miércoles, 20 de diciembre de 2017

Las dudas son moscas

El doctor Hank se dio cuenta de que algo le estaba sucediendo a sus pensamientos, se le estaban escapando como moscas asustadas, pero luego volvían y arremetían con insoportables zumbidos. La causa había sido la pregunta de su nieta sobre si los perritos tenían alma. Dijo de inmediato que no porque eran sólo animales. La niña quedó satisfecha con la respuesta, pero él no. ¿Acaso no somos nosotros también animales? —le preguntó su conciencia parada frente a él con los brazos en jarras—. Sí, claro, pero hemos evolucionado y somos superiores. 

Después de tan convincente respuesta se acordó de las palabras de un ruso, no recordaba si era un escritor o un científico, el caso es que el eminente hombre decía que el ser humano había pasado por tres etapas de desarrollo: el animal, el social, el espiritual, que nunca se había logrado establecer completamente por falta de cordura, y estaba en vísperas el siguiente estadio que era el tecnológico. Por desgracia, se corría el riesgo de que la masa humana se saltara la etapa espiritual y llegara a la tecnológica con sus antecedentes sociales, animales e incompleto desarrollo espiritual. Los primeros— murmuró— con un poco de disertaciones sobre el poder, la economía y la bondad lograrían adaptarse a las nuevas condiciones, pero los segundos eran un riesgo enorme, ya que sólo pensaban en su beneficio y su forma de supervivencia de forma instintiva. Y los espirituales se convertirían en un riesgo porque irían contra las normas aceptadas por siglos. Era necesario intervenir para prever la situación. No quiso seguir embrollándose más y se fue al laboratorio donde estaba realizando pruebas sobre unos ratones. Comenzó a escribir sus ideas en unas hojas de papel. Apuntaba lo que se le iba ocurriendo, desde las grandes teorías de la física, hasta la más grandes aberraciones religiosas o políticas. Ya tenía un montón enorme de folio garabateados cuando un chispazo lo hizo detenerse y quedarse como estatua.

Sí un ratón—se dijo con la boca abierta— pudiera ir más allá de las normas de su grupo y les dijera a sus compañeros que dentro llevan una luz espiritual y que deben superarse para no ser tan salvajes, ni egoístas y les propusiera alcanzar el paraíso, ¿qué sucedería? Pues, le dirían que son ratones, que así está dicho en sus santas escrituras y que su labor es la de reproducirse para alimentar a las serpientes y halcones. Sacudió su pelona cabeza como si quisiera deshacerse de una caspa imaginaria y dejó de pensar en tonterías. Guardó sus apuntes en su cajón, luego hizo el registro de sus observaciones experimentales y se fue a su casa a cenar.

Durmió bien y siguió con sus actividades habituales. El sábado se levantó a correr, desayunó con su esposa, salió a pasear con Larisa, su nieta, y aprovechó para repasar algunos conceptos de la religión. Era ateo, pero se había dado cuenta de que su conducta de investigador, a veces, era tan testaruda como la de los grandes representantes de las instituciones eclesiásticas. Es una pena, le dijo al perrito de su nieta, que vayamos tan rápido hacia el desarrollo de la nueva era y tengamos tantos prejuicios arraigados. Mira, perrito, nosotros los humanos decimos que tenemos alma, pero en realidad es nuestra capacidad de analizar y pensar. Como todo en la vida, hay un principio, un desarrollo, una reproducción y un final porque somos organismos sexuados y necesitamos dejar nuestro legado para conservación de la especie. Desde la antigüedad, igual que ustedes, seguramente, nos hemos preguntado qué hay más allá de está realidad, por eso “descubrimos” que hay un ser superior que ha creado todo esto. Antes decíamos que en el cielo estaba Dios y que ahí íbamos a parar todas las buenas personas y…

Sí, sí, y los perritos también, pero vino hace casi dos mil años un hombre diferente que dijo que debía haber un cambio, que la verdad estaba dentro de nosotros, que la podíamos llamar dios si se nos pegaba la gana, pero es que él ya se había dado cuenta de que el hombre podía subir al siguiente nivel de desarrollo y dejar de pensar en cosas materiales y superfluas. ¿Cómo? ¿No entiendes lo que son las cosas materiales superfluas? Mira, es todo eso insignificante por lo que se muere la gente, cosas ridículas como…como…Ya sé, como un bolso de Chanel o un traje de Dolce Gabbana u otra cosa que haga que la persona se sienta superior o más importante, luego está el dinero y demás lujos. Entonces, sucede algo muy curioso, la persona que no tiene el bolso ni el traje se siente infeliz y sueña con lo que tiene la otra, pero la otra persona que posee un armario lleno de cosas y también se siente triste porque quiere más. La cuestión es que no se fijan en la superioridad espiritual y ¿sabes quién lo dijo primero? ¡Perfecto! Fue es señor que nos enseñó que había llegado el momento de subir de nivel. Nos dijo que hacer el bien era lo importante, que sólo existe una vida aquí y que el futuro es incierto, por eso hay que sembrar el bien y no responder al mal con el mal. ¿Te parece difícil eso?

Oye, perrito, te lo estoy diciendo para que se lo comuniques después a Larisa tu dueña y no pones atención. Si te doy de comer, te lavo, te llevo a pasear y hablo contigo, ¿sientes la necesidad de corresponder? ¡Claro! Es por eso, por lo que siempre jugamos mucho tú y yo, pero si te dejara sin comer, te diera patadas y te dejara encerrado en una jaula, ¿qué harías? ¿jugarías conmigo? Seguro que me morderías en la primera oportunidad. Pues ya está, es así de simple. El caso es que seguimos siendo iguales, no hemos cambiado en dos mil años y las instituciones, tanto las eclesiásticas como gubernamentales y privadas, tampoco, pues nos motivan a los mismo, es decir, responder con violencia para garantizar seguridad, pero eso es absurdo. Se comunican con nosotros como si fuéramos, y disculpa que te compare, unos perros. Y es que nuestra sociedad se desmoronaría si hiciéramos el bien.


Lee estas noticias, ¿lo ves? Ataques armados aquí, corrupción allá, devaluación, hambre acá... Bueno, creo que me estoy pasando de la raya y no le vas a poder decir todo esto a mi nieta o ¿sí? A ver, espera, creo que sí. Un perrito como tú no piensa en el mal porque no hay sociedades de perros que indiquen qué es lo correcto, qué perros deben tener privilegios y cuáles no, o sea, que todo lo que haces es manifestar tus “sentimientos” tal y como son. Bien, tendré que decirle a mi nietecita que mi respuesta estaba mal. Los perritos si que tenéis alma. Luego se dio la vuelta y sorprendió a Larisa que permanecía quieta escuchando cómo el loco del abuelo se ponía a conversar con su mascota.

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