como estaba, no se percató de la llegada de los demás animales que ni faltos ni perezosos empezaron a comerse las crepas, no les gustaron para nada y se retiraron criticando a la cocinera. Desde ese día la gallina se prometió a sí misma preparar bien, lo logró pronto, pero ya nadie quiso probar su comida.


Moraleja: Es malo hacer juicios a priori porque las circunstancias podrían cambiar, sin embargo, los juicios anticipados pueden servir de obstáculo para apreciar las cosas.



Las ovejas acomedidas.

Unas ovejas bien organizadas, que vivían con prosperidad, se dieron cuenta de que en el país vecino había muchos conflictos entre los roedores por causa de un conejo inmisericorde que los maltrataba y humillaba. El gobierno ovino creó una política de apoyo, se construyeron refugios y se destinaron algunas parcelas de hortalizas para que los roedores pudieran emigrar, vivir y criar a sus gazapos en condiciones mejores. Poco a poco comenzaron a llegar los lagomorfos. Al principio su conducta era modesta, pero dos años después, reclamaban muchos derechos y no dejaban de reproducirse. El líder ovino decidió ir a hablar con el gobernador vecino y le planteó su problema. El conejo mayor dijo que él no se hacía cargo de los apátridas y exiliados y que ese era su problema, pues era el carnero quien había ofrecido los refugios a los disidentes. No hubo más remedio que reunir a los consejeros cuadrúpedos para tomar una decisión. El plan fue llamar a los zorros para que a discreción se comieran a los conejos. Todo salió a pedir de boca, pero los carneros tuvieron que aceptar que de vez en cuando las alimañas se llevaran algunos de sus corderos. “Bueno, no hay mal que por bien no venga” —se decían los carneros.

Moraleja: Ayudar es bueno ya lo dice el dicho: Haz un bien y no veas a quien. Cuando ayudes cerciórate de que la forma, en la medida de lo posible, sea la más correcta y menos perjudicial para ti.


Juicio al impostor.


Un guepardo fue llevado a juicio porque las hienas no estaban de acuerdo en que se hubiera asociado con el león para que ellas no le pudieran quitar sus presas. 

—Mire, señor juez, nosotros tenemos que correr a gran velocidad para atrapar a las gacelas. Cuando conseguimos coger a nuestra presa, llegan estas señoras apestosas y nos quitan el alimento porque se unen en jauría y nos atacan cuando estamos recuperándonos del esfuerzo que hemos tenido que hacer.

—Bien. Le entiendo perfectamente —dijo el mono que hacía de juez—, pero, ¿para qué se asoció con el león teniendo más allegados de su propia clase, es decir, sus compañeros guepardos?

—Es que los felinos tenemos el defecto de ser muy independientes, señor juez, y nos cuesta trabajo ponernos de acuerdo entre nosotros.

—Pues, lamento decirle que es usted culpable de su propia desgracia, puesto que lo normal sería que se asociara con sus compañeros al igual que lo hacen las hienas entre sí. 

—Pero, las hienas son traidoras, aprovechadas y nefastas, señor juez.

—Con todo y eso — dijo el primate sonriendo—, son solidarias entre ellas y por lo tanto no buscan tener ventaja asociándose con otros animales. Queda usted arrestado y si no quiere que lo condenen, rompa el acuerdo con el león y convenza a sus compañeros de unirse con usted.

El guepardo rompió el acuerdo con el rey de la selva, pero no pudo convencer a sus compañeros de cazar juntos, así que tuvo que seguir cogiendo presas en solitario y soportar que las hienas le quitaran su comida.

Moraleja: Cuando emprendas un plan, analiza bien todos los puntos porque si algo falla y te ves en una dificultad, es posible que hasta los más injustos aparenten ser más endebles que tú.



La astuta catarinita.

Un talentoso poeta pulgón se enamoró tanto de una catarina que empezó a escribirle versos. Cuando ya tenía un romancero preparado y corregido se lustró las alas, se limpió las patas y se arregló para impresionar a su amada. Se fue a verla y durante su trayecto le fue comunicando a sus compañeros ápteros que iba en pos de la más bella hembra de la naturaleza. Hubo quien trató de persuadirlo de su objetivo, pero tan enamorado estaba que el deseo y la pasión lo cegaban.

 “No entienden nada de amor, queridos amigos, cuando se tiene un corazón de poeta, éste lo dicta todo y ella es la dueña del mío”—decía el insecto levantando las alas y restregándose las patas. 

