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domingo, 30 de noviembre de 2025

Pablo Lagunes

 










Lagunes llegó pronto al ensayo. Entró sin prisa, sintió el frío húmedo del teatro. Sabía que tenía un tiempo limitado para terminar la preparación. La prensa estaba expectante, querían que el dramaturgo revelación les contara algo sobre su segunda obra, sin embargo, no había recibido más que largas. Subió al escenario y miró la decoración. Las cosas seguían allí. La mesa con su mantel verde y sus sillas, unos paneles con unos cuadros y las linternas azules. Cogió una e hizo unos movimientos como si fuera un niño jugando a los caballeros galácticos.

—Buenos días, Pablo, perdón por el retraso—. Le dijo María Antonieta haciendo ruido con sus tacones.

Lagunes se volvió y notó que Antonieta se veía mejor, se le había pasado el catarro y radiaba alegría.

—¡Hola, Antonieta! Te veo mucho mejor, mira nada más qué guapa…

—No exageres, que todavía tengo estas ojeras horrorosas y…

No la dejó terminar el tropezón de Patricio que había pisado mal y se había salvado de caer.

!Pato!— gritaron al unísono.

—¡Perdón por el ruido!!es que me he tropezao con esto zapato nuevo que todavía no he hormao, pue.

Antonieta y Lagunes lo miraron con un hastío encubierto.

—Bueno, ya estamos aquí, solo falta que llegue Luis—dijo Antonieta con voz alegre.

—Sí, pero ¿qué les parece si continuamos con el segundo acto? —exclamó Lagunes tomando una actitud de disposición al trabajo.

—Bien, de acuerdo, ¿en qué noj quedamo la última ve? —preguntó Patricio

—Lo último que hicimos fue el diálogo entre Rubén, a quien le sigue faltando autenticidad, ¿verdad? Pato y, tú, Antonieta que ya te has convertido por completo en Marta, sobre la desaparición de nuestro amigo Mauricio, que como ven, brilla por su ausencia en la persona de Luis.

Hubo un espacio de silencio en el que director y actores evitaron las miradas. Al fondo estaba una puerta desde la que llegaba un chorro de luz fino como un alfiler, pero muy reluciente.

—Bueno, ya tienen sus partes, ahora, por favor, traten de ser auténticos, ¿está claro, Pato?

—Sí, Lagune, ya lo sé, lo que pasa e que la ve pasaa andaba un poco desanimao, pero ejta ve será mejo.

—Bueno, pues comenzamos.

Los dos actores se acomodaron en su posición, se quedaron un momento inmutables, concentrados y, una vez transformados en los personajes, se dispusieron a hablar. Por desgracia, en ese momento se apagaron las luces.

—¿Están allí?

—Sí, se ha ido la luz, ¡Qué maldita suerte tenemos! —exclamó Antonieta

—Con el poco tiempo que tenemo, ahora ejto…—dijo Patricio bufando

—¡Cálmense, cálmense!!Esto debe ser temporal! Esperemos un poco.

Pasaron diez largos minutos y la luz no volvía. Entonces Lagunes cogió una de las linternitas estiradas azules, hizo una señal con la mano y salieron en fila india entre tropezones y pisotones. La calle estaba oscura y no había un alma.

Los tres rostros azulados se miraron con desconcierto. Hablaron y discutieron las causas del fenómeno, que iba desde una teoría conspiranoica hasta el fin del mundo. Cuando ya estaban a punto de matarse entre ellos por causa del disgusto y el pánico de Patricio, Lagunes vio una leve luz al final de la calle.

—Miren, miren eso.

—¡Es una luz! —gritó Antonieta

¡Vamos a ve qué pasa!!Ejto no tiene ejplicación!— Gritó Patricio apretando los puños.

Caminaron con cuidado apoyando su mano en el hombro del compañero y muy alertas por si fuera necesario agruparse para contener un ataque desprevenido.

No se oía un solo ruido, el aire estaba tibio y entraba a los pulmones con sabor acre. Las estrellas brillaban en el firmamento como chispas de fuego.

Llegaron al sitio. Antonieta se quedó muda al ver que era un edificio igual al teatro donde se presentaría su pieza.

—Pero ¿qué es esto? ¿alguien me lo puede explicar?

Lagunes y Patricio estaban conmocionados y evitaron hablar para no decir una idiotez. Lo único que se les ocurrió fue entrar. Las puertas estaban abiertas. Pasaron por un corredor idéntico al que habían recorrido en sentido inverso para llegar hasta allí. Subieron unas escaleras y llegaron al escenario. Allí los esperaba una impresionante sorpresa.

—Pero ¿¡Qué malditas horas son estas de llegar!?— les espetó Luis que estaba sentado en una silla con la pierna cruzada y el pelo un poco revuelto—. ¡Los he esperado más de una hora, joder!

