I
Estaba en mi estudio
terminando mis escritos. No era nada importante, en realidad, pero me urgía
enviar esa carta a la señora Bovary. Quería advertirle de los peligros de
seguirse endeudando. No podía revelarle que ya sabía de su final trágico y
decepciones. La preocupación no me dejaba dormir. Llevaba algunas noches sin
pegar ojo. En cuanto terminé de escribir, limpié la pluma, cerré el tintero y
saqué mi estuche de cuero para poner el sello. Puse a calentar el lacre y le estampé
el escudo de mi anillo. Llamé a Petronio de inmediato para que me entregara la
correspondencia y llevara la misiva a mi adorada Emma. No me habían escrito ni
Flaubert ni Víctor Hugo, sin embargo, sí había una carta de Leo, mi estimado
amigo ruso. No comencé la lectura de inmediato, quería disfrutarla en la noche
bajo el resguardo de la oscuridad y el silencio. Me quedé un momento solo,
repasé mi agenda y me di cuenta de que tenía una hora para la consulta del
doctor. Esta vez les diré que voy a escribir todo lo que me digan—pensé—, no
vaya a ser que me salgan otra vez con eso de que no sigo las instrucciones del
doctor.
Me fumé un buen puro y
saqué mi mejor whisky. Tomé dos copas y miré a través de la ventana. La calle,
no estaba muy concurrida. Solo vi pasar un coche, era domingo. Por lo regular,
siempre hay un poco de bullicio, pero los fines de semana no hay mucho
movimiento. Ya no me quedaba bastante tiempo para releer un pasaje de El hombre
que ríe, ni mucho menos para un capítulo de Guerra y Paz o Papa Goriot. Este
último me habría traído solo penas, puesto que sus pasajes relacionados con el
matrimonio me incitarían a reñir de nuevo con mi esposa Constance. Ella no es
muy desagradable y nos casamos por amor, lo único es que, desde hace varios
años, creo, no hemos podido llegar a un acuerdo. No me entiende muy bien y me
critica demasiado. Hemos tenido riñas de verdad y siempre le he perdonado todo.
A mí, por ejemplo, no me gusta su forma
de vestir, su forma de hablar y su distanciamiento. No creo que sea por la edad
ni el tiempo que llevamos de casados que, serán unos veinte años, más o menos.
Seguro que el origen de nuestra discordia es que odia cualquier cosa que esté
relacionada con la literatura. ¿Cómo es posible que odies mis libros y a mis
escritores favoritos? —le pregunto cuando la sorprendo leyendo—. Deberías leer
las obras de nuestra época, pero te empeñas en adquirir libros que hablan de
tonterías.
Hace un mes casi me voy
de la casa. Fue por un libro que me pareció la tontería más grande del mundo.
Se llamaba El amante y era demasiado inmoral. No quiero contarles las
perversiones de las que habla la autora. En nuestra época, bien lo saben, hay
normas que la gente debe seguir. No me imagino una relación como la que cuenta
esa mujer. Una inocente niña en manos de un diabólico chino, pero ¿qué piensa
la gente? ¿Se han vuelto locos o qué? Lo peor es que mi esposa estaba
disfrutando a lo grande con esas cochinadas. No quiero decir que ahora no
sucedan cosas así, pues la humanidad se ha caracterizado siempre por su
bestialidad, y no seria sorprendente descubrir la degradación entre nuestros
vecinos o coterráneos. A lo que me refiero es que eso no se debe hacer público
en forma de novela. Que se encarguen los jueces o los verdugos de esas cosas,
pero que no se ponga en las estanterías de las tiendas de libros.
Bueno queda muy poco para
la consulta del doctor. Odio su forma de vestir. No tiene sentido del gusto.
Elige sus prendas con los ojos cerrados. Se pone chistera y sus trajes son
horribles. Bien podría cambiar su guardarropa porque lo que lleva puesto
siempre parece salido de un museo, lo digo por la calidad de las telas que
parece que tienen más de cien años. En fin. De mi mujer, mejor callar. No se
pone el corsé, ni sus crinolinas voluminosas, tiene el aspecto de una moza de
ricos. A decir verdad, lo que se pone no parece ropa de este mundo. No es
elegante, ni de telas finas. Hay, sobre todo, unos pantalones que le quedan
ajustados, no sé de que tela serán, nunca he visto nada igual, y sus blusas
dejan ver su sostén. No se cómo no le da vergüenza salir así a la calle o andar
aquí entre la servidumbre con esas fachas.
