martes, 1 de mayo de 2018

Cueva clausurada

Arthur entró a la cueva. La poca iluminación con la que contaba no le permitía ver la enorme bóveda, las rocas filosas que eran como los dientes de una trampa y los pasadizos que podrían servirle de escapatoria. El dragón estaba durmiendo. La experiencia de guerrero le iba indicando a Arthur las precauciones que debía tener antes de enfrentar a la peligrosa bestia. Merlín le había preparado una espada hecha de una aleación de cobre, hierro y un pequeño trozo, usado para la punta, de un material mágico que sólo se fundía a exorbitantes temperaturas, lo que la hacía resistente a las llamas que expulsaría el monstruo durante la mortal lucha. Merlín se había pasado años consultando los libros de la antigüedad y cuando su querido Arthur se vio en una encrucijada, aceleró sus investigaciones. Encontró la solución en un tratado antiguo en el que uno de los más grandes filósofos del pasado había dado la solución con una definición:

 “Sólo el alma férrea que tenga más resolución y poder de adaptación a las eventualidades podrá vencer al representante de la maldad de los infiernos”.

El mago lo entendió de inmediato. El alma férrea era un metal excepcional y el hombre que mejor se podía adaptar a las circunstancias era Arthur. Sabía que el final del monstruo estaba cerca, pero Arthur tenía una debilidad que podría dejarlo indefenso en la lucha. Era su amor por Carolaine a quien amaba desde la adolescencia y con quien soñaba unir su destino. Ahora era imposible la unión, pues el rey de Goldland había ofrecido una enorme recompensa a quien salvara a los habitantes de los principados del terror del maléfico dragón. Los caballeros más valerosos callaron y fueron exiliados por su negativa. El único que tenía la temeridad necesaria era él. Ahí estaba, parado, calculando las posibilidades de clavarle la espada en el hocico al monstruo cuando empezara a lanzar llamas. Por un instante, lamentó que no fuera un cíclope su enemigo y que no contara con el apoyo de muchos argonautas llevando cubas enormes llenas de vino para poder dejar ciego al gigante. La misión era muy importante y toda la responsabilidad recaía en él. En caso de fallar, el enorme reptil alado tomaría su venganza y eliminaría de la faz de la tierra a todos los humanos. En caso de triunfar liberaría a todos los pueblos de las amenazas y se casaría con la princesa de Goldland. Pasara lo que pasara, lo que le desagradaba más eran sus nupcias. Sabía a la perfección que no podría amar a Margareth nunca y que su corazón se marchitaría por estar lejos de Carolaine. Sabía que no debía mezclar sus intereses personales con los de su pueblo y recordó que su padre le había encomendado a su gente.

Sintió un escalofrío cuando el monstruo dejó escapar un ronquido. Se le entumeció el cuerpo debajo de la armadura y si lo hubiera atacado en ese momento el dragón habría quedado cocinado dentro de su recubrimiento metálico. Por fortuna tuvo tiempo de recuperarse y hacer un reconocimiento del sitio. Vio que no había más que una salida, había un pequeño orificio desde el que llegaba un haz de luz que caía sobre la cola escamada de la enorme serpiente. Entonces se acercó y empuñó la espada, la sostuvo con fuerza y esperó con paciencia un bostezo que dejara al descubierto la garganta del monstruo. Pasó bastante tiempo, la fuerte respiración se fue haciendo más débil, de pronto se separó la quijada dejando un hueco. Arthur sin dudarlo se lanzó con todas sus fuerzas para clavar su arma, pero el dragón se despertó y lo escupió. Salió volando impulsado como por una catapulta. Quedó tirado a unos metros y sintió la penetrante mirada del monstruo, luego el ardor de la piel quemada y se levantó para ocultarse. Buscó la espada en el piso, pero no la encontró porque se le había atorado entre los dientes al animal. Tenía que urdir alguna estratagema para recuperarla. Se ocultó en las pequeñas hendiduras que había entre las rocas y cogió desprevenido al dragón. Pudo sacar su arma, pero era imposible insertársela en la garganta. Arthur comenzó a subir por un contorno de la cueva que tenía una pendiente alta. Arthur se encontraba a la altura del pecho del reptil y llamó su atención. Recibió un chorro de fuego y esperó soportando el dolor hasta que se extinguiera la llama, entonces se tiró a las fauces del monstruo. Logró meterse en la boca y comenzó a cortar la carne, con tan buena suerte que la punta de metal especial se rompió y provocó una gran hemorragia. La sangre arrastró a Arthur al interior del animal. Horas más tarde la bestia falleció. Arthur comenzó a desgarrar la carne desde dentro y salió al día siguiente agotado. Se tumbó en el piso y durmió muchas horas. Al despertar se dio cuenta de lo que había logrado. Podía estar satisfecho, pues su gente se salvaría de los maleficios. Se miró el cuerpo y cogió la corteza de un árbol mágico y se lo puso en las quemaduras. Se le apaciguó el dolor, pero el cuerpo le quedó marcado. Era como si le hubieran enrollado un hilo de piel muerta en las piernas, el pecho, los brazos y la cara. Estuvo comiendo hortalizas unos días y se sintió con fuerzas para volver para anunciar la buena nueva. Preparó sus cosas y antes de partir se sentó en una roca. Lo primero que se le vino a la cabeza no fue una idea, sino la cara de Carolaine. No logró ponerse de pie. La idea de serle infiel a su amada lo deprimió. ¿Qué le diría cuando se encontraran? ¿Cómo podría decirle que no podía olvidar la noche en la que habían unido sus cuerpos? Decidió recapacitar un poco y ordenar sus ideas.

