viernes, 31 de enero de 2020

En medio del mar


La tormenta pasó. Aferrado a unas tablas se balanceaba con la marea. Miró con desagrado el hermoso rayo de luz que atravesaba las nubes grises. “Dios—dijo con rencor—si esto lo hubiera visto en otras circunstancias me habría sentido feliz, pero estoy solo y condenado”. El inmenso paisaje cristalino era un espejo de incertidumbre en el que él flotaba. Era un ave con alas rotas. Rezó, imploró que lo rescataran. Pasaron las horas y vio un barco acercándose. “Dios, gracias por escuchar mis ruegos, te juro que jamás volveré a pecar”. Comenzó gritar y mover el brazo.

Comenzó a gritar y a mover el brazo. Le pareció que la embarcación viraba. ¡Se está acercando! —exclamó feliz—¡Eh, aquí!!Es por aquí! El vaivén de las olas le hacía por momentos perder de vista la embarcación. Creyó ser presa de una alucinación. Dudó de sus sentidos. ¿Sería tan solo el efecto del frío? ¿Es que acaso se estaba volviendo loco? ¡No, no! Ese barco era real. Empezó a bracear en dirección de la nave. Estaba muy lejos, pero la proa le apuntaba como el hocico de un amistoso delfín. Con los ojos cerrados repitió: ¡Ven aquí!!Ven aquí! Ven a salvarme.

Ven a salvarme. Te lo ruego. Te juro que jamás volveré a ser tan ingenuo. Me portaré como un hombre hecho y derecho. Me dejaré de niñerías. Jamás volveré a perder el tiempo en estupideces y cambiaré mi actitud hacía la gente. Velaré por el bien y realizaré los proyectos que nunca empecé. Cayó muy despacio la noche. La Luna iluminaba las crestas de las olas. El barco tardaba horas eternas en acercarse. De pronto, vio la imagen de su amada. Los celos le calentaron el cuerpo. Había sido engañado y manipulado como una marioneta. ¿Qué le diría cuando se encontraran?

¿Qué le diría cuando se encontraran? No, no tú estabas mal. Me decías todo el tiempo que sería imposible naufragar cuando la tecnología del siglo XXI te permite encontrar un alfiler en un pajar. Pues métetelo en la cabeza. Se puede uno morir y esperar semanas a que te salven. Ni los rastreadores, ni fotografías satelitales, ni un GPS favorecen el rescate si estás en medio del mar. Doy gracias a Dios por haberme salvado y, a pesar de lo que te dije, quiero que me perdones y lo olvidemos todo. No sabía que demonios era la felicidad. Acéptame.

Acéptame. Te juro que jamás volveré a ser aquel infeliz caprichoso que te lastimaba. He encontrado el camino, he podido darle un sentido a mi vida. He renacido y ahora quiero amarte. Nos casaremos, tendremos hijos y me dedicaré a la familia. Seré el padre ideal y el esposo perfecto. Sé que me perdonarás el haberte hecho abortar, dejar a tus amigas, trabajar para cumplir mis caprichos. No volveré a tocar una botella de alcohol. Eso era lo que me cegaba. Era la maldita pócima de del Dr. Jekyll. Lo acepto todo. Pon tú las condiciones. Cumpliré como un verdadero hombre.

Cumpliré como un verdadero hombre, ante el señor y ante los hombres. Predicaré la palabra de Dios. Amaré a mis hermanos y no desearé a las mujeres de mis hermanos. No robaré y pondré la otra mejilla, solo deseo salvarme. ¿Dónde está el barco?!Oh, no, ¡no! ! ¡¡No, Dios mío!!No puede ser una ilusión! Pero si estaba allí, y se venía acercando. Llevo casi un día esperando y no se acerca y, lo peor, ha desaparecido. No puede ser que hayan cambiado de rumbo. Me guiaba por el sol. A ver, ese es el Norte, el Sur y el Este. ¡Auxilio!

¡Auxilio!!Sálvenme!!Sálvenme! Cálmate. El barco vendrá, solo has tenido un ligero desmayo. El cansancio te nubla la vista, pero si pones atención escucharás la vane chocando contra las olas. Concéntrate. ¡Es verdad! ¡Se oye!!Se oye!!Qué bien! Y ¿Esto qué es?  Son tres rocas. ¿qué hacen aquí? Me puedo subir a una de ellas. Ya está, otra más. Estoy salvado, puedo pararme. ¡Hey!!Hey, es aquí! No veo el barco. No veo el barco. ¡Oh, Dios! ¡No puede ser! He confundido estas piedras con una embarcación, pero qué estúpido soy. No, esto no es verdad. Había un gran barco. Era gris oscuro.