Llegó a una planta donde estaba la mariquita ocupada en su aseo. ¿Qué diantres haces aquí, pequeñín? —preguntó la mariquita feliz de encontrar, sin esfuerzo alguno, su delicioso alimento. Quiero leerte mis poemas, encantadora dueña de mi corazón. Está bien —le contestó—, pero te pongo una condición. Si el verso me gusta, te daré un beso, pero si me causa desagrado, te daré un mordisco, ¿de acuerdo? De acuerdo— respondió el apasionado áfido sin pensarlo—. Está bien, empieza ya —gritó la mariquita.

Al terminar el primer poema la catarina le dio un fuerte mordisco al pulgón, éste, muy sorprendido por el fracaso, sacó sus más selectos poemas y prosiguió leyendo lo mejor que pudo. Después de cuatro dentelladas ya no tuvo fuerzas para continuar y murió devorado.


Moraleja: la naturaleza tiene sus reglas. Cuídate de enamorarte de tus enemigos naturales, pues corres el riesgo de que te maten o destruyan.



El poder de un gobernador.

Dos panteras no se ponían de acuerdo sobre el territorio en el que podían cazar con libertad, así que se fueron a ver al tigre que era el poseedor de todas las tierras.
Querido soberano — dijo la pantera más astuta—. Venimos a que nos des permiso para cazar en tus tierras.
¿En dónde deseas hacerlo, querida pantera? —preguntó el soberano con curiosidad.
Pues, me encantaría poder cazar en todo el territorio del sur, sin que nadie me limitara en mis actividades.
Está bien —respondió el tigre—. Entonces los consejeros pusieron el grito en el cielo y le reprocharon a su gobernante que le hiciera esa concesión a la pantera. A lo que el gran felino aclaró.
Sabed que yo soy el que concede y ellas las que piden, mi facultad de otorgar no pude ser tan pequeña como su petición porque yo soy el rey y ellos sólo unos súbditos.

La segunda pantera, que había callado por modestia, miró al tigre y este le preguntó:
“¿Y tú qué es lo que deseas, pantera?”
Ésta contestó que quería gobernar en el territorio del sur y que todos los que estuvieran en su territorio tendrían que pedirle permiso para apresar animales.
Te lo concedo, querida pantera, porque has sido más prudente que tu compañera. Ahora ella tendrá que supeditarse a tus órdenes, pero te aconsejo que seas prudente porque no traes de cuna el don de gobernar.

Moraleja: Antes de adelantarte a los acontecimientos, piensa bien cómo actuarás para que no te veas en una situación comprometida que te sea imposible cambiar.



Cuentos de perros y gatos.


No es país para viejos, ni para sus perros.

Había una mujer que vivía sola. Estaba muy amargada y tenía un carácter de los mil demonios. Como no tenía con quien ensañarse y desahogar su bilioso humor, toda sus ofensas y gritos eran para su perro. Paseaba dos veces al día y los vecinos lamentaban la existencia del animal que, a pesar de no entender el idioma, sentía el peso de las palabras de la vieja. Era común oír todo tipo de reproches, agresiones y humillaciones por parte de la vieja, sin embargo, nadie se atrevía a concientizarla porque quienes lo habían intentado eran víctimas de la violencia verbal de la mujer y padecían de su acoso verbal y desprecio. Resultó que un día falleció la anciana y su perro quedó libre. Unos vecinos lo adoptaron lamentándose de que el pobre can moriría sin alguien que lo alimentara. Ya ha sufrido mucho —comentaban—. Por desgracia, el chucho había acumulado tanto rencor contra su dueña y la gente que empezó a atacar todo lo que se movía, era agresivo, ladraba sin razón y corría detrás de los ancianos y niños pequeños para atacarlos. Tuvieron que sacrificarlo por el bien del vecindario. Así la ofensiva mujer y su perro desaparecieron, pero quedaron como ejemplo para las personas que cambiaron su conducta frente a sus mascotas. Ya lo dice el dicho: No hay mal que por bien no venga, no obstante, el que las cargó todas fue el pobre perro.


El gato rey.


Volvió de su campaña y se encontró con la noticia de que la reina lo engañaba con un hermoso minino soldado. Mandó que le cortaran la cabeza al insolente amante de su esposa y ordenó que la metieran en un tarro con alcohol y la colocaran en una cómoda que quedaba enfrente de su cama nupcial. Así, todas las noches el monarca prevenía a su cónyuge de los peligros de la infidelidad. Un día, el soberano llegó al castillo y se fue a su alcoba, pero la encontró llena de tarros con cabezas de gatas en formol.








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