Eugenia Ramírez
está sentada frente al inspector, le ha respondido a todas las preguntas que él
le ha hecho por tercera vez. Su aspecto es normal, incluso se podría decir que
está inmutable, pero por dentro mantiene una lucha con sus emociones. Se le han
mezclado el odio por saberse engañada, el deseo por su amante y el temor de que
se le culpe como asesina de su marido. Señor inspector, ya le he dicho que mi
esposo se iba siempre sin decir nada.
Eso lo hace, es decir, lo hacía desde hace cinco años, que es el período en el que nuestras relaciones han ido decayendo, a mí los últimos meses me ha dado lo mismo a qué se dedicaba y qué hacía ¿Cómo dice? ¿Que si sabía que él tenía una amante? La verdad sospechaba, pero ya le he dicho que me daba lo mismo con quien se encontrara, lo que más quería en la vida era asegurar el futuro de mi hija. Qué cuándo conocí a José María. Pues, le repito que fue en una fiesta de la empresa de mi marido, él se acercó a saludar a Dionisio y cuando me saludó supe que entre nosotros sería inevitable enamorarnos.
Eso lo hace, es decir, lo hacía desde hace cinco años, que es el período en el que nuestras relaciones han ido decayendo, a mí los últimos meses me ha dado lo mismo a qué se dedicaba y qué hacía ¿Cómo dice? ¿Que si sabía que él tenía una amante? La verdad sospechaba, pero ya le he dicho que me daba lo mismo con quien se encontrara, lo que más quería en la vida era asegurar el futuro de mi hija. Qué cuándo conocí a José María. Pues, le repito que fue en una fiesta de la empresa de mi marido, él se acercó a saludar a Dionisio y cuando me saludó supe que entre nosotros sería inevitable enamorarnos.
Chema se
portó muy amable, iba sólo y le pidió a mi esposo que nos dejara bailar algunas
piezas, a solas se me declaró, no lo pude evitar sentí un flechazo. Después
comenzamos a concertar citas en sitios solitarios y, luego, fue inevitable que
nos acostáramos. Cómo que eso es un móvil, ¿usted cree que yo sería tan idiota como
para tener un amante ideal y fraguar la muerte de mi marido para unirme a él?
Puede que usted piense así, pero ya le he dicho que mi marido ni se ocupaba de
mí y de los quince años de casados, sólo diez se pueden considerar normales.
Luego está el asunto de Celia la amante de Dionisio, como dice usted, pero yo
lo he sabido sólo hasta ahora. Además, ¿por qué no le han ido a hacer los
mismos interrogatorios a ella? ¿Qué? ¿que ya lo han hecho? Entonces dígame qué
méritos tiene la muy zorra para no ser ni siquiera sospechosa en el supuesto
asesinato. Mire, inspector, tengo mis dudas sobre esto. Dice que se encontró el
cadáver calcinado en una calle poco concurrida en un barrio muy peligroso; que
lo único identificable es el Rolex de Dionisio; y que no se puede saber de las
cenizas cuál es el ADN del cadáver.
Yo creo,
inspector, que mi marido fue víctima de un chantaje, un engaño o un complot,
pero no estoy implicada. ¡Ah! Eso quiere decir que, según usted, todo lo planeó
José María para desalojar el camino hacia mí. Pues, dígame, ¿para qué lo haría?
¿Sabe? A nosotros nos convenía seguir así, como amantes. De habernos juntado
habríamos tenido infinidad de problemas. Primero, mi hija, que adora a su padre
y no concibe el mundo sin él, en segundo lugar, me habría aburrido de Chema
porque si bien es cierto que es buen amante, como pareja es aburrido y
desatento, por último, está lo absurdo de las propiedades y el seguro de vida
porque la mayoría de inmuebles están a mi nombre. Eso de los seguros de vida
pasa sólo en las películas, señor inspector, porque en la vida real es
diferente.
¿Qué? Eso
no es verdad, inspector, ¿cree que Chema sería capaz de contratar a un asesino
a sueldo para matar a mi esposo? Está tonto. Eso tampoco es verdad, es
imposible, ¿tiene alguna prueba de lo que está diciendo? No, no, señor, yo sé
que José María me quiere de verdad y nunca estaría de acuerdo en conquistarme
por dinero, y mucho menos por orden de mi marido. ¿Qué dice? Ah, sí, eso sí es
verdad. Mi marido es muy, pero muy astuto. Toda su vida a negociado con buitres
y siempre, siempre, ha ido tres pasos adelante. ¡Ay del pobre que se vea
atacado o embaucado por él! Mi esposo era capaz de idear planes maquiavélicos.
Que si no creo que me tendió una trampa. No lo sé, pero de haberlo hecho no
habría terminado achicharrado dentro del coche. A ver, vamos por partes. ¿Me está diciendo que
mi marido no está muerto y que ha escapado con un falso nombre junto con su
amante, que contrató a José María para seducirme y que eso se lo ha confesado
Chema?
Creo que
mi marido es capaz de cualquier cosa y les corresponde a ustedes encontrarlo,
pero lo que me dice es una patraña. Chema me quiere de verdad. ¿Y qué? Que sea
más joven no implica nada, él ha sido sincero conmigo desde el principio. ¿Dice
que Chema mantiene una relación con una mujer joven y que vive con ella? De
donde sacó esa información. ¡Ah! Y ¿cómo se llama la zorra esa? ¿Sandra? Esa
foto es un montaje. No se lo creo. Será su secretaria o un familiar. A mí no me
va a engañar con esos trucos. Soy una mujer con dignidad y me merezco su
respeto. No se burle de mí. ¿Cuándo me dejarán salir de aquí? Tengo cosas más
importantes que hacer, ¿sabe?