No hubo respuesta, la impresión les había caído como un cubo de agua fría y por más que intentaban emitir algún sonido, sus voces se apagaban.

—¡Vamos, hombre!!Parece que hubieran visto un fantasma! Vamos…, ¡digan algo! !Al menos, una excusa idiota para que se relaje la tensión, no sean estúpidos!

—Mira, Luis, — dijo Antonieta—nos hemos encontrado en el teatro, se ha ido la luz cuando íbamos a empezar a ensayar y…

—Bien—contestó Luis—, en primer lugar, yo soy Lagunes y Luis está parado junto a ti. Entiendo que, por el retraso, espero que no hayan estado bebiendo como de costumbre, se les han cruzado los cables, pero necesito que esta vez sí hagan bien las cosas.

Patricio muy enfadado empezó a protestar porque no toleraba las bromas de su compañero y en varias ocasiones había estado a punto de renunciar a su papel.

—Oye tú, imbéci e mierda, si quiere seguí con tu bromita, ya ejta bien, o le para o no vamo y te dejamo aquí pa que hable solo con el público, ¿ejtá claro?

Sorprendido el falso Lagunes los miró y empezó a murmurar. No se oían bien sus palabras, luego comenzó a dar vueltas y les ordenó olvidarlo todo y empezar el ensayo.

—Bueno, ya está bien de tonterías, Será mejor que nos demos prisa con esto porque, por si no lo recuerdan, la próxima semana es el estreno y todavía estamos en el segundo acto.

—Pero ¡¿tendrás cara?! ¿Cómo te atreves a suplantar mi identidad? —le gritó el verdadero Lagunes—. En verdad que ya estamos hartos de tus bromas estúpidas. A ver si te pones a repetir tu papel y te dejas ya de cuentos.

Muy alterado el falso Lagunes se acercó a Lagunes verdadero rechinando los dientes. Tenía la cara roja y parecía a punto de explotar.

—Mira, Luis, si no te necesitara para la obra, aquí mismo te rompía la maldita cara. ¡Ya basta de hacerse los idiotas!!Empiecen a trabajar ya!

En ese momento se le lanzaron al falso Lagunes los tres y comenzaron a golpearlo. “!Despiértate ya de tu delirio! ¡Embustero fanfarrón! ¡Idiota de los cojones! ¡Ya nos tienes hasta los huevos!”.

En ese momento entró un hombre de gabardina que se sorprendió mucho al ver la riña. Empezó a hacer fotos y reírse. Los tres actores se levantaron del piso y se quitaron a discreción el polvo, fingían que ayudaban al falso Lagunes a levantarse y con palabras de consuelo lo animaban a incorporarse.

El periodista se acercó un poco, los miró con cierta desconfianza y encendió su grabadora.

—Bueno, estimado Pablo Lagunes, no estará en contra de que le haga unas cuantas preguntas, ¿verdad? —Le dijo al falso Lagunes.

Antonieta y Patricio estuvieron a punto de gritar, pero no pudieron decir nada y su acusación hacia el falso Lagunes se les quedó en la boca.

—Por supuesto que no— contestó el falso Lagunes—, pregúnteme lo que quiera.

—Dígame, Pablo, ¿puedo llamarlo por su nombre?

—Por supuesto, por supuesto.

—Mire, Pablo, la gente está expectante y quiere saber sobre qué va su segunda pieza. No hay noticias por ningún lado y se ha anunciado solo el nombre de la obra. ¿Me podría adelantar la trama, aunque fuera solo un poquito?

—Escuche, querido amigo, no es por desilusionarlo, pero no le puedo revelar mucho porque no estoy seguro de que lleguemos al estreno. Nos queda muy poco tiempo y con estos inútiles que he contratado voy perdiendo la esperanza…

Hubo un pequeño silencio y cuando el periodista iba a formular la siguiente pregunta se fue la luz.

Hubo un grito de espanto, unos minutos después salieron todos del teatro y se fueron por una calle mal iluminada. Antonieta y Patricio se fueron a un bar a relajarse por la tensión que les habían provocado los contratiempos extraños. El falso Lagunes se dejó llevar por sus pasos. No pensaba en nada. Seguía solo por la acera. Chocó dos o tres veces con algunos transeúntes, pidió disculpas y prosiguió su marcha. Llegó a la entrada del teatro, caminó por un corredor estrecho y subió unas escaleras. En cuanto entró al escenario sintió un viento frío. Miró al frente y escuchó que un hombre le decía:

“!Por dios, Luis!!¿Dónde demonios estabas?!Te hemos estado esperando una hora!!Qué falta de conciencia tienes, joder!”.