¡Otra vez!—gritó dándole un puñetazo a la mesa—. Era la décima ocasión que
fallaba. Nadie más podía saberlo, pero el experimento había salido mal. No entendía
dónde estaba el error. Se había alineado a los principios de los más grandes
teóricos del amor y no comprendía que no se cumpliera su fórmula. Brenda estaba
frente a él sonriendo en silencio como los ajedrecistas que han dejado a su
contrincante sin opciones y esperan que derribe a su rey. Tenía las mejillas
rosadas por el gran esfuerzo, se sobaba las piernas y el vientre de forma
mecánica. Johny le arrojó una bata y le ordenó que se vistiera mientras cogía
sus apuntes y diagramas para marcar de nuevo los pasos de la prueba. Ella se
levantó sin prisa, se vistió, echó la cabeza hacia atrás y se acomodó el pelo,
se hizo una coleta y se marchó a la cocina. Johny repasó punto por punto la
secuencia del experimento de la indagación del alma y no encontró error alguno.
“El origen del fallo debe estar en un aspecto que me estoy saltando—se dijo
a sí mismo revolviéndose el cabello—. Si la pasión y el deseo de reproducción
es el sexo, entonces el compromiso, la tolerancia y la comprensión deben ser el
amor. Así que, entre menos pasión, menos sexo, y entre menos capacidad de
reproducción, menos apego. Por otro lado, entre más intimidad, identificación y
compromiso, más amor. Si lo vemos desde el enfoque de Schopenhauer, el sexo es
lo importante, si lo vemos desde el Fromm-ismo, lo básico es el compromiso,
pero Robert Sternberg lo pone más fácil: Intimidad+ Pasión+ Compromiso= Amor”.
A las tres de la madrugada se escuchó un grito que provenía del sótano de
la vivienda. Johny saltó encolerizado. Le apuntó los ojos a Brenda interrogándola,
pero ella seguía disfrutando de su triunfo y ni siquiera volteó. Salió y bajó al
sótano, se acercó a la puerta metálica que no impedía que se oyeran los gritos.
Tocó el timbre como si fuera un telégrafo antiguo. Los alaridos siguieron,
llamó con más persistencia, pero nadie le abrió, estuvo diez minutos sin
obtener resultado. Desistió de su esfuerzo y regresó.
—¿Qué les pasa a esos de allá abajo, Johny?
—Nada, ya sabes cómo son, lo de siempre…
—Sí, y eso confirma todo lo que te he dicho hoy, o sea que tengo la razón,
¿no?
—Es que no es tan fácil, Brenda, el hombre es una máquina de follar, pero
como animal, como persona…
—Ah, ¿sí? Entonces tus fórmulas estúpidas son una mentira.
—¡Cómo te atreves a decir eso!!Te lo he explicado más de una hora y sigues
sin comprender!
—Pues, lo pintes como lo pintes, las cosas son muy simples. Las mujeres
necesitan seguridad y los hombres deben ofrecérsela, no hay más.
—Estoy de acuerdo, pero debe haber un equilibrio entre los instintos, los
sentimientos y la razón, ¿entiendes?
—No, y no tengo ganas de discutirlo. Dejémoslo así y mañana hablamos.
Johny se dio la vuelta y dejó a Brenda sentada en la cocina. Se desnudó y
se metió a la cama. Cerró los ojos y trató de dormirse, pero sus ideas no se lo
permitieron. Oyó los pasos de sus vecinos de abajo que seguían gozando de su
relación íntima. Eran menos ruidosos, pero los pujidos de la vecina y los
rechinidos de la cama de metal se le metían a Johny hasta el tuétano.
“¿Cómo es posible que las relaciones
humanas sean tan estúpidas?—le preguntó su voz desde el interior—. No lo
sé—respondió Johny—. A mí lo que me preocupa es que Brenda no alcance a
entender ni siquiera los conceptos de compromiso, tolerancia y consentimiento,
este último en el sentido de ceder, ¿sabes? ¿Y si fuera un problema de los
algoritmos?—Johny se sorprendió mucho y no pudo contestar”.
Estuvo el resto de la noche, alrededor de dos horas, dando vueltas en la
cama sin conciliar el sueño. Se levantó cuando el sol le impidió, inundando la
habitación de amarillo, pensar con claridad. Se metió a la ducha, salió y notó
que Brenda estaba inmóvil, se acercó a ella. El té estaba frío y había unos
bollos arrugados que ella había horneado. Johny se sentó a su lado, miró sus
ojos de cristal, el pelo de fibra sintética, el recubrimiento de goma y apretó
los dientes.
“Creo que la próxima vez probaré con una mujer de verdad—dijo decepcionado
de su compañera—, ha llegado la hora”.
La jodienda no tiene enmienda, compañero.
ResponderEliminarHola, Amilcar, muchas gracias por tu visita. !Tienes muchísima razón! Se pueden crear cientos de teorías sobre el amor, pero al final prevalece sólo el instinto animal, lo demás, sólo adornos. Un abrazo y mucha suerte.
ResponderEliminarNo estoy de acuerdo en que el amor sea únicamente instinto animal, pero me encantó tu relato tan entretenido y con final tan sorpresivo, pero tan diciente.
ResponderEliminarUna observación de idioma: no se dice "entre menos pasión, menos sexo"; debe decirse "cuanto menos pasión,..." Y cuando se trata de tiempo se usa mientras: mientras más espero, más hambre me da.
Cordial saludo.
Hola, Carlos, gracias por tu comentario. Con respecto a lo que me dices de las comparativas, hay varios conectores que pueden usarse: mientras más...más/menos...Cuanto más...(que es el que me recomiendas)y, en México, usamos "entre" con el mismo significado. Es cuestión de estilo. Un abrazo y mucha suerte.
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