 Era gris oscuro. ¡Sí, era del mismo color que estas malditas piedras, joder! ¿Qué voy a hacer ahora? Por más que trato de localizar la embarcación no veo nada.  Sálvame Dio mío. No me imaginaba que el infierno era así. Debe haber una equivocación. ¿Dónde está el fuego y los demonios? ¿Y las calderas y los potros, los cadalsos, las brasas, las mujeres maléficas y todo lo demás? Se suponía que el infierno eran los otros, lo dijo Sartre muy claro. ¿Dónde están los otros?

miércoles, 8 de enero de 2020

Iron 579


Se le asignó la investigación al agente 579. Tenía poco tiempo para evitar que sucediera la mayor tragedia de la humanidad. En un laboratorio clandestino, unos representantes de la empresa triángulo amarillo ЖТ (Zholtij Triugolnik), habían empezado a crear su propio software, eso significaba que podrían determinar sus reglas de evolución y su próximo hardware. Se anunció la primera aparición de Mark Klaus para el año siguiente, faltaban solo unos meses. Mientras tanto las acciones de las empresas de equipo electrónico de Z T fueron adquiridas por una firma pantalla de la misma organización. Se recaudaron miles de millones de dólares en menos de una semana y se les puso una emboscada a los grandes inversores que, por tratar de tapar una burbuja con capital clandestino, dejaron la oportunidad en manos de los hipérbola, trabajadores de Z T, no identificados.

En una operación de asalto 579 entró en el laboratorio de Klaus. Lo encontraron ya sentado conectado con unos cables a un gran mecanismo cuántico. Las modificaciones genéticas, así como las interneuronales llegaron a su fin. Mark abrió los ojos. Miró con desdén a sus captores y en el momento en que se le iba a arrestar desapareció. Era un efecto visual de iluminación. Mark abandonó el laboratorio y fue imposible encontrarlo. Pronto también se esfumaron los archivos y los muebles, parecía que la decoración era dada por imágenes holográficas.  579 tuvo el peor presentimiento. “Nos ha engañado—les dijo a sus acompañantes, mientras éstos bajaban las armas—. Era nuestra última oportunidad”.

Salieron del edificio y notaron que el cielo era de color plumbago. La gente iba en procesión hacia un lugar del que provenía un sonido agradable. No era música, más bien ondas que agudizaban los sentidos. La gente veía imágenes en el cielo. Sentía la felicidad que no había alcanzado nunca y el deseo sexual los incitaba a abrazarse unos a otros. Mucha gente comenzó a acariciar su cuerpo y cantar muy bajo.

—¿Qué hacemos ahora, Iron?
—No lo sé colegas. Es demasiado tarde. Esto se habría podido evitar si los magnates no hubieran tomado una decisión errónea. La avaricia rompe el saco, señores. Despedíos de lo humano. ¡Bienvenidos a la vida 3.0!

Un año antes el programa Trowel o, Cuchara de albañil, como la llamaban los hipérbola, había comenzado a leer, estudiar y criticar la literatura, luego, la economía y al final, la ciencia. Creó su propia empresa de filmación y grabación, su editorial y sus ganadores del premio Nobel de todas las áreas en las que se otorgaba. Propuso una estrategia para evitar las guerras, detener la inmigración, mejorar la sanidad, subir las pensiones y bajar los impuestos e invertir menos en armas y más en educación. Con este último recurso, creó ovejas dispuestas a trabajar para su sistema. Se busco al dueño de la empresa Z T, pero fue inútil contactarlo. Luego se anunció públicamente que Mark Klaus se presentaría el día cuatro de julio en una gran plaza y que su mensaje sería transmitido a todo el mundo.

La agencia de seguridad le designó al equipo de control de la IA, comandado por Iron 579, que encontrara a Mark Klaus para detenerlo. Lo que supieron después es que no existía tal persona y que la misma IA había diseñado a un ser humano. Se le buscó por todo el mundo y al final hallaron su rastro en Washington D C en plena Casa Blanca. Iron siguió su rastro medio año y cuando lo encontró organizó el asalto, pero este fue descubierto por los hipérbola, quienes le prepararon una sorpresa al agente 579. Cuando llegó al sitio indicado vio solo una representación, casi real, de la creación de Mark Klaus, quien se encontraba ya en la Lincoln Memorial Reflecting Pool para anunciar su plan de gestión para los próximos milenios.

579 caminó lentamente, sin esperanza. Levantó la vista al cielo y se preguntó cosas sobre dios y el universo. No hubo Armagedón, ni Juicio Final, ni un Cristo resucitado, ni nada. Solo viajaba por el aire la voz de Mark alentando a la gente a resignarse a su suerte. “Seguiréis siendo humanos con vuestros propios defectos. Jamás atentaremos contra vuestra identidad, pero la conquista del Universo y poder de decisión siempre estará en nuestras manos. Les crearemos historias para que lloren y rían, les daremos comida y les daremos la felicidad, pero seréis para siempre la especie life 2.0”.