Me han dicho que hoy será
la prueba de fuego. El doctor intentará hacerme dormir para preguntarme algunas
cosas. Sigue pensando que estoy mal del coco, es por eso que he tomado todas
mis precauciones. Estas notas servirán de referencia para cuando me despierte.
No sé qué demonios es ese método de la hipnotización. Esa palabra no la he oído
nunca. Bueno, doctorcito, prepárate que te daré una gran sorpresa. Voy a seguir
escribiendo, incluso cuando me duermas. No me fio de ese tipo. Su peinado es
horrible, parece que no sabe lo que es un peluquero. Bueno, allí están. ¡Que
puntuales!
A ver, amorcito, ¿qué
tengo que hacer hoy? ¿Qué es el doctor el que da las instrucciones? Vaya, pues ¿no
te gustaba tanto dar órdenes? Ya quisiera verte sola sin el doctorcito para que
empezaras con tu interminable trabajo de generala. Pues, estoy listo. ¿Cuándo
me tengo que dormir? Que espere, ¿qué me tienen que ayudar? Bueno, pues venga y
no me pidan que deje de escribir. No les daré el gusto de burlarse de mí. Estoy
en mi sano juicio. ¿Qué es eso, doctor? Una esfera de cristal, ya veo, pero
¿para qué necesito verla y escucharle a usted? Sí, le escucho, pero me empieza
a dar sueño de verdad. ¿No piensa parar? ¿Cómo? Que en eso consiste el método,
me lo imagino. Bueno, creo que ya estoy a punto de…
II
Me he despertado de buen
humor. Nunca me había sentido así. Alicia está radiante. Ya se me había
olvidado su sonrisa y hemos desayunado juntos. Ha preparado un pie de queso muy
bueno. Siempre lo prepara los domingos, pero está vez se ha esmerado. He
tratado de recordar algunas cosas, pero siento como si me hubieran desconectado
algunas partes del cerebro. Alicia me ha dicho hace un rato que la sesión con
el doctor fue fantástica y que ya no vendrá por aquí, a menos que se requieran
sus servicios en una situación de emergencia. Sí, así lo ha dicho: “de
emergencia”. No sé a qué se referirá, pero mientras nuestras relaciones vayan
bien, será mejor no ver al doctorcito. Tengo muchos planes. He llamado de nuevo
a la oficina y me han dicho que la empresa quebró. Luego he mandado mi CV a
otros sitios, pero me he enterado de que los especialistas como yo ganan muy
poco. Alicia me ha presentado su plan y le he dicho que me parece buena la
idea. Vamos a abrir una floristería. Por el momento mi estudio está bajo llave
y mejor que sea así. Creo que de tanto leer novelas del siglo pasado se me
descompuso el coco. Bueno, mañana vamos de compras. Necesito ropa nueva y
cambiar de imagen. Me voy a cortar el pelo y ya no quiero llevar está barba
horrible. En gran medida mi aspecto ha de haber sido uno de los factores que
arruinaron mi relación. También el mal carácter. Alicia ya no me lo dice, pero
recuerdo que teníamos discusiones larguísimas por estupideces. Ahora trato de
ver las cosas con más sencillez. Sin darme aires de intelectual. Ja, qué simple
es la vida, dice Alicia mientras saca los trastos del lavavajillas. Sí, le
digo, esa máquina es una maravilla.
Llevo una semana haciendo
los trámites para el local. He conseguido que me abastezcan de flores y mi
mujer ya ha registrado nuestro negocio. Pronto empezaremos, mejor dicho,
comenzaré con la venta de flores. Esto seguro que nos dará mejores
posibilidades económicas. Tengo muchas ganas de ayudarle a Alicia, sé que por
mi culpa se ha endeudado un poco y lo mejor que puedo es ser solidario en estos
momentos. Hace poco noté la actitud de los vecinos. Me saludan con prudencia y
se asombran cuando les comento cosas. No creo que cuestiones sobre el tiempo y
alguna broma motiven la desconfianza. La señora López me ha dicho que esta muy
contenta de verme tan cambiado. ¿Cambiado? —le he preguntado, pero me ha visto
con sorpresa y se ha retractado—. ¿En qué sentido? No ha dicho nada y con una
risa forzada se ha ido.
