lunes, 30 de noviembre de 2020

Ucronía de Paco

El sueño es milagroso. Bendita sea aquella frase que dice todo el mundo: “Consúltalo con la almohada”. Vaya que me ha dado resultado. Apenas ayer estaba rompiéndome la cabeza con todos mis problemas y hoy estoy con un ánimo increíble. Eso de que tu cerebro trabaja mientras tu descansas, es verdad. Por fin lo he comprobado. En todos esos libros de autoayuda que encuentras en Internet te describen el funcionamiento de la máquina más evolucionada del universo. ¿Cuántos millones de años fueron necesarios para crear un sistema tan complejo? Pues desde que dios tiene uso de razón. No, ya en serio. Te quiero contar lo que he pensado para solucionar todos los problemas. ¡Que loco estás, Paco! Espera y no me juzgues. Bueno, pero dime ¿a qué te refieres? ¡Explícamelo! Pues a que voy a darle la vuelta a la tortilla. Pero, ¿no habías dicho que no ibas a ceder? Pues, no tiene nada de malo recapacitar, ¿no? ¿No les pasa a todas las personas? Escucha, es un plan perfecto.

Al principio, lo más importante, Carmela. No le voy a decir que deje a su novio. Me he pasado todo el año tratando de demostrarle que su Pedrito es un gañán, pero el resultado ha sido nulo, sin embargo, he ideado una súper estrategia. Le voy a decir que está bien. Me rindo que salga con él el tiempo que quiera. Es más, le voy a proponer que se lo traiga a vivir a la casa. ¿Estás loco? No, claro que no. Eso ya lo hablamos toda la noche y no me interrumpas porque se me va la olla y luego empiezo a decir tonterías.  Bueno, el caso es que, si nos traemos al Pedro, mi mujer no va a saber qué hacer. ¡Se va a quedar tan sorprendida que dejará de moler con sus reclamos y sus peroratas de…”!No entiendes a tu hija! ¡Recapacita, por dios! ¿No sabes que ya está en edad de merecer?”. Pues, sí. ¡Venga! ¡Merece eso y más! Lo que no sabe Marga es que a los tres días ya estará deseando que se largue de aquí. Y ¿eso por qué? No me salgas con eso, ¿acaso no lo entiendes? ¿No te das cuenta de que son incompatibles? Además, Armando se va a poner como un toro de lidia. Ya sabes que no lo traga y se va a encargar de que la vida en la casa sea un infierno para él. ¿Te acuerdas cuando leímos a Sartre? ¡Ah! ¡Pillín! ¿Te refieres al libraco “A puerta cerrada”? Claro ¿Recuerdas que nos encantó eso de que el infierno son los otros? Por supuesto que sí, pero y ¿cómo vas a soportarlo tú? Pues con dos remedios, hago de tripas corazón y me lavo las manos. Pero tu casa será el caos. Vas a confrontar a tu familia. ¿Y eso qué? Llevo mucho tiempo tratando de mantener la paz y la buena voluntad y ¿cuál ha sido el resultado? Sí, sí, ahora caigo. Oye, ¿Y Luciano? Bien que lo mencionas. Mira, voy a decirle que estoy de acuerdo en que deje los estudios y que haga lo que quiera. Eso no me gusta nada, vas a perder toda la autoridad y te van a mangonear todos. No, no lo has entendido. Ya sabes que, si les impones cosas a mis hijos, lo primero que hacen es llevar la contraria. Lo que quiero es que se meta a trabajar y se mantenga solo. Ya estás grandecito, le diré. Búscate la vida solo. De mi bolsillo no saldrá ni un solo quinto para ti. Creo, sinceramente, que eso va a ser el acabose, la verdad. Te lo digo porque se va a ir con sus amigotes y se echará a perder. Pues me importa un comino. Ya estoy cansado de echarles sermones inútiles. ¡Que prueben la vida! ¡Ya es hora de que se rasquen con sus propias uñas!