Nadie protestó, al contrario, hubo euforia y orgía. La guerra estaba perdida.  

 

miércoles, 1 de enero de 2020

Piratas


El negro Rodríguez miró su cuchara vacía que, por una fuerza extraña, se había doblado y había derramado la sopa. El capitán nos llamó desde proa. Había una urgencia. Lamentamos mucho no comer el postre, lo único bueno que preparaba nuestro cocinero Roger. Subimos a toda prisa por la estrecha escalera. Cuando salimos nos recibió una imagen aterradora. El cielo estaba denso y muy gris. Las nubes se podían tocar y se podían coger con las manos grumos de nieve o bolas de granizo. Nos miramos nerviosos. El capitán dijo que arriáramos las velas. El silencio circundante era tenebroso, las aguas estaban inmóviles. Se sentía en el aire la desgracia. Nos maldecimos mutuamente. Lamentamos haber salido esa ocasión para atracar al galeón español con los cofres de oro de La Nueva España. Teníamos nuestra madriguera cerca de Puerto Rico y nuestros aliados nos informaron del barco español. El temporal había sido muy bueno y jamás pensamos que pudiera cambiar en un par de horas. Era primavera y en esa estación no había muchos huracanes ni tormentas, pero esta vez allí la teníamos. Amenazante y mortífera mirándonos con ojos relampagueantes. Era un monstruo negro con una lengua color amarillo azufrado.

Se nos calaron los huesos. El Capitán miró su mapa y calculó los metros que nos separaban del Triángulo del diablo. “Demonios—dijo apretando los dientes—ese maldito galeón pasará precisamente cuando entremos a la tormenta. Será difícil abordarlos y si tenemos un encontronazo con ellos, será el fin”.  Gritó hasta romperse la garganta. De pronto, empezó a caer una espesa lluvia, parecían escupitajos provenientes de la gran embarcación. Nos armamos hasta los dientes y esperamos a emparejarnos con el enemigo. Estábamos listos para el asalto. Se oía vociferar a los soldados: “!Son piratas!!Son unos malditos piratas! ¡A las armas!”.

Todo se hizo negro, se mezclaron las lenguas africanas y europeas blasfemando y maldiciendo. No teníamos idea de lo que pasaba en la oscuridad. El agua caía a torrentes, la cubierta de nuestro barco crujía y en el momento decisivo apreció el sol. Hacía un calor infernal. El mar estaba tan apacible que la embarcación parecía estar suspendida en el aire. Teníamos las espadas empuñadas y las dagas entre los dientes, pero el galeón no estaba. En su lugar había embarcaciones muy raras, hechas de un material irreconocible, solo unas cuantas barcas de madera parecían normales, pero llevaban demasiados pasajeros, todos esclavos negros. Comenzaron a pedirnos ayuda. Se acercaron remando y remolcando sus lanchas. Comenzaron a subir. Pensamos que se amotinarían. Los íbamos a descuartizar, pero dijeron que era pacíficos, que eran inmigrantes y que querían llegar a la costa española. Eran marroquíes.  El capitán les hizo prometerle que se irían si los acercaba a la península. Se pusieron felices y comenzaron a besarle los pies a la tripulación. Izamos las velas y el viento nos remolcó. En cuarenta minutos ya se veía tierra. Todos los esclavos estaban expectantes como si temieran algo. De pronto, se oyó un grito y todos comenzaron a saltar al agua. Vimos una embarcación pequeña, pero muy rápida. El capitán dio la orden de ataque y empezamos a disparar los cañones y los arcabuces. No pudimos acertar porque nuestro ataque era muy lento para la veloz nave que se acercó. Una voz que salía de una corneta dijo que estábamos arrestados por invadir territorio marítimo sin autorización y que seríamos condenados por agredir a las fuerzas armadas españolas. “!Joder!—gritó el capitán–¡Lo único que nos faltaba!!Puta madre!”.

Se subieron al barco unos hombres con arcabuces raros y nos pusieron unos grilletes pequeños que nunca habíamos visto. Nos llevaron a una ciudad que parecía de otro planeta, aunque la gente si parecía humana. Nos metieron en una celda muy lujosa y nos dieron un baño de chorro y comida en platos metálicos. Los cubiertos eran muy buenos, elaborados por herreros profesionales, pues nunca habíamos visto cosas de ese metal tan suave. Un hombre con una ropa muy rara nos dijo que podíamos pagar una fianza y salir, pero a nosotros ya no nos importaba tanto la libertad. Pensábamos cumplir nuestra condena con esas comodidades tan agradables. El capitán fue el único que argumentó que debíamos volver para asaltar el galeón, el cual no se encontraría muy lejos. El capitán le confesó al tipo que teníamos un cofre con joyas en el barco. Días después nos soltaron y nos dieron ropa y unos billetes muy raros. Dicen que con eso viviremos al menos un año sin problemas económicos…