Con
gusto le contestaré su última pregunta. Hágala—Eugenia presintió que lo que
vendría a continuación no era la última pregunta, sino la siguiente etapa del
interrogatorio para la cual no se había preparado mucho—. Mire, inspector,
sabía de la existencia del primo de Chema, pero su relación es muy distante.
¡¿Cómo?! ¡¿Qué diablos está diciendo?! No, lo niego en absoluto. No fuimos a
ver a Rubén. Nunca lo haríamos, le he repetido mil veces que estábamos bien y
que no le deseábamos ningún mal a mi marido, para mí ya estaba muerto desde
antes, es decir, en mi corazón. Ya no sentía el más mínimo aprecio por él, pero
de eso a contratar al primo de José María para que lo asesinara hay una
probabilidad mínima, es una estupidez rotunda.
¡Cómo
que hay testigos! No, señor, ese día fui por mi hija a la escuela, volví
pronto, dejé a Lety en casa con la niñera y me fui a cortar el pelo. Cómo que
fue mucho tiempo. ¿No sabe acaso que el arreglo y cuidado de una mujer
requieren tiempo? Sí, tardé más de tres horas, pero eso es normal. Me hice el
corte, me tiñeron el pelo y me hicieron la manicura, ¿Cuánto tiempo cree que se
tardan en hacerlos? ¡Aja! No tiene testigos, ¿verdad? No, eso no. Es imposible.
¿Las cámaras? Seguro que tienen una resolución malísima y la imagen de la mujer
que aparece allí, donde dice que me vieron, pertenece a otra persona. Bueno,
reconozco que esa tía, esa mujer, es muy parecida a mí, pero si observa bien se
dará cuenta de que tiene la nariz muy chata y el rostro más ovalado que el mío.
Oiga, cualquiera puede pintarrajearse para parecerse a alguien eso lo saben a
la perfección los maquillistas. ¿cree que soy una estúpida? Esa es una trampa
que alguien me ha puesto y usted haría bien en investigar más a los allegados y
conocidos de mi marido. Bueno, inspector como usted comienza a hacerme cargos,
ya no hablaré sin ayuda de mi abogado. ¿Qué quiere que le diga ahora? ¿Sabe?
Después de lo que me ha dicho, me parece que haría mejor en investigar si no
fue mi maridito quien le mostró ese camino para inculparme, ya le he dicho que
es demasiado astuto.
¿Por qué no lo ve desde otro punto de vista?
¿Cómo? Pues, imagine que mi marido contrata a un hombre para simular su
asesinato, consiguen un cadáver y lo ponen en el coche, le dejan el Rolex en la
muñeca, lo visten con su ropa y queman el auto. ¿Qué pasaría, entonces? Señor
inspector, ya le he dicho muchas cosas, así que me voy y si quiere seguir con
su juego, vaya a mi casa a preguntarme lo que quiera, ya sabe dónde vivo. No
pienso huir a ningún lado, sería muy tonta si lo hiciera. Es más, me pasaré
aquí las vacaciones del colegio de mi hija hasta que me aclaren este crimen.
Adiós, señor inspector.
Al salir
de la comisaría Eugenia se encuentra con Chema.
—¿Qué
tal ha ido todo?
—Mal.
Imagínate que el inspector me acusa, es decir, nos acusa a mí, a ti y a tu
pariente de haber planeado la muerte de Dionisio.
—Y tú,
¿qué le has dicho?
—Le he
dicho que no sé nada, ni quiero saberlo. Ese es asunto de él. Si quiere culparnos
que encuentre las pruebas suficientes y lo demuestre un abogado en un juicio.
Además, dijo que Dionisio te contrató para enamorarme, ¿cómo lo ves?
—Eso no
es cierto. ¡Qué cabrón!
—Sí, eso
mismo le dije.
—¿Y en
qué terminó todo?
—Pues,
van a ir a interrogar a tu primo, así que ponlo al día por si las dudas porque
mi marido es capaz de todo. Tú no lo conoces.
—Él no
tiene vela en el entierro.
—Pues, ponlo
en alerta para que luego no tengamos más dolores de cabeza con el inspector.
Al
llegar a su casa Eugenia se despidió de José María y se fue a su habitación. Se
recostó en la cama y trató de dormirse, pero le fue imposible porque comenzó
una hilera de ideas a distraer su atención, se quedó con los ojos clavados en
el techo y reconstruyó los acontecimientos de las últimas semanas.
Que hijo
de puta eres, maldito Dionisio. Pensaste que caería en la trampa, ¿no? Ya sabía
que ibas a fingir tu muerte y te ibas a ir con tu zorra. Lo que más me ha
dolido es que el inspector me haya abierto los ojos con respecto a Chema.
Conque Susana, ¿no? Se van a ir todos a la mierda ¡Qué imbécil fui! Debí
sospecharlo desde el principio. Un hombre tan atractivo como José María no se
enamoraría de mí, así como dice que lo está. Me cegó la vanidad, ese orgullo
femenino que nos oculta las cosas y ni la intuición es capaz de descubrirla, pero
ahora todo está claro. Tengo todas las cartas sobre la mesa y los voy a
entregar, o, mejor dicho, solitos se van a entregar y se llevarán a sus
malditas putas consigo a la cárcel por homicidio calificado, ¡bola de cabrones!
¿A quién mataron? ¿A quién quemaron en el coche? Pídanle a Dios que no los haya
visto alguien que pueda atestiguar sus maquinaciones porque me los van a meter
a la prisión, mínimo quince años, papitos. Se te van a acabar tus días de Luna
de miel con la perra con la que estás, Dionisio. Ya lo verás. Y tú, Chemita, despídete
de tu Susanita. Has de saber que de Eugenia Ramírez no se burla nadie.
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