Es momento de que lo dejemos, James —dijo el inspector Frederick Cane conteniendo el llanto por la frustración—. Hemos intentado por todos los medios resolver este caso, pero creo que ya no nos queda otra salida, más que la de dejarle el asunto a otro investigador. Hablaré hoy con el jefe de homicidios para que se lo asignen a Tovar. Quise persuadirlo de que lo hiciera, pues el inspector Tovar sólo se dedicaba a darnos los chivatazos sobre las acciones delictivas de la mafia. No hacía más que meterse en bares, burdeles y lugares de mala muerte. Fue inútil pedirle al inspector que repasáramos de nuevo los detalles de los asesinatos paralelos para ver si encontrábamos un hilo de donde jalar. Ya lo habíamos hecho cientos de veces sin resultado alguno.
Mañana será otro día, James, descansa y sácate este caso del coco— susurró con la cabizbajo—. Me fui a mi casa, pero no pude seguir las instrucciones de mi jefe porque entre más trataba de olvidar, más reaparecían los cadáveres ahorcados de las dos veintenas de chicas. Los criminales nos tenían en jaque y en un año y medio de estarles siguiendo la pista, sólo habíamos logrado saber lo más elemental. No teníamos la mínima oportunidad, eran mucho más inteligentes que nosotros y se movían con rapidez. Actuaban en los momentos inesperados y seguían siempre el mismo patrón. Al día siguiente llegué a la oficina a mediodía, pregunté por Cane pero me dijeron que no se había presentado. Me fui a revisar la prensa y al poco tiempo llegó Frederick apresurado. “Tienes que ver esto”—me dijo jalándome de la solapa de la chaqueta—. Nos sentamos y me pidió que repasara los pasos que seguían los asesinos. Eligen a la presa, la siguen hasta un lugar poco concurrido, estrechan la distancia, le proponen a su víctima tener una relación, le ofrecen una suma grande de dinero, desarman a la víctima de cualquier sospecha y la matan ahorcándola. Dejan el cadáver en una posición como si estuviera en un féretro, le ponen en las manos la cuerda con que ha sido asfixiada y se van. Media hora después…
—¡Espera, James, ¿qué has dicho que dejan en las manos de la víctima?
—Una cuerda, es una cuerda, o un cable, o un alambre.
—Pues, mira esto.
—¿Qué es?
—Un libro. Se llama “El caso de la media de seda” y aquí está la solución, te sorprenderá saber que hemos sido unos tontos de primera.
—¿Y qué tiene que ver este libro con nuestro caso?
—Elemental, mi querido Watson, ¿recuerdas que siempre que llegamos a investigar los homicidios encontramos lo mismo? Sí, verdad. Pero la última vez, en lugar de cuerda, cable o alambre, ¿qué había?
—Creo que una media.
—Exacto, era una media. Con eso los asesinos nos mandaron un mensaje. Ya sabíamos que, por la forma de ejecutar dos asesinatos al mismo tiempo, los criminales eran cómplices. Un gemelo actuaría con la misma cautela porque, a fin de cuentas, dos gemelos son casi como una persona, ¿has oído eso que dicen que todos tenemos un doble en algún lugar? Pues, los gemelos lo tienen enfrente cometiendo otro asesinato. Así que ya los tenemos.
—Bueno, pero ¿quiénes son los sospechosos?
—Esa es una excelente pregunta. ¿Te acuerdas del testigo negro que nos pareció muy extraño?
—Sí, me pareció un hombre muy ridículo. Pero no me pareció que fuera él el criminal.
—Gran error, James, ese hombre tiene un cómplice. Su doble, pero en negativo.
—¿A qué se refiere?
—A que su hermano gemelo es blanco.
—¿Blanco? Eso es imposible.
—Claro, James. Mira, el fenómeno se llama gemelos univitelinos. Es cuando un óvulo es germinado por un esperma y el cigoto se divide en dos, la información genética puede ser cualquiera y como eso sucede uno en un millón, puede nacer un gemelo blanco y otro negro. Ahora dime, ¿recuerdas el rostro de Jack el de los hot dogs?
—Sí, claro. Lo vemos casi todos los días.
—¿A sí? Pues mira esta foto.
—Dios, es el mismo Jack, pero en negro.
—Ahora, ¿lo has entendido?
