Desolado por la pena se recostó sobre el viejo diván. Los sonidos del exterior se filtraban por la rendija de la ventana entornada. Las vibraciones provenientes del ferrocarril llegaban en ráfaga y dejaban una temblorina. Marcos que parecía haber nacido con un maleficio, que se le materializó al recibir su nombre, estaba harto de las desgracias, había sido rechazado de nuevo en su intentona por conseguir empleo. No era mala persona, por el contrario, era muy solidario y empático, pero también, lo caracterizaba un halo de acritud. No era su aspecto, sino algún humor que despedía su cuerpo. No se podría definir como tufillo, sino algo amenazante apenas perceptible; pero aterrador, quizás en sus antepasados algún cazador cavernícola derramaba tanta bilis en las cacerías de mamuts que se lo había transmitido en los genes.
Se oyeron unas voces detrás de la pared:
—Aquí estarás cómoda, Nora, y podrás dedicarte a tus cosas sin que te
molesten.
—Bueno, gracias, no es lo que me habían prometido, pero me vale.
—Trae tus cosas, hija, y ponte a tus anchas, y si necesitas algo, llámame.
—¿Y eso?
—¿Eso? ¿A qué te refieres?
—A esa hendidura en la pared.
—¡Ah! ¡Eso! Pues es lo que quedó después del último temblor, pero no es de
riesgo, ¿sabes? Don Nicanor vino a verla y dijo que esa pared no es de apoyo,
así que no temas.
Detrás del sonido del choque de la puerta, surgió un pequeño tarareo
aterciopelado que traspasó el espacio y se le metió por los oídos a Marcos. Al
pobre se le cortó la respiración y sintió que se desmayaba por el efecto de
aquella suave caricia que le recorría todo el cuerpo despertándole la vida. Unos
minutos después, cuando Nora no estaba, Marcos comenzó a palpar el tapiz.
Parecía un pintor revisando la superficie de un lienzo. De pronto descubrió
algo. Había una grieta en la pared. Cortó el papel y logró ver un muro con un
espejo y un armario.
Se quedó inmóvil cuando apareció la figura de una mujer joven iluminada por
la tenue luz tibia. Comenzó a desnudarse y Marcos tuvo que morderse la mano
para no gritar. Por sus ojos entraban las proporciones de una figura radiante.
Sintió terror de ser descubierto porque su corazón golpeaba tan fuerte que le
pareció que Nora lo escuchaba. Se quedó petrificado cuando ella se acercó a la
grieta y dijo:
“Habrá que pegar allí algún poster”.
Marcos ya no pudo dormir tranquilo. Salía a vagar por las tardes y llegaba
en la noche esperando la hora, en que, del otro lado, apareciera el encantador
cuerpo. Una noche a Marco se le cayó una figura de porcelana que estaba en la
estantería cercana a la ranura. Nora gritó del susto, pero después volvió al
espejo para seguir mirándose. En el transcurso de un mes, Marco hizo
anotaciones, estableció un horario de salidas y llegadas, fue al peluquero y
empeñó cosas para comprarse un traje. Hubo unos días en que los ruidos solo
llegaban del otro lado porque Marco se había ausentado.
Yo seguía suspendido en el mismo sitio, acumulando motitas de polvo que
nadie jamás me quitaría. Oyendo las canciones de Nora. Tratando de adivinar qué
encantos de aquella joven habían vuelto loco al pobre Marco. Nunca lo supe
porque jamás la vi. Lo que si puedo confirmar es que en una ocasión. Marcos
llegó con un maletín lleno de dinero. Era otro hombre, le había cambiado el
semblante y su olor se mezclaba con un fuerte perfume de sándalo. Empezó a
venir menos, ya no lo veía sufrir a conciencia como antes. Dejaba un objeto muy
pesado sobre la mesa. Dormitaba unas horas, se asomaba de nuevo por la fisura y
se deleitaba con los susurros de Nora.
Un día me sorprendió escuchar sus dos voces juntas. Eran voces alteradas,
recriminatorias y solidarias. Eran las siete de la tarde, los tacones de Nora
repiqueteaban en un baile desesperado, sacaba cosas, las ponía en una maleta.
Marcos la apuraba, ella le gritaba y en todo ese revuelo se notaba la urgencia.
Estaban listos para irse cuando un golpetazo los detuvo en seco.
—¡¿Creías que te ibas a salir con la tuya, bribón?!
—¡Espera, Roco!!Espera!!No dispares! ¡Te devolveré el dinero, te lo juro!
—¡Te vas a morir!!Eres un traidor y lo pagarás caro! ¡Devuélveme mi dinero,
desgraciado!
Se oyeron disparos y gritos, los dos cuerpos cayeron como toneles al piso.
Se oyeron pasos alejándose. Más tarde, llegó la policía.