Primero se imaginó diciéndole al rey Erich que no quería casarse con su hija, a lo que el soberano le contestaría que le agradecía que hubiera librado a los pueblos del dragón, pero al haberse convertido en héroe y haber aceptado la mano de la princesa, la dejaba en una situación muy comprometida, pues no habría hombre en la tierra con quien se pudiera casar lo cual representaba el fin de su estirpe real. En segundo lugar, pensó en afrontar las consecuencias de su negativa al matrimonio con Margareth, es decir soportar los ataques del ejército de Goldland y perder a la mayoría de sus amigos y luego ser asesinado por el general del rey. En tercer lugar, estaba la posibilidad de casarse con Margareth y cumplir con las leyes que se habían respetado por cientos de años, lo único malo es que sería un hombre endeble con el corazón herido y marchito. Por último, pensó en negarse a todo, convertirse en un tirano. Matar al rey y casarse con la mujer que quería, luego empezaría una campaña bélica para agrandar su territorio. Se miró sentado en un gran trono de oro, ávido de riqueza, organizando comilonas y fiestas de circo. Al caer la noche se durmió con la esperanza de reconciliarse con su destino en sus sueños y poder volver al día siguiente. Por desgracia, lo que vio lo dejó desconsolado. Habían corrido ríos de sangre, había sometido a muchos pueblos, había logrado conquistar el mundo y una noche, su mejor amigo, quien le había sido fiel hasta el último momento, lo mataba.

Cuando salió el sol, se levantó, tomó una infusión de hierbas y se metió a la cueva, comenzó a hacer algunos cálculos y fue a buscar un lugar donde hubiera arcilla y piedras para construir un muro enorme. Se puso a trabajar pegando adobes, fabricó unos andamios y fue construyendo una fortaleza que lo habría de aislar del mundo. Cuando terminó miró satisfecho su trabajo. Había logrado quedar como un héroe, no tendría que casarse con Margareth, se dedicaría a purgar las penas por su amada y pasaría el resto de su vida en la cueva clausurada donde sobreviviría alimentándose de murciélagos y bichos.

Un grupo de caballeros llegó hasta el sitio donde vivía el dragón, todos iban con la esperanza de encontrar a Arthur con vida, pero cuando llegaron hasta la entrada de la gruta y vieron que estaba clausurada adivinaron cuál había sido el destino final de su héroe. Alguien dijo que Arthur no había podido vencer en lucha al dragón y había urdido una forma de dominarlo y engañarlo para mantenerlo dentro de la cueva, también, se comentó que Arthur no había podido sobrevivir y los habitantes de las poblaciones cercanas habían sepultado su cuerpo dejándolo dentro con su trofeo, Se fueron ampliando las versiones y al final lo único que quedó claro era que Arthur era un caballero ejemplar. Se mandó hacer un monumento fuera de la cueva y todos los grandes soldados hacían una parada en ese trayecto durante sus campañas, le rezaban pidiéndole protección. Al final se convirtió en santo y ejemplo de valentía.

Lo malo fue que nadie supo que Arthur vivió mucho tiempo luchando contra el demonio que se había liberado con la muerte del dragón. Pasó todas las noches enfrentando los demonios del fondo de la tierra y se convirtió en un sabio diseñando argucias contra la maldad, pero en los últimos años se volvió loco dentro de su calabozo y murió de desesperación. No pudo salir nunca y sus restos quedaron tirados en el piso a un lado de los huesos del temido dragón.