Me siento fantástico. La
gente viene a comprar flores para todo. No me imaginaba que hubiera tantos
motivos para regalar una flor. Para nosotros eso es bueno, somos los únicos que
vendemos flores aquí. Además, resultó que tengo talento para envolver y
decorar. Mis arreglos han cobrado cierta fama y los clientes vuelven pidiendo
las combinaciones de rosas, peonias, claveles y tulipanes. A veces pienso que
estoy viviendo una existencia ajena. En algunas ocasiones me ha asaltado la
duda del pasado. Alicia me ha ocultado muchas cosas. He visto solo nuestras
fotos de la boda y todas en las que estamos abrazados o contentos, pero
recuerdo que había algunos álbumes en los que tenía fotos de mis amigos y mi
familia, pero ella dice que no los tenemos. Eso es muy raro y tengo la
sensación de que los he visto hace muy poco tiempo. ¿Dónde habrá metido todo?
También me preocupa el estudio. No lo hemos abierto desde hace un mes y sé que
tengo cosas importantes allí.
III
He visto un sueño
rarísimo. En realidad, lo percibí todo cuando estaba casi a punto de
despertarme. De hecho, ya oía los pájaros trinar y un haz de luz solar me daba
en la cara. Sentí el cuerpo caliente de Alicia y de pronto me vi a mí mismo con
un traje del siglo XIX. Estaba dando vueltas por la casa y le pedía a mi criado
que me entregara la correspondencia. Era todo, pero sentí que esa imagen era tan
real como la vida misma. Me levanté y me ocupé de otras cosas. Hice el desayuno
y esperé una hora a que se levantara mi mujer. Puse la radio y escuché las
noticias. No había nada nuevo. Seguía la política expansionista de Israel, las
eternas riñas entre La Nueva Rusia y los EE UU, nuevas reglas para los
conductores, aumento en los productos de importación, etc. Bajé al buzón por la
correspondencia. Estaban todas las facturas, talones publicitarios y un folleto
de ropa de una tienda famosa. Lo puse todo en la mesita de centro y me encontré
con la mirada de Alicia. Me abrazó y me dio los buenos días. Nos fuimos a
desayunar. Luego nos vestimos y nos marchamos a la tienda. A ella le gusta
pasar el fin de semana en el local. No es muy amplio, pero está muy bien
ubicado. Hay muchos curiosos que se quedan mirando nuestros arreglos. Una
señora mayor nos ha comprado un ramo de rosas para su amiga. Hemos conversado
con ella de tonterías, pero ha sido agradable.
Por la noche han sucedido
cosas increíbles. Pensaba que eso del amor carnal se había terminado entre nosotros,
pero qué va, estamos en buenas condiciones y con un gran futuro. Después del
esfuerzo estuvimos hablando cosas de nuestra juventud, luego recordamos nuestro
primer encuentro y las noches que pasábamos haciendo planes para el futuro. No
se cumplió casi nada. No se nos dio lo de los hijos, Alicia terminó su carrera
y el doctorado. A mí se me complicó más la vida, pero lo bueno es que seguimos
juntos. Bueno. Mañana será otro día.
IV
No lo puedo creer. Tengo
un dolor fortísimo de cabeza. Siento como si me estuvieran diseccionando el
cerebro. Por momentos veo cosas extrañas. Muchas imágenes se relacionan con ese
sueño extraño que tuve. Todo ha sido porque abrí mi estudio y me puse a
fisgonear. Al principio, vi que todos mis libros tienen anotaciones. ¿Cómo me
he podido olvidar de ellos? Hay muchos, la mayoría son colecciones completas de
las obras de famosos escritores. Tengo, incluso dos de los libros de Balzac,
una con empastado azul marino y otra negra con letras doradas. Hay muchos de
Tolstoi, Dostoievski y mis amigos franceses. También hay objetos antiguos que
parecen sacados del museo de historia. Hay notitas por todos lados. Al
principio me he querido salir de allí con los documentos que buscaba, pero luego
me he sentado y he visto una carta o un aviso escrito por mí. No sé hasta que
grado sea cierto lo que puse allí y me parece que eso lo haría solo un loco.
