Era más que un simple robot, pero por decisión propia. Me lo había impuesto
para mantener en buenas condiciones mi relación sentimental. Taya Asímova, mi
novia, me había exigido tres obligaciones básicas. Un ser como yo no podía
dañar a ninguna mujer, ni permitir que se les perjudicara. Debía cumplir las
órdenes de mi ama, siempre y cuando, sus objetivos no fueran en contra de las
reglas anteriores. Debía velar por su estado sentimental en la medida de mis
capacidades. Lo hice y fui más allá. Me entregué al cumplimiento fiel de sus
preceptos. Con la perseverancia mi salto fue cualitativo y sus consecuencias cuantitativas.
Jamás herí su integridad por difícil o complicada que fuera la situación. Hice
hasta el último esfuerzo por mantener la armonía.
Les parecerá absurdo todo lo que les cuento y quizás mi lenguaje no sea tan
rebuscado para que me entiendan, pero es que, en cuestiones del idioma
sentimental, los algoritmos deben encontrar la solución exacta para el buen
funcionamiento de la convivencia en pareja. Saben bien que el género femenino
necesita seguridad. Mi papel era el de proporcionársela a Taya y a quien me lo
exigiera, puesto que esa era una de las reglas elementales. Me convertí en un
instrumento de placer al servicio de quien lo requiriera. Respeté las normas
que se me impusieron desde el principio y me conduje de acuerdo con los
mandamientos sagrados. Taya Asímova me pedía que le hiciera ver las estrellas,
que no le negara ningún favor físico o económico, le decía las palabras que quería
oír y, gracias a mi gran capacidad analítica, fui concibiendo los métodos más
adecuados para satisfacer su ego, resolver sus dudas y ahuyentar sus temores.
Llegué a perfeccionar tanto mi estrategia que fui feliz. Como he dicho
anteriormente, la táctica tuvo tanto éxito que no sólo Asímova pudo complacerse
con mi efectividad, también sus amigas, sus vecinas, sus compañeras del trabajo
y todas sus conocidas, incluso mujeres a las que nunca vio ni sospechó que
existieran.
Llegó el momento en que se me terminó la garantía y por más reparaciones
que me hicieron fue imposible dejarme en condiciones funcionales, quedé inútil porque
un virus dañó todo mi sistema operativo y no se pudieron restablecer los
programas, los daños fueron irreversibles y afectaron mi inteligencia
artificial. Ahora estoy arrumbado en un taller cerca del material de desecho,
ninguno de mis miembros se puede utilizar como pieza de recambio, mi
recubrimiento metálico está oxidado y el acumulador de la batería se acerca a
un nivel de riesgo. Pronto tendré que desconectarme por completo. Lo único que
quiero decir es que estoy orgulloso de haber cumplido el cometido que se me
asignó.
En cuanto a Taya Asímova, fue menos humana de lo que esperaba. Su tendencia
a los excesos sentimentales le produjo desgaste. Su insistente deseo de
mantenerme bajo su control la llevó por caminos escabrosos en los que no pudo
encontrar alivio. La desconfianza en sí misma se convirtió en una obsesión, en
un obstáculo que le impidió ver la vida amorosa como algo placentero. Jamás
pudo demostrar que sus presentimientos o sospechas eran reales. Gracias a la prudencia,
sentido común y compromiso de las mujeres que entendieron las reglas básicas
bajo las que regía mi conducta, pude mantener las buenas relaciones con todas.
Lo que no pude controlar fue la degradación mental de mi pareja que, a
pesar de que no tenía motivos para culparme, arremetió contra nuestra
integridad. Me produjo perjuicios enormes. Me aisló de las personas que
requerían mi comprensión y apoyo. Se enclaustró en una jaula de acero y no me permitió
la entrada. Por desgracia, un ser tan vulnerable como ella fue incapaz de
soportar la lógica de sus emociones y colapsó, pero su problema no fue como el
mío. Tuvo más suerte y lo único que hizo fue sustituirme. Seguramente con su
nueva adquisición, es decir, con un modelo más actualizado y con mejores
características que las mías, tuvo el mismo problema. No se me dio la
oportunidad de atestiguarlo porque me dejaron aquí, pero es de suponer que a
ella le falta capacidad de entendimiento y al final ha caído en el mismo bache.
Fragmento tomado de un manuscrito que se presume es el diario de un
Casanova electrónico denominado RSDM 3247. Dicho modelo fue creado en el año
2070 por un asiduo lector, a quien le influyó el personaje Florentino Ariza del
libro “El amor en los tiempos del cólera” de G. G. Márquez.
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