Fábulas
Gato confiado.
Al volver de su campaña, el gato rey se
encontró con la noticia de que la reina lo engañaba. De inmediato ordenó que ejecutaran
al insolente amante de su esposa y para que ella escarmentara, metió la cabeza
en formol y la puso en una repisa enfrente de la cama nupcial. Todas las noches, antes de dormirse, el soberano le recordaba a su cónyuge las consecuencias
funestas de la infidelidad. Sucedió que un buen día el gato volvió de una
importante visita a sus homólogos, se dirigió a su alcoba y al abrir la puerta
vio que había una cantidad enorme de cabezas de gatos dentro de tarros de
alcohol. Muy indignado mandó llamar a su mujer para exigirle una explicación.
Ella le dijo que había aprendido la lección, que la infidelidad traía graves
consecuencias y que sus amantes tenían que sufrirlas.
Moraleja: Cerciórate de que se te ha
entendido correctamente, pues una mala interpretación de tus palabras puede acarrearte problemas desagradables.
El lince traductor.
Un día el águila fue a hablar con los
conejos para someterlos. Como se podían comunicar sólo a través de un
traductor, llamaron al lince que dominaba las dos lenguas. En el encuentro el
ave rapaz, que era un pájaro inmisericorde y se disponía, en breve, a invadir y
esclavizar a sus vecinos, resumió su discurso en diez puntos que fueron los
siguientes:
1.Las
montañas están tan sólo a unos kilómetros de aquí, pero para llegar a este
sitio hemos tenido que evitar todos los árboles que habéis puesto para que no podamos
encontraros. Os pedimos que los derribéis.
El lince tradujo: Las montañas están a
unos kilómetros de aquí, por eso no representan ningún peligro, os pedimos que
tiréis los árboles y gocéis de la luz del sol.
2.He
venido aquí para informaros de que debéis someteros o comenzará la guerra.
El lince tradujo: He venido aquí con el
fin de deciros que no os someteré con la guerra.
3.En
muchos sentidos hemos compartido la misma sangre, por eso tenéis que
sacrificaros.
El lince tradujo: Compartiremos la misma
sangre porque en muchos sentidos somos como hermanos.
4.Nuestros
pueblos son adversarios, pero si os reproducís con más frecuencia y nos abastecéis
de alimento, podréis andar por cualquier sitio con plena libertad.
El lince tradujo: Tendréis mucha libertad
y podréis andar donde queráis, reproduciros y creced.
5.Lo
que estábamos haciendo era erróneo, así nos condenábamos a la muerte, por eso
queremos advertirles de nuestra implacable estrategia.
El lince tradujo: Lo que estábamos
haciendo era erróneo, así nos condenábamos todos, por eso queremos compartirles
nuestra nueva estrategia.
6.Siempre he creído en la urgencia feroz,
debéis entenderlo.
El lince tradujo: Nunca he creído en la
urgencia feroz, debéis entenderlo.
7.Tengo
esperanza porque sois innovadores y encontraréis la forma de satisfacernos.
El lince tradujo: Sois innovadores y
encontraréis la forma de satisfaceros.
8.Desde
las montañas hemos visto cómo, en momentos de crisis os habéis fortificado,
pero ya no es necesario. Os someteréis, eso está claro.
El lince tradujo: Desde las montañas hemos
visto cómo, en momentos de crisis os habéis fortificado, pero ya no es
necesario. No os someteréis, eso está claro.
9.Desde
hace mucho nos hemos enfrentado a enemigos invisibles, conozco la historia,
pero me niego a verme atrapado en ella.
El lince tradujo: Desde hace mucho nos
hemos enfrentado juntos a enemigos invisibles, conozco la historia, pero la
niego para no vernos atrapados en ella.
10.He
dejado claro que las águilas tenemos la capacidad y la intención de imponer los
cambios, lo que no cambie se atañerá a vuestro pueblo.