—Hola, buenos días, papá. ¿Qué tal has dormido? —Oye, Paco. ¿Qué le habrá pasado a la Carmen? Si nunca te da los buenos días. No lo sé. Está rarísima. Bueno, contéstale. No te quedes como tonto.

—Hola, hija. Bien, he descansado muy bien y ¿tú?

—También. ¿Quieres que te prepare el desayuno? —Me lleva la reverenda…Oye, ¿no les habrá pasado en la noche lo mismo que a ti? Pues, seguro que sí. A lo mejor, ayer hubo un fenómeno galáctico o algo así. Tendremos que buscar en el Internet al rato.

—Bueno, Carmelita. ¿Serías tan amable?

—Por supuesto que sí. ¿Quieres unos huevos con jamón y frijolitos?

—Sí, hija. Eres un amor.

—Los hago en seguida. Oye, papá ¿y el café con leche?

—Sí, hija, gracias.

La verdad no lo entiendo. Ayer juró y perjuró que dejaría de hablarte toda la vida y…Mírala. Tan hacendosa y amable. Creo que no es la primera ni la última sorpresa del día. Mira, allí viene tu mujer. !Está irreconocible! Hasta parece que en la noche perdió diez kilos. Se ve como hace veinte años. ¡Qué barbaridad! Solo falta que me dé un beso y me planche la camisa para ir al trabajo. Sí, ya viene para acá. Mírala cómo se acerca y se ha peinado. Sí, ahora sí que tendremos que buscar lo de la alineación de los planetas.

—Hola amor, ¿qué tal dormiste?

—Bien, muy bien y ¿tú? —¿Cuándo fue la última vez que te dijo Amor? Ya ni me acuerdo. Por lo regular no me habla en las mañanas y los saludos se terminaron hace un montón de tiempo.

—Cielo, he estado pensando en Luciano. Al final, estaría bien costearle la carrera de Derecho. ¿Quieres que se lo comentemos en el desayuno? ¿Se lo digo yo? ¿Prefieres hacerlo tú? —Esto sí que es surrealismo. ¿Cómo va a estudiar Luciano en la universidad si ni siquiera terminó la secundaria? Pues, ya ve aceptando que este día será de locos. Mira, ahí viene Luciano. Pero ese no es Luciano. Mi hijo lleva barba y no usa pijama. ¡Ah caray! Y ¿ese peinado? Ya no entiendo nada, ¿y tú? Yo tampoco.

—Hola, papá. Dice mi madre que quieren hablar conmigo…

—Sí, Luciano, es sobre lo de los estudios —Oye ¿te vas a atrever a hacerlo? Mira que te vas a endeudar y las cosas con esta pandemia no están nada seguras. ¿Qué tal si mañana hacen recortes en la empresa? Ya ves que todo mundo ha puesto sus barbas a remojar, No es un momento para afrontar esos compromisos. Sí, sí, ya lo sé. Pero ¿no has oído que Marga ha dicho que sí? ¿Y de dónde piensa que sacarás el dinero? No lo sé. Se lo voy a insinuar en el desayuno.

—Gracias, papá. No sabes qué alegría me da.

—Sí, sí, ahora te lo explico con tu madre. Vamos a la mesa, que Carmelita ya nos tiene el desayuno preparado—. !Qué locura! Ya te veo con tu cara de ridículo, explicándoles a todos de dónde vas a sacar la lana para la cerrera de tu hijo. Pero ¿qué puedo hacer? Esto es realmente un milagro. Bueno, ya están todos sentados. Te miran con ojos interrogativos. No te puedes quedar callado. Habla, di algo. Comienza por Armando que apenas se está despabilando.

—Bueno, Armando, ¿qué tal has pasado la noche?

—No he dormido mucho, papá. He tenido que hacer el proyecto de la universidad y, para serte sincero, te diré que me eché un sueñito de cuatro a siete.