—Por supuesto. Hemos estado buscando a los criminales por toda la ciudad y todo el tiempo uno ha estado en la esquina de enfrente burlándose de nosotros. ¡Vayamos por él!
—Claro que sí James, pero antes disfrutaremos, por última vez, de sus exquisitos perros calientes.
—¿Con mucha mayonesa y mostaza?
—No, James, esta vez, será con mucha salsa cátsup y mayonesa.
—Ja, ja, ja.
Mañana será otro día, James, descansa y sácate este caso del coco— susurró con la cabizbajo—. Me fui a mi casa, pero no pude seguir las instrucciones de mi jefe porque entre más trataba de olvidar, más reaparecían los cadáveres ahorcados de las dos veintenas de chicas. Los criminales nos tenían en jaque y en un año y medio de estarles siguiendo la pista, sólo habíamos logrado saber lo más elemental. No teníamos la mínima oportunidad, eran mucho más inteligentes que nosotros y se movían con rapidez. Actuaban en los momentos inesperados y seguían siempre el mismo patrón. Al día siguiente llegué a la oficina a mediodía, pregunté por Cane pero me dijeron que no se había presentado. Me fui a revisar la prensa y al poco tiempo llegó Frederick apresurado. “Tienes que ver esto”—me dijo jalándome de la solapa de la chaqueta—. Nos sentamos y me pidió que repasara los pasos que seguían los asesinos. Eligen a la presa, la siguen hasta un lugar poco concurrido, estrechan la distancia, le proponen a su víctima tener una relación, le ofrecen una suma grande de dinero, desarman a la víctima de cualquier sospecha y la matan ahorcándola. Dejan el cadáver en una posición como si estuviera en un féretro, le ponen en las manos la cuerda con que ha sido asfixiada y se van. Media hora después…
—¡Espera, James, ¿qué has dicho que dejan en las manos de la víctima?
—Una cuerda, es una cuerda, o un cable, o un alambre.
—Pues, mira esto.
—¿Qué es?
—Un libro. Se llama “El caso de la media de seda” y aquí está la solución, te sorprenderá saber que hemos sido unos tontos de primera.
—¿Y qué tiene que ver este libro con nuestro caso?
—Elemental, mi querido Watson, ¿recuerdas que siempre que llegamos a investigar los homicidios encontramos lo mismo? Sí, verdad. Pero la última vez, en lugar de cuerda, cable o alambre, ¿qué había?
—Creo que una media.
—Exacto, era una media. Con eso los asesinos nos mandaron un mensaje. Ya sabíamos que, por la forma de ejecutar dos asesinatos al mismo tiempo, los criminales eran cómplices. Un gemelo actuaría con la misma cautela porque, a fin de cuentas, dos gemelos son casi como una persona, ¿has oído eso que dicen que todos tenemos un doble en algún lugar? Pues, los gemelos lo tienen enfrente cometiendo otro asesinato. Así que ya los tenemos.
—Bueno, pero ¿quiénes son los sospechosos?
—Esa es una excelente pregunta. ¿Te acuerdas del testigo negro que nos pareció muy extraño?
—Sí, me pareció un hombre muy ridículo. Pero no me pareció que fuera él el criminal.
—Gran error, James, ese hombre tiene un cómplice. Su doble, pero en negativo.
—¿A qué se refiere?
—A que su hermano gemelo es blanco.
—¿Blanco? Eso es imposible.
—Claro, James. Mira, el fenómeno se llama gemelos univitelinos. Es cuando un óvulo es germinado por un esperma y el cigoto se divide en dos, la información genética puede ser cualquiera y como eso sucede uno en un millón, puede nacer un gemelo blanco y otro negro. Ahora dime, ¿recuerdas el rostro de Jack el de los hot dogs?
—Sí, claro. Lo vemos casi todos los días.
—¿A sí? Pues mira esta foto.
—Dios, es el mismo Jack, pero en negro.
—Ahora, ¿lo has entendido?
—Por supuesto. Hemos estado buscando a los criminales por toda la ciudad y todo el tiempo uno ha estado en la esquina de enfrente burlándose de nosotros. ¡Vayamos por él!
—Claro que sí James, pero antes disfrutaremos, por última vez, de sus exquisitos perros calientes.
—¿Con mucha mayonesa y mostaza?
—No, James, esta vez, será con mucha salsa cátsup y mayonesa.
—Ja, ja, ja.
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