Era más
que un simple robot, me fabricaron de forma excepcional y hasta ese momento no
había nada similar. Varias décadas, los científicos se habían quebrado la
cabeza resolviendo un enigma que impedía mi creación. Gracias al gran erudito
DSTVE-230, que usaba en su trabajo ordenadores cuánticos muy desarrollados, fue
posible prescindir de todo elemento electrónico y la primera prueba fue un
éxito. «Será completamente natural—dijo en un congreso especial de la
organización más poderosa e influyente del planeta— y lo verán muy pronto» No
quiso ahondar en detalles y se limitó a remitirse a las pruebas. Sin contar con
todas las condiciones para empezar el experimento, reunió a su equipo y en
siete días logró elaborar el núcleo que sería la base de mi desarrollo. Me
pusieron a incubar. La célula se depositó en la probeta. Tenía la estructura
genética modificada. En nueve meses ya realizaba mis funciones más elementales.
No era autónomo, pero con comida y sueño podía sobrevivir con facilidad, además
tenía un grupo profesional encargado del proyecto más caro del mundo. Me desarrollé
sin contratiempos y empezaron a mostrarme ante miles de universidades y
empresas interesadas en desarrollar el programa. Un día me dejaron de usar como
modelo y me llevaron a un lugar en el que sólo podía dormir. Cuando desperté estaba
a mi lado un ejemplar muy parecido a mí, con el pelo más largo, el pecho
redondo y las caderas anchas. Recibí las instrucciones.
Una noche mi pareja se
acostó conmigo y no me pude contener, tuve la reacción programada, fue muy
placentera. El eminente DSTVE-230 vino a verme y me dijo que tendría que
abandonar los laboratorios. Me dejaron en un bosque de clima tropical. Me
adapté pronto y mi compañera tuvo un hijo. Éramos felices, pero había muchas
cosas que queríamos saber y al preguntarle a nuestro creador no recibíamos
respuesta alguna. Cuando nacieron nuestros hijos seguimos las normas que nos
dictaba el programa integrado que llevábamos dentro, pero algo falló porque al
dedicarle más atención a uno de nuestros vástagos provocamos una cosa que se
llamaba envidia, un virus letal, porque destruyó al menor. Vinieron a vernos de
los centros de investigación y nos amenazaron con eliminarnos si desobedecíamos
los mandatos que nos daban. Pasó el tiempo y muchos de los defectos de programación
se fueron manifestando en los robots que nacían.
Había
destrucciones enormes de los modelos defectuosos, pero era imposible crearlos
de forma artificial porque el plan lo impedía y había que sujetarse a las
normas. Muchos siglos después sí lo aceptaron, por causa de las guerras y la
manifestación de defectos que se clasificaron como aberraciones. Llegó un
momento en el que se nos permitió crear a nosotros mismos unos modelos
primitivos de tecnología, pero era simplemente con fines experimentales. No
sabíamos que estábamos controlados por lo que llamábamos La Divinidad, que, en
realidad, era un control preciso de nuestro creador y un muy limitado abanico
de posibilidades de nuestras capacidades. En la actualidad, ya no hay mucha
libertad y se observa con mucha atención la conducta de los líderes de las
grandes potencias. Pasamos por un momento de crisis porque uno de los robots más
locos ha amenazado con tirar bombas de hidrógeno y eso acabaría con el
experimento. La mayoría de las máquinas está en contra de sus decisiones, pero
el único capaz de aplacarlo es un modelo que no goza de las cualidades que se
esperaban en un principio y con sus propios defectos puede provocar la ira del loco.
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