Ahora trato de atar cabos y recordar ese día que fui hipnotizado, pero es como
si no lo hubiera vivido. Tengo mil dudas y cada minuto me siento más nervioso.
Es como si de pronto comenzara a reconstruirse mi cabeza y las imágenes fueran
surgiendo poco a poco. Comienzo a ver pasajes de libros. Personas en coches,
calles oscuras iluminadas con candiles. Necesito irme a trabajar, pero no creo
tener fuerzas suficientes. No me quiero quedar aquí, sin embargo, los
pensamientos no me dejan en paz.
La noche ha sido
horrible. Alicia se ha puesto de muy mal humor. Me ha echado la bronca por
haber entrado al estudio. Llamó al doctor y estuvo consultando con el dos
horas. No me imaginó por qué hizo tanto alboroto. Le dije que estaba bien, que
lo único que me preocupaba era la floristería, pero me echó en cara mi
estupidez y perdí la paciencia. Eso fue lo peor que pude haber hecho. Se puso
muy caprichosa, rompió la vajilla y casi rompe la puerta. Llevamos unas horas
sin hablar. Le hago preguntas y no responde. He pasado todo el día fuera. Me he
puesto de malas y los clientes me han mandado al demonio. Les pedí disculpas,
pero no me compraron nada.
V
Estoy irreconocible. Me
he puesto una chistera y un traje pasadísimo de moda que estaba arrumbado
debajo de mi mesa de trabajo. Me he puesto a escribir cosas importantes. Por
precaución he cerrado la puerta para que Constance no entre. La he oído hablar
con el doctor. Hablan de una hipnosis fallida. No entiendo nada de lo que
dicen. Tampoco he querido responderle a mi esposa. Le he recordado lo del
libro. Dice que es mentira, que nunca ha leído nada semejante. Me ha mencionado
una floristería, pero no me importa nada. Tengo muchas cosas importantes que
hacer y si quiere que le regalen flores, que cambie de actitud y se comporte
como lo que es, una ama de casa. SE ha extraviado la carta de Leo. No la puedo
hallar por ningún sitio. La necesito ya. Me hago una idea del contenido y hasta
podría arriesgarme a contestar a ciegas, pero qué dirá mi queridísimo amigo.
Estaría en juego mi reputación. ¿Luego? ¿Con qué cara podría presentarme ante Gustav?
¿Qué me diría Honore y Víctor Hugo? No, es necesario buscar con más
escrupulosidad. No, aquí no está. En el armario tampoco. ¡Ah, ya! ¡Qué tonto
soy! Está allí, sí, exacto. En el libro de воскресенье. ¡Bien! ¡Veamos, querido
amigo! Sí.
“Estimado Jan, te escribo
para comunicarte que me será imposible llegar a tu casa en verano. En Ясная поляна o, como le dice usted,
Calvero claro, tenemos mucho trabajo. Tengo muchas cosas que enseñarles a los
niños de los campesinos. ¿Sabe? Nuestra sociedad es injusta con los pobres. Son
explotados y humillados, jamás el estado les dará las condiciones adecuadas
para que tengan una vida digna. Mi deseo es que gocen de los beneficios de mi
riqueza. En mi casa tengo problemas con mi familia. Nadie entiende nada y son
egoístas. Algún día la gente reconocerá este esfuerzo. En fin.
Por otor lado le comento
que he escrito mi libro sobre la iglesia ortodoxa y me han excomulgado. Ha sido
el patriarca que dice que soy un hereje y que merezco ir al infierno. Se ve que
no ha tenido ni la curiosidad, ni el valor para leer. ¿Con qué derecho se da la
libertad de quitarme el derecho al cielo? ¿No será que lo ha consultado con
dios y el creador le ha dicho que me merezco ser condenado solo por criticar a
los religiosos? En breve le llegará un ejemplar firmado por mí. Léalo a
conciencia y deme después su amplia y valiosa opinión. Se despide de usted su
amigo de siempre,
León T.
Bueno, no era lo que yo
pensaba. Gracias a dios la encontré. Bueno es hora de responderle. ¡NO me
molesten! ¡Que no ven que estoy trabajando! ¡Ay! Ya está aquí otra vez el
doctorcito. ¡Esta vez no me va a engañar! ¡Ya no quiero seguir con su método
tonto! ¡Váyase y déjeme en paz!
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