Era delgado, bien parecido y estaba en el mejor momento de su vida. No
tenía compromisos familiares y vivía para su propia satisfacción. Era amante de
los libros y le habían confiado la cátedra de literatura universal. Todos los días,
por la mañana, daba sus magistrales clases y luego se dedicaba a la
investigación, crítica y asesoría para las tesis. Esto último le producía una
gran satisfacción porque era muy estricto en la selección de sus alumnas. Por
lo regular, no aceptaba hombres y no había hecho jamás una excepción.
En cuanto a las mujeres, tenía un
sofisticado método en el que las rubias guapas, las morenas seductoras, las
ardientes mulatas y todo tipo de pupilas superfluas quedaban excluidas. Siempre
comenzaba con un interrogatorio, luego les dejaba una tarea y si ésta era
cumplida, la alumna se ganaba la atención completa del brillante profesor, por
un año. A lo largo del curso iba localizando a sus futuras especialistas en
literatura, por no decir víctimas. Era muy importante que las elegidas tuvieran
una cualidad interior para analizar los textos y hallar la esencia impregnada
en las obras de cada escritor. Por lo regular, las chicas que tenían una amalgama de intuición y análisis crítico se ganaban el puesto.
Silvino González se dedicaba en cuerpo y alma a la siembra, cuidado,
desarrollo y madurez del objeto crítico literario. Llevaba trajes de buena
calidad, cargaba un portafolios de cuero muy caro y sus gafas tenían las
molduras de oro. Siempre sacaba un cuaderno con empastado celeste, al que
llamaba “Diccionario de latín”, pero que sólo contenía las frases que los
estudiantes debían aprenderse al final del curso para obtener una nota. Los
desafortunados que no ponían atención o que no podían recordar todas las citas,
se veían obligados a repetir curso. Había unos parámetros que podrían ser
determinantes en la elección de las candidatas. Primero, la estudiante debía
asistir a clase ocultando su verdadera naturaleza bajo un antifaz de modestia,
determinación o cualquier otro tipo de estratagema. En segundo lugar, debían
aceptar la entrada de cine que les entregaba para ver una película en la que
ellas se veían reflejadas en la pantalla. Por último, debían quedarse con él
después de la celebración de la fiesta de fin de curso.
Silvino tenía mucho éxito en las conquistas porque contaba con muchos
recursos, gracias a los libros, sin embargo, por iniciativa propia había hecho
de la seducción un arma infalible que nunca lo traicionaba. Sabía penetrar tan
hondo en la naturaleza femenina que lograba que ellas recibieran satisfacción,
aunque ni siquiera las tocara. Había una cosa que no lograba entender hasta el
final, era que sus presas llevaban el mismo nombre. Podían ser de diferentes
razas y nacionalidad, pero se llamaban siempre igual. Otra cosa que no encajaba
era que ellas siempre se querían casar con él y padecían de una enfermedad
mortal. Además, por más años que corrieran, él seguía igual.
Su calvicie prematura no avanzaba, sus arrugas eran siempre las mismas y por
más que se descuidara o abusara de la comida, ni engordaba ni perdía peso. Para
colmo, las fiestas de fin de curso no variaban mucho en sus características,
pues siempre se elegía la misma música, se terminaba en el mismo momento y la
mujer que lo acompañaba decía siempre las mismas palabras. Trató, sin lograrlo,
de hallar la respuesta. Tuvo crisis emocionales, padeció la agudeza de sus
hipótesis y no aceptó su realidad empeñándose en demostrar que todo lo que
sucedía no era producto de un intelectual loco que lo había creado con esas
características para que llenara el espacio de una historia interesante, pero banal
en su esencia. Trató de cambiar las cosas, pero siempre llegó al mismo sitio.
Evitó relacionarse con las estudiantes y no escoger a ninguna, pero eso sólo provocó
que su técnica de seducción fuera más persuasiva. En una ocasión dejó de
asistir a las clases, pero llegado el momento se vio acompañado de una joven
desnuda que le pedía matrimonio.
Un poco autobiográfico, ¿no? :) Yo debería leerlo antes. ¿Entonces invitarle a tomar café es una tarea imposible, profe? ¿Está harto de las alumnas importunas? :) Gracias por el relato. El final es maravilloso.
ResponderEliminarHola, no es nada autobiográfico por fortuna, porque, como se ve al final, se trata de un personaje de una película la cual si existe y tiene una trama parecida. Este cuento mezcla algunas partes de ese film y conceptos de una novela de Torrente Ballester. Mucho influyen en la obra de un autor sus lecturas y experiencias personales, pero aquí sólo hay elementos de la película "La elegida" con Penélope Cruz y Ben Kingsley y el libro de Don Juan de Gonzalo Torrente Ballester, en el cual la protagonista es la seducción, un libro muy bueno que merece la pena leerse y disfrutarse. Bien, gracias por el comentario y hasta pronto.
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