El lince tradujo: He dejado claro que las
águilas no tenemos la capacidad ni la intención de imponer los cambios. Lo que
cambie dependerá de vuestro pueblo.
Terminada la participación del mandatario,
se firmaron todos los acuerdos y un mes después entre linces y águilas se repartieron
el botín. Los conejos tuvieron que reproducirse sin descanso para satisfacer la
avaricia de los astutos felinos y las rapaces aves.
Moraleja: Si vas a realizar acuerdos, cerciórate
de que quién te los comunique sea la persona adecuada y esté capacitada para hacerlo
porque los errores serían fatales y los malos entendidos también.
El cánido indiscreto.
A su regreso del país vecino le
preguntaron al chacal qué pensaba del oso, a lo que respondió que le parecía
asombroso que en el encuentro que habían tenido, el importante plantígrado
fuera precedido de los asesinos de su abuelo, seguido por los asesinos de su
padre y rodeado por sus enemigos que pronto lo traicionarían. Por fortuna, estas
palabras llegaron a los oídos del oso e impidieron que lo mataran, sin embargo,
el chacal murió asesinado un mes después de su retorno porque si bien conocía
la historia del país vecino, desconocía la propia e ignoraba que junto con él
estaban los zorros y lobos que habían matado a su abuelo y padre, y que, además,
al oír sus declaraciones optaron por liquidarlo, antes de que comprendiera
quiénes eran sus allegados.
Moraleja: Cuando abras la boca fíjate bien
ante quien hablas y cuida tus palabras, no sea que le despiertes malos
pensamientos a tus interlocutores.
El rinoceronte presumido.
Había una vez un rinoceronte que estaba
descontento con los búfagos que tenía que llevar a cuestas, aunque no eran
pesados, le molestaban porque las hembras a las que quería conquistar en lugar
de ponerle atención a él, le elogiaban todo el tiempo a sus pájaros. En una
ocasión el paquidermo se hartó del insaciable apetito de las aves que, además,
lo hostigaban chupándole la sangre de sus heridas cuando las tenía. Dispuesto a
librarse de ellas las echó a todas y les dijo que ya no las necesitaba. Pasó el
tiempo y el pobre animal se llenó de garrapatas, escarabajos y demás bichos que
se daban la gran vida con la piel desprotegida del pobre cuadrúpedo. Recapacitó
y fue en busca de sus colaboradoras, pero éstas ya no quisieron volver y se
tuvo que resignar a llevar una existencia paupérrima y degradante. Murió pronto
porque contrajo infecciones muy fuertes y ni siquiera los chacales o los
buitres tuvieron el valor de acercarse a su cadáver.
Moraleja: No desprecies el cuidado que te
brindan tus allegados y perdona las faltas que puedan tener, pues tal vez tu
condición no sería la misma si ellos te faltaran.
La rémora asceta.
Un día un tiburón cazó un gran pez y se lo
regaló a su sirviente, éste sorprendido por el regalo le dijo a su amo que no
podía aceptarlo porque era demasiado para él y no se lo podría comer. Entonces
el escualo le preguntó a su lastre que si no tenía amigos. ¡Por supuesto que
los tengo! —respondió la pequeña y fiel rémora. Entonces, ¿por qué no compartes
con ellos lo que te he dado? Yo comparto con mis amigos lo que tengo, por eso
me quieren y respetan en cambio tú sólo vives a mis costillas. Apenada se fue
la rémora a repartir lo que le habían regalado.
Moraleja: Por más modesto, servil y fiel que
seas, no olvides que tienes relaciones con seres más ambicioso y emprendedores
que podrían recriminar tu conducta, aunque esta sea buena.
León desconfiado.