15 comentarios:

  1. Wow, estuvo genial tu historia! me encanto el toque que le diste (mártir). en serio la disfrute, aunque un poco exagerado que se quedara en la cueva, hahaha en fin gracias por compartir.

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    1. Hola, lo que pasa es que quería romper un poco con los tópicos de los caballeros y los dragones, no se me ocurrió otra cosa más que esa. Gracias por tu visita. UN abrazo.

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  2. Hola, me gusta mucho como incorporas los mitos clásicos de historias de dragones y las descripciones del entorno y las acciones. Me ahorraría un poco las sentencias del tipo "Arthur era un caballero ejemplar" (ya que se infiere con el proceder y sobre todo con el final del personaje), el giro que le das a la conclusión es muy bueno. Buen trabajo¡¡ saludos

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  3. Gracias, Nidama, en realidad estuve algunos días pensando en eso, pero creo que con una buena pulida quedaría mejor. Un abrazo y suerte.

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  4. Saludos, Ocitore:

    Muy interesante el enfoque que le has dado al protagonista de tu relato. Con una encrucijada de la que parece no tener salir, y adopta la forma que a su criterio le haría salir "casi" ileso con un gran sacrificio.
    En cuanto a lo formal, hay algunas frases que están largas. Te recuerdo que para que no tengamos esa sensación, la misma no debe contener, más de veinte palabras. Si revisas con cuidado encontrarás algunas.
    Por lo demás, creo que has cuidado mucho del escrito, ya que no encontré algo que me comiera los ojos. Te felicito.
    Gracias por publicar de nuevo conmigo, la recopilación ya está lista. Encuentras el enlace en los comentarios del mes de mayo en Literautas. ¡Nos leemos!

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  5. Buenas, Ocitore.

    Me ha gustado como has mezclado la leyenda de Arturo con los dragones. Y ese final, un tanto dramático y muy mártir, que difiere con creces del resto de historias de este tipo.

    Solo hay una cosa que me ha llamado la atención y es que en algunas ocasiones aparecen muchas veces el nombre de Arthur, se repiten demasiado cerca.

    Un saludo.

    IreneR

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    1. Hola, Alemania entre bastidores, muchas gracias por tu visita. Te agradezco la observación y buscaré la forma de reducir ese nombre con otros recursos lingüísticos. Hasta pronto.

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  6. buen cuento, me gusto. felicidades

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  7. Hola Juan Cristóbal, te devuelvo la visita :) a mi relato #16 «Te digo la verdad, lo vi»

    Tu relato es ameno, entretenido y fácil de leer.

    Los mejorables que he visto, ya te los han mencionado.

    Nos seguimos leyendo.

    (¯`•¸•´¯)YOLI(¯`•¸•´¯)

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  8. Gracias, Yoli, te agradezco tu visita y consideraré los comentarios para mejorar. Un abrazo.

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  9. Leosinprisa

    Hola Ocitore, me ha gustado el giro que has creado en tu historia, siempre nos quedamos con el momento glorioso y olvidamos las consecuencias de dichas acciones. Tu personaje vive atormentado por el futuro y este pensamiento es peor que el fuego del dragón, convirtiéndolo en víctima de las incertidumbres que nunca podrá controlar.

    Yo creo que tu texto podría mejorarse si los párrafos no fueran tan largos. Y en algunas ocasiones hay palabras que se podrían eliminar para hacerlo más ágil. Por lo demás, una lectura interesante y entretenida.

    Ha sido un placer leerte. Un saludo.

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  10. Gracias. te agradezco mucho la opinión y me pongo a ello. Un abrazo.

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  11. Hola Ocitore, estoy llegando muuuuyyy tarde, mis disculpas.
    Me ha interesado mucho tu historia, sobre todo lo que se insinúa a partir de la muerte del dragón. Ej: los demonios que eran controlados por la presencia del dragón. Y hay más, mucho más.
    La única cosa que diría por aportar algo, es relativa a ese alimentarse de "murciélagos y bichos". Los murciélagos también son bichos. Quizás insectos quedaría mejor. A mi me sonó a un momento de cansancio ante el lenguaje, cuando quedó la primera palabra que se te cruzó. Lo sentí porque esos bichos me forzaron a cambiar todo el tono de la historia por un momento. Como ves, es una tontera. En lo esencial, me ha gustado muchísimo.
    Un saludo

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  12. Hola, Juana, gracias por tu comentario y valiosa crítica. Me pongo manos a la obra. Un fuerte abrazo.

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