—Es muy poco, hijo. Te vas a acabar así—. ¿Qué te parece su aspecto? Está cambiadísimo. No es el de siempre. ¿Ya no hace físico-culturismo? No lo entiendo, la verdad. ¿No te parece que es un día muy extraño? Y que lo digas. Bien, piensa rápido y echa ya el sermón.

—Y ¿qué pasa con lo de Luciano, Amor?

—A sí, quería decirte, hijo, que empieces con los trámites para lo de tu carrera. Olvida todo lo que dije antes y adelante.

Oye, eso no era lo que tenías que decir. ¿Por qué te miran así? Calla y deja que sean ellos quienes te lo digan. Además, ya te tienes que ir a trabajar.

—Oye, papá. Parece que hoy te has confundido en todo. Ya nos preocupa un poco esto. Es que no es la primera vez. Suele pasarte, pero no te preocupes. Ya sabemos que es pasajero. Será mejor que llames al trabajo y pidas el día. Te hará muy bien.

—No, no, Carmelita. Es que tengo tantas cosas en la cabeza que me embrollo y luego salgo con estas cosas. Por cierto, ¿ya está lista mi ropa?

—¿Ves lo que te digo, Amor? Te preparé todo ayer por la noche. Sube al dormitorio y ahí lo verás doblado en la silla. Mira, en mi opinión deberías pedirte el día. Anímate y nos vamos a dar una vuelta por allí.

Joder, Paco, ¿qué quiere decir con eso? ¿No será que le está haciendo daño la menopausia? Ni idea. Será mejor que ponga pies en polvorosa.

—Gracias, Cielo, te lo agradezco mucho. Iría con todo gusto, pero hoy tenemos una reunión importante en la oficina. Mejor, me arreglo y el fin de semana salimos a donde quieras—. Oye, seguro que ahora te va a echar la bronca de siempre. Prepárate, Nunca vas a aprender, ¿querido Paquito?

—Está bien cariño. Entonces el sábado vamos al teatro.

—Sí, Corazón, por supuesto y ahora, si me perdonan…

¡Qué lío! Todo está patas arriba. Oye, ¿y si en el trabajo pasa lo mismo? ¿qué vas a hacer? Cómo que qué voy a hacer, pues encerrarme en mi despacho y no hablar con nadie. Sí, creo que será lo mejor. Bueno, pues vámonos, parece que tu chofer ya está allí abajo. ¿El chófer? Que, ¿me vas a decir que no te acuerdas? La verdad es que no. Ya estamos.

—Buenos días señor Francisco.

—Buenos días, ¿qué tal todo?

—Pues, como siempre. Con un poco más de frío, pero sin novedades.

—Bien, pues vámonos ya.

No recuerdo que este asiento fuera tan cómodo. Mira, ¿ese es el nuevo centro comercial? No ese ya lleva varios años. El nuevo está más adelante. ¡Qué memoria la mía!

—Hemos llegado señor. Su secretaria lo está esperando en el lobby.

—Gracias, Jaime, eres muy amable. Hasta la tarde.

Me parece que no se llama así el chófer, ¿no era Casimiro? Mejor ni me preguntes y mejor aconséjame para enfrentar a la secre. Ella sin duda es Laura, tú le dices Laurita, así que suave y con mano izquierda. Mira, allí está. Más guapa que la vez pasada. Sí, ahora entiendo todo eso de que las secretarias son las amantes de sus jefes. Ojalá en nuestro caso fuera así, ¿no crees? Sí ¡Mira nada más que mujer!

—Francisco, tienes que bajar a la sala de reuniones. Aquí está el informe. No necesitas decir nada. Solo clausuras el evento y les dices que la resolución ya fue aprobada por los accionistas de la empresa.

Preparémonos para lo que viene. Te pido que no te vayas de la lengua y no me obligues a decir alguna estupidez. Llegamos, nos sentamos, oímos las participaciones, les damos las instrucciones y cerramos la reunión. Sí, de acuerdo. ¡Aja! Ahí están todos sentados. No tienen buena cara. Saluda y siéntate. No ha sido nada cordial el recibimiento. Que suerte que no te toca hablar. ¿Quiénes son todos estos tipejos y ¿por qué nos exigen tantas cosas? No han parado de quejarse y ya me están llegando a los aparejos. Yo no tomé la decisión. Si hay recortes, pues no es culpa mía. Váyanse todos al diablo. Oye, no es justo. ¿Qué no has oído lo que dicen? Pobre gente, se han dejado la vida aquí y ahora de patitas a la calle. Oye, no es mi problema. Me dijo Laura que leyera solo el informe y que se las arreglen como puedan. ¡No tienes sangre en las venas! ¡Cobarde! Pero, ¿qué te pasa? Tranquilo, todo saldrá bien, este no es nuestro problema. ¡Qué poco sentido humano tienes, joder! Ya, cállate y espera. Esto ya se va a acabar. ¿Lo ves? Bueno, haz la lectura y vámonos. No sé cómo no se te cae la cara de vergüenza. Ni siquiera pusiste atención en el contenido del informe. Lo leíste como si estuvieras anunciando los puntos de una reunión. Nadie te lo va a perdonar. Ahora, vive con eso para siempre. ¿Viste la cara de Mauro, la de Luis, la de Carolina? Ni siquiera te dignaste verlos. ¡Qué poco hombre eres! Te ordeno que pares. Ya es suficiente. Todavía nos queda el día por delante y lo único que haces es estropearlo más. Ya, por favor, para y cállate.

Gracias por haberme dejado pasar el día sin tu compañía. He terminado el trabajo, ¡Qué alivio! Pues, vámonos a la casa. Cenamos, vemos un rato la tele y hasta mañana. La verdad no sé cómo te sientas tú, pero a mi me está remordiendo mucho la conciencia. ¿Qué le vas a decir a tu familia? Oye, eso no es asunto tuyo. ¡Ah! No me vengas con esas cosas ¿Y lo demás? ¿Ya no te acuerdas de todos los consejos que te he dado? Te he soportado toda una vida y ahora me sales con que eso no es de mi incumbencia. Ya, ya está bien, cálmate. Hacemos las paces y listo. Está bien.

¿Cuándo va a venir ese Jaime? ¿No quedamos en que es Casimiro? ¡Sí, es verdad! Bueno, ¿dónde estará ese Casimiro? No lo sé. Ya llevamos una hora esperándolo y no viene. Llámale por teléfono. Pero no sé su número. Pues mira en el móvil. ¡Que raro! ¡Aquí no hay nada! No está el de la casa, ni el de Marga, ni el de Carmelita, ni el de nadie. ¿Sabes qué presiento? No, no lo digas, por favor. ¿Por qué no? Esto ya es demasiado, es la quinta vez que nos pasa. Sí, tienes razón. Es la quinta vez que despertamos de nuestro sueño en el sitio incorrecto. ¿Y ahora qué? Nada. Tenemos que apechugarlo. Volvemos a nuestra realidad. Me lleva la que me trajo. ¿Qué es eso que tienes en el bolsillo? ¿Esto? Sí, sí, eso. No sé, a ver, a ver…!Ay! ¡Carajo! ¡Es la carta de dimisión que nos hicieron firmar en la empresa! O sea que…Sí, eso exactamente. ¡Qué pena, la verdad! ¿Y ahora qué? No lo sé. Supongo que tendremos que seguir perreando. Sí, maldita la hora en que nos recortaron. Ya lo decía yo, esto no podía ser real. Otra vez esta maldita confusión. Si las cosas siguen así y no se termina este confinamiento. Me voy a volver loco de verdad.

 

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario