martes, 25 de julio de 2017

Sinfonía carmesí

Parecía la dueña de la barra, estaba de pie, sus formas, delineadas por el carmín de su vestido y los tacones altos, me excitaban. De perfil se adivinaba su nariz recta, oculta tras los sedosos mechones ondulados de su abundante cabellera. Pensé en los contrastes y el escalofrío recorrió mis piernas haciéndolas tambalearse. Me la imaginé desnuda como Eva, pero en lugar de manzana sostenía una pera y recordé que era como en la Edad Media con esas representaciones acomplejadas que decían más por dentro que por fuera. Por eso, me rompí la cabeza tratando de adivinar si era sensual, violenta y erótica o sangrienta, cruel y maléfica. Estaba ciego y sólo con la receptividad de los otros sentidos podía estudiarla para comenzar el abordaje. Me acerqué despacio, fingiendo distracción. Ella no me había visto y eso me ayudó a seguir adelante. Cuando me encontré a su lado y le pedí mi bebida al barman, le di rienda suelta a los pulmones para guardar su aura perfumada. Sus manos no decían nada con su atadura de dedos trenzados.

Su ridículo e infantil olor a fresa resultaba más provocador a esa distancia. Logré ver sus labios embadurnados de escarlata. Eran prometedores y finos. Su sonrisa era de una pureza falsa que atraía como un imán. Pensé que Stendhal se había equivocado con aquel título de su obra y Neruda estaba más próximo con su canto austral, sin sus clásicas gotas espesas de todos sus poemas y los rancios cantos desesperados. Ella era la fertilidad, la quería con las copas de su pecho engalanadas de ardientes dedales corrugados y ataviada con un camisón traslúcido. Le hablé y sus frases se fueron directamente a mi flujo sanguíneo. Me iba a realizar una incisión profunda y dulce en el momento que aceptara mi proposición. Le invité dos bloody Marys, dijo que no le gustaban los vampiros ni las niñerías, que sabía amar de verdad con juegos para adultos. Le contesté que sería su cordero, que ya podía preparar el manto de la última cena y asestarme los agudos golpes de su cuadril. Será un viaje largo y te sentirás sacrificado y redimido, hundido en las aguas caudalosas de tu propio deseo. Me imaginé como Sigfrido, inmune a las críticas de los que me rodeaban y ungido por la sangre del dragón que me defendía de los escupitajos verdes de los mirones que blasfemaban. Arderás en mis brazos y querrás escapar como si temieras la venganza de los faraones, sin embargo, encontrarás la tierra prometida y vivirás pródigo en mi cuerpo.Las noches se iluminarán de globos de papel chino que, elevándose por el oscuro cielo, encenderán las estrellas. 

Todo en ella era esférico y sideral, al apretarla brotaban sus agridulces jugos y sus caricias eran como las brasas. Me consumí en el infierno de sus entrañas, me convertí en ceniza, viajé por los concéntricos anillos de su divina comedia. Remé con fuerza a contracorriente por el purgatorio de nuestra relación, me sentí condenado y la oscuridad me envolvió. Surgió la duda y le pregunté si era Lilith con sus cientos de hijos sacrificados, pero no contestó. Sonrió y su fina corona de narcisos me mostró su sonrisa de azahares. Contemplé su cuerpo cubierto con la túnica primaveral del cuadro de Botticelli. Estaba en el Edén y le prometí que la plasmaría, tal y como era, en uno de los más grandes lienzos del tiempo. Cogí los pinceles, saqué mi paleta de Delacroix con sus gotitas de aceite de lino y gamas de pintura, de la más clara a la más oscura. La dibujé en carbón blanco, al rojo vivo, con mano firme. Las telas tendidas en el cuarto de la intimidad hicieron pública su belleza.

Su mano virginal me condujo por el Vía Crucis de la locura. Pisé el fango y caí en los más putrefactos charcos, pero su ánimo me levantó y me hizo sentir menos los ásperos castigos del látigo de la moral que, aunque níveo, era más doloroso que la guillotina. La abstinencia no me daba la paz que esperaba, sólo prometía con sus términos de ética sagrada un inexistente paraíso, así que opté por la entrega incondicional y encontré el compromiso en el territorio basto de mi amada, que día a día, en el mismo sitio libraba más batallas que un Alejandro Magno. Mientras me ocultaba en mi querella, lejos del estoque de la traición, ella se iba a los tendidos altos oculta bajo un capote. Nunca nos llegó la paz y cruzamos el arcoíris con todas sus tonalidades hasta que llegó el gris del aburrimiento y los tapetes pardos espinaron nuestras plantas. El lujoso cielo negro de la noche sin estrellas nos vedó los néctares de la reconciliación y nos atamos a nuestros grilletes: ella luchando en sus guerras y yo navegando mis mares como Ulises, alejándome más y más de su manto tejido de traición. 

Encontré más tierras, despertaron mi curiosidad las sirenas, pero mi corazón estaba entre las madejas de su incansable labor. Miré otra vez la brújula para saber si llevaba la dirección correcta y encontré el oriente tenue de filosofías vanas. Pasión contra sabiduría, fuego contra hielo, razón contra instinto, todo nos separaba ya y, a pesar de todo, pudimos volver juntos al lecho. Arrepentidos y con las mejillas de piel bermellón unimos de nuevo nuestra desnudez de antaño, tan sólo para recordar que habíamos tenido un compromiso irrefutable firmado con sangre.

 Crujió el armazón del puerto abandonado, se pulverizaron los huesos del rencor y aprendimos a vivir mirando la arena de color naranja pegada al firmamento y en cada tarde nos mecimos sobre la hamaca de los recuerdos resucitados. Volvieron las notas de la melodía de las gaviotas, mordimos la carnada y la sal nos resecó los caprichos. Abrimos los brazos y nos entregamos a la caída permanente de las hojas de parra. Nos guió el canto de la caracola con su lomo de labio ávido. Las conchas salieron de la arena y ella se paró sobre la que tenía más espuma y renació en mito ancestral. Ante ella se inclinó Sandro, William, Diego, Paolo, Pedro Pablo, Alexandre y yo. Nos escogió a todos y volvimos mansos a la barra para invitarle una margarita y mirar su sonrisa clara, sabia y todopoderosa.
                                                                                                                                              

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