Se encontraba el león en su campaña contra
los lobos cuando cayó enfermo. Su médico de cabecera había probado por todos
los medios curarlo lo más pronto posible, sin embargo, su consejo era que el
rey de la selva permaneciera en reposo unos días mientras pasaba lo más grave
de la enfermedad. Como el gran felino quería ponerse en pie y comenzar su
ataque, mandó pedir otro doctor. Llegó un zorro que había presentado sus credenciales
como el mejor especialista de la región y le dio de tomar un jarabe que según
decía la astuta alimaña, era milagroso. Una vez que el león probó el mejunje se
durmió y no volvió a despertar. Sin su mando el ejército perdió las batallas y al
final de la guerra, se tuvo que pagar una enorme compensación a los enemigos. El
doctor personal del león se lamentaba porque sabía que si se le hubiera hecho
caso, las cosas habrían ido en otra dirección.
Moraleja: No desconfíes de los consejos de
los que te son fieles y desean lo mejor para ti. Cuando desees hacer algo
importante cuídate de quien te ofrezca una mejor solución que la de tus amigos
de confianza.
La elección errónea.
Moraleja: Ayudar es bueno ya lo dice el dicho: Haz un bien y no veas a
quien. Cuando ayudes cerciórate de que la forma, en la medida de lo posible,
sea la más correcta y menos perjudicial para ti.
Juicio al impostor.
Un guepardo fue llevado a juicio porque las hienas no estaban de acuerdo en que se hubiera asociado con el león para que ellas no le pudieran quitar sus presas.
—Mire, señor juez, nosotros tenemos que correr a gran velocidad para atrapar a las gacelas. Cuando conseguimos coger a nuestra presa, llegan estas señoras apestosas y nos quitan el alimento porque se unen en jauría y nos atacan cuando estamos recuperándonos del esfuerzo que hemos tenido que hacer.
—Bien. Le entiendo perfectamente —dijo el mono que hacía de juez—, pero, ¿para qué se asoció con el león teniendo más allegados de su propia clase, es decir, sus compañeros guepardos?
—Es que los felinos tenemos el defecto de ser muy independientes, señor juez, y nos cuesta trabajo ponernos de acuerdo entre nosotros.
—Pues, lamento decirle que es usted culpable de su propia desgracia, puesto que lo normal sería que se asociara con sus compañeros al igual que lo hacen las hienas entre sí.
—Pero, las hienas son traidoras, aprovechadas y nefastas, señor juez.
—Con todo y eso — dijo el primate sonriendo—, son solidarias entre ellas y por lo tanto no buscan tener ventaja asociándose con otros animales. Queda usted arrestado y si no quiere que lo condenen, rompa el acuerdo con el león y convenza a sus compañeros de unirse con usted.
El guepardo rompió el acuerdo con el rey de la selva, pero no pudo convencer a sus compañeros de cazar juntos, así que tuvo que seguir cogiendo presas en solitario y soportar que las hienas le quitaran su comida.
Moraleja: Cuando emprendas un plan, analiza bien todos los puntos porque si algo falla y te ves en una dificultad, es posible que hasta los más injustos aparenten ser más endebles que tú.
La astuta catarinita.
Un talentoso poeta pulgón se enamoró tanto de
una catarina que empezó a escribirle versos. Cuando ya tenía un romancero
preparado y corregido se lustró las alas, se limpió las patas y se arregló para
impresionar a su amada. Se fue a verla y durante su trayecto le fue comunicando
a sus compañeros ápteros que iba en pos de la más bella hembra de la
naturaleza. Hubo quien trató de persuadirlo de su objetivo, pero tan enamorado
estaba que el deseo y la pasión lo cegaban.
“No
entienden nada de amor, queridos amigos, cuando se tiene un corazón de poeta,
éste lo dicta todo y ella es la dueña del mío”—decía el insecto levantando las
alas y restregándose las patas.
Llegó a una planta donde estaba la mariquita
ocupada en su aseo. ¿Qué diantres haces aquí, pequeñín? —preguntó la mariquita
feliz de encontrar, sin esfuerzo alguno, su delicioso alimento. Quiero leerte
mis poemas, encantadora dueña de mi corazón. Está bien —le contestó—, pero te
pongo una condición. Si el verso me gusta, te daré un beso, pero si me causa
desagrado, te daré un mordisco, ¿de acuerdo? De acuerdo— respondió el
apasionado áfido sin pensarlo—. Está bien, empieza ya —gritó la mariquita.
Al terminar el primer poema la catarina le dio
un fuerte mordisco al pulgón, éste, muy sorprendido por el fracaso, sacó sus más selectos poemas y prosiguió leyendo lo mejor que pudo. Después de cuatro dentelladas ya no tuvo fuerzas para continuar y murió devorado.
Moraleja: la naturaleza tiene sus reglas.
Cuídate de enamorarte de tus enemigos naturales, pues corres el riesgo de que
te maten o destruyan.
El poder de un gobernador.
Dos panteras no se ponían de acuerdo sobre
el territorio en el que podían cazar con libertad, así que se fueron a ver al
tigre que era el poseedor de todas las tierras.
Querido soberano — dijo la pantera más
astuta—. Venimos a que nos des permiso para cazar en tus tierras.
¿En dónde deseas hacerlo, querida pantera?
—preguntó el soberano con curiosidad.
Pues, me encantaría poder cazar en todo el
territorio del sur, sin que nadie me limitara en mis actividades.
Está bien —respondió el tigre—. Entonces
los consejeros pusieron el grito en el cielo y le reprocharon a su gobernante
que le hiciera esa concesión a la pantera. A lo que el gran felino aclaró.
Sabed que yo soy el que concede y ellas
las que piden, mi facultad de otorgar no pude ser tan pequeña como su petición
porque yo soy el rey y ellos sólo unos súbditos.
La segunda pantera, que había callado por
modestia, miró al tigre y este le preguntó:
“¿Y tú qué es lo que deseas, pantera?”
Ésta contestó que quería gobernar en el territorio
del sur y que todos los que estuvieran en su territorio tendrían que pedirle
permiso para apresar animales.
Te lo concedo, querida pantera, porque has
sido más prudente que tu compañera. Ahora ella tendrá que supeditarse a tus
órdenes, pero te aconsejo que seas prudente porque no traes de cuna el don de
gobernar.
Moraleja: Antes de adelantarte a los
acontecimientos, piensa bien cómo actuarás para que no te veas en una situación
comprometida que te sea imposible cambiar.
Cuentos de perros y gatos.
No es país para viejos, ni para sus perros.
Había una mujer que vivía sola. Estaba muy amargada y tenía un carácter de los mil demonios. Como no tenía con quien ensañarse y desahogar su bilioso humor, toda sus ofensas y gritos eran para su perro. Paseaba dos veces al día y los vecinos lamentaban la existencia del animal que, a pesar de no entender el idioma, sentía el peso de las palabras de la vieja. Era común oír todo tipo de reproches, agresiones y humillaciones por parte de la vieja, sin embargo, nadie se atrevía a concientizarla porque quienes lo habían intentado eran víctimas de la violencia verbal de la mujer y padecían de su acoso verbal y desprecio. Resultó que un día falleció la anciana y su perro quedó libre. Unos vecinos lo adoptaron lamentándose de que el pobre can moriría sin alguien que lo alimentara. Ya ha sufrido mucho —comentaban—. Por desgracia, el chucho había acumulado tanto rencor contra su dueña y la gente que empezó a atacar todo lo que se movía, era agresivo, ladraba sin razón y corría detrás de los ancianos y niños pequeños para atacarlos. Tuvieron que sacrificarlo por el bien del vecindario. Así la ofensiva mujer y su perro desaparecieron, pero quedaron como ejemplo para las personas que cambiaron su conducta frente a sus mascotas. Ya lo dice el dicho: No hay mal que por bien no venga, no obstante, el que las cargó todas fue el